jueves, 18 de septiembre de 2014
La desaparición de Eleanor Rigby
¿De dónde sale toda esa gente solitaria? A veces aparecen, irrumpen en tu vida, durante un cierto tiempo, a veces ya están cuando tú irrumpes en la vida, se suele llamar familia. En otras ocasiones, desaparecen, como Eleanor Rigby (Jessica Chastain), alguien con nombre de una canción sobre soledades, alguien que ha perdido el paso, que perdió la música en su vida, porque una ola irrumpió y arrancó parte de sus entrañas. Luciérnagas brillan en el horizonte, luces fugaces, luces que vuelan. Es el pasado, cuando la vida sonreía, cuando apareció en la vida de Eleanor Connor (James McAvoy), y los cuerpos celebraban un presente que inspiraba futuro como esas respiraciones profundas que sientes que nunca se convertirán en espiración. Pero la ola irrumpe de improviso, y algo de ti se desprende, te es arrebatado, para siempre, y ese dolor permanecerá como un sordo recordatorio, como la vibración en el vacío de un miembro extirpado. Generas vida, ilusión, pero esa vida y esa ilusión puede ser seccionada cuando menos lo esperas. En el presente, Eleanor es una figura que desaparece en el fuera de campo, desaparece en el vacío en que se lanza. 'La desaparición de Eleanor Rigby' (2014), de Ned Benson, es una progresiva inmersión en una fractura, en una sucesión de interrogantes, que irá perfilando el por qué de esa desaparición provisional, por qué quiso desaparecer Eleanor, borrarse de la existencia, como quien extirpa una raíz, por qué quiso apartarse de aquel con quien había sentido que las luces vuelan en la noche, que lo efímero puede saber a eternidad. Será una inmersión en la recomposición de una vida, en el aprendizaje de dar nuevos pasos, como si la realidad fuera otra, como si de nuevo se caminara en la vida, y en el pasado quedaran las interrogantes en aquel que compartió durante siete años tu vida, con quien afirmaste y consolidaste un proyecto de vida que se quebró y perdió el paso.
Las interrogantes se sedimentan en la narración mientras se siente el desamparo, ese extravío de quien aun parpadea porque la luz le hace daño en los ojos, en sus entrañas. Eleanor vuelve al hogar, con su familia, con sus padres y su hermana, un reinicio. Pero quizá también sea huida, y las interrogantes, las de quien se quedó en aquel pasado, con las huellas presentes de una demolición, la acechan y asedian para confrontarse con un futuro que quiere ignorar un pasado, un presente con cimientos vacilantes. Eleanor quiere ser otra sin enfrentarse a quien ha sido. Eleanor inicia un curso de teoría de la identidad. Hay una realidad en la que se han abierto brechas, hay solares sobre los que construir. Se pregunta quién es, y en esa pregunta palpitan los dientes apretados del quién puede ser, porque ya boquea en busca de aire. 'La desaparición de Eleanor Rigby' se rodó en dos partes que son dos perspectivas, las de Connor y Eleanor (y que se estrenarán en octubre en Estados Unidos con reducida distribución). Esta variante es la de un 'Ellos', la conjugación de esa fractura, la conjunción de los fragmentos de una fractura que no sólo es la de ambos.
En ese trayecto de perfilarse se irán condensando las figuras a su alrededor, los maridajes de los que arrastran su pasado, sus heridas, las ilusiones que no lograron cumplir, sus tropiezos y errores y nuevos intentos, sus dudas y distanciamientos, la incomprensión que no logró cruzar el umbral de la interrogante, lo que no han logrado perfilar en esa escurridiza materia que es la realidad. Y siempre planteándose, con determinación, no exenta de vacilaciones, cómo dar los pasos aunque se sepa que los cimientos son frágiles e inciertos. Entre la interrogante y la fractura, esos rostros dotan al relato de una incisiva densidad que es la de no tener todas las respuestas. La madre de Eleanor, Mary (Isabelle Huppert), reconoce cómo se lamentó de decisiones que tomó en su juventud cuando confiaba en que ya se realizarían, en un futuro. Te confías, y piensas que tienes todo el tiempo por delante, y que las oportunidades no desaparecerán. El padre de Connor, Julian (Ciaran Hinds), se siente igual de extraviado que su hijo, aunque tenga veintisiete años más. El padre de Eleanor, Julian (William Hurt), comparte lo que nunca ha compartido, el momento más terrible de su vida que fue el más hermoso, cuando por unos segundos sintió que una ola podía haber arrebatado a su hija.
Las estrellas fugaces duran un instante, pero son hermosas, le dice Julian a su hijo, y esa huella es la que debe impregnarse en la memoria. Las huellas no tienen que ser herida o cicatriz sino fulgor, el de la luciérnaga que liberas porque no hay que retener el dolor ni el lamento por lo perdido o frustrado, porque la vida no se puede retener, y es imprevisible, y no sabes cuándo puede ser arrebatado lo que amas. 'La desaparición de Eleanor Rigby' es una obra que, inusualmente, respira vida porque se teje sobre fracturas e interrogantes, y el tiempo se palpa en las palabras de aquellos que ya han recorrido la vida y saben de qué accidentes, frustraciones e incertidumbres está hecha. Y saben que hay mantener el paso, y que no es fácil encontrar con quien darlo, acompasados ambos con esa coreografía que te hace sentir que asciendes y brillas como la luz de una luciérnaga, aunque sepas que un día se apagará. Pero no sabes cuándo. Y por eso sigues la luz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario