jueves, 21 de agosto de 2014
De óxido y hueso. Proximidad, conciliación y armonía. Gratificantes encuentros.
Una nueva satisfacción ayer tarde con la entusiasta recepción de la casi treintena que,siguiendo mi recomendación, asistió a la proyección de 'De óxido y hueso' de Jacques Audiard en la filmoteca Doré, y que propició un posterior jugoso debate. La secuencia de la reconciliación de Marion Cotillard con la orca ( o la asunción y conciliación de un dolor y una herida) sigue siendo una de mis predilectas, de las que más me conmueve. Cuánto expresa en sólo dos planos, en un gesto. No hay distancia sino proximidad, no hay reproche sino armonización. Ese paso a la madurez lo da también él cuando quiebra el hielo para rescatar a su hijo, se fractura para superar esa condición mineral, de entraña helada, que le mantiene separado del mundo, inconsciente de lo que sus actos afectan o influyen en los que tiene alrededor. El plano final los une más allá de esa materia espesa interior que separa y distancia (esa que le hacía sentir antes del accidente desconectada del mundo, aburrirse y no motivarse con nada, al personaje de ella), donde fluyen las aguas de la emoción, donde se avanza con las piernas de la consciencia y empatía interior.
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