martes, 29 de julio de 2014
5 X 2
En ocasiones, el final feliz está en el principio. '5 x 2' (2004), de Francois Ozon, comienza por la conclusión, y finaliza con la gestación. Se inicia con una ruptura, con la lectura de los términos formales de una separación, de un divorcio, el del matrimonio que formaban Marion (Valeria Bruni Tedeschi) y Gilles (Stephane Freiss). Palabras que disgregan, como los semblantes parecen descascarillarse con el pesar que procuran contener. En el hotel, ritualizan esa separación con una ironía que revienta las formalidades. Se citan para realizar un último actor de amor, pero todas las pústulas, todas las tensiones y heridas larvadas, brotan en gestos y actos que se contradicen, gestos o palabras que desprecian y gestos y palabras que reclaman o añoran o se preocupan. Gestos que vacilan. Gilles la llega a forzar penetrándola analmente, pese a que ella se negaba a realizar el acto, y minutos después ella, tras volver del baño, teme que se haya tirado por la ventana, o Gilles, al salir por la puerta, le pregunta si no quiere que vuelvan a reintentarlo. Es una relación fracturada, lesionada, en la que aún palpitan emociones confusas, contusionadas, aún convalecientes de una decepción que aún no sabe encajar lo que deseaba y el dolor que implica realizar lo que era necesario, lo que se deseaba. En sus gestos, en sus cuerpos, vibran los momentos compartidos, las sensaciones añoradas, la extrañeza de ya no ser lo que eran juntos. Ella se acerca a la cama cubriendo su desnudez con una sabana, quizá porque ya se perdió la conexión, la luz de una intimidad que se fue deteriorando. Gilles la penetra por detrás como quien realiza un gesto desesperado, como quien intenta reanimar a un cuerpo que ha perdido sus signos vitales, e intenta dotarle de nuevo de rostro, de mirada, de correspondencia. Pero ya se han distanciado, ya son otros.
La narración hacia atrás, a través de cinco pasajes de la relación entre Gilles y Marion, es el recorrido hasta el momento en que entre ambos parece que se gestaba la relación. Ambos se alejan de la cámara, cuando se introducen en el mar para bañarse, envueltos en la luz del crepúsculo. En su gestación ya estaba el distanciamiento y el ocaso. Entonces, Gilles mantenía una relación con Valerie (Geraldine Pailhas). En una secuencia, ambos en la cama, ella apaga la luz para domir, y él, que está leyendo, la mira. En otro pasaje, anterior en la narración, pero posterior en el tiempo, se repite la misma circunstancia, aunque en ese caso es Marion la que apaga la luz. Posteriormente, ella despierta, y se encuentra sola. Su marido está durmiendo con su hijo. Como tiempo atrás, Gilles no fue con Valeria a ver una atracción turística, sino que prefirió irse a la playa, donde se reencuentra con Marion (o donde probablemente esperaba reencontrarse con ella). Gestos y acciones que reflejan una distancia que aún no se ha evidenciado en la superficie. La narración parece hilvanada por frases cortas, como los textos de Emmanuele Bernheim, la colaboradora (por tercera vez, tras 'Bajo la arena', 2000, y 'Swiming pool', 2003) en el guión.
La narración, en esos tres pasajes retrospectivos centrales, recorre momentos que reflejan fisuras en la singladura de la relación. Y esas fisuras se advierten de modo manifiesto en las miradas, en la que se palpa en Marion cuando Gilles relata a su hermano y a su novio la circunstancia en que fue infiel (con Marion como observadora cómplice). No es complicidad lo que transmite la mirada de Marion, como en la expresión que acompaña la determinación de compartir el relato por parte de Gilles se advierten las costras de resentimientos y tensiones, palpable en su amortiguada discusión en la cocina con respecto a sus opuestas perspectivas sobre lo que creen que durará la nueva relación del hermano de Gilles. Esas fisuras se advierten en los gestos, en suspenso, desamparados, de Gilles, cuando recibe la noticia de que Marion está sufriendo graves contrariedades en su parto. Su reacción antes, durante y después, es la de quien se siente fuera de lugar, no conectado, como quien se siente violento, y superado por la situación. El reflejo con el que se encuentra Marion, recuperándose ya en la cama del hospital, es el de sus padres discutiendo. Uno huye, y los otros escupen la tensión que aún pervive entre ellos pese a que ya se hayan separado. A ambos les miraba bailando Marion el día de su boda, cuando no parecía manifestarse esa crispación entre ellos, como también observa al hermano de Gilles coqueteando con un chico.
Tanteos, relaciones que intentan materializarse, relaciones que gestan, relaciones con sus momentos de armonía, quizás fugaces, quizás más duraderos, relaciones que se quiebran. Relaciones con cursos accidentados, imprevistos. Quizá pueda gestarse una relación porque alguien que pasa a tu lado nadando, te salpica. Y se da la casualidad de que la conoces, e inicias una conversación, que lleva a otras. Quizás no puedas realizar como soñabas la noche de bodas porque él se queda dormido, debido a los efluvios del alcohol y el cansancio. Y quizás esa noche, sin que consideraras esa posibilidad ni remotamente, te encuentres con un hombre junto al río y te dejes llevar por el deseo. Te sumerges en las emociones, y braceas con los oleajes de la incertidumbre. Incluso, la de tus propias reacciones y tus propios deseos. Le das por el culo aunque no quiera, y luego le dices que vuelva contigo.
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