lunes, 30 de junio de 2014
Play me something
1.'El narrador es el secretario de la muerte, pero no está muerto, sino que pertenece al mundo de los vivos'. Esta reflexión fue realizada por John Berger durante la conferencia de prensa concedida tras conocerse que 'Play me something' (1989), del escocés Timothy Neat, había ganado el Premio Europa del Festival de Barcelona de ese año. Esta fascinante producción británica adapta un relato de Berger, quien colabora en la elaboración del guión con Neat, e interviene como actor. Se puede decir que es una obra de Neat y Berger. Es una película de especial significación para mí. Fue portada del primer número, (el nª 0 Enero-Marzo, de 1990) de la revista que dirigí, Solaris. Fue portada John Berger. Escucharle, admirarle, en aquella rueda de prensa se convirtió en uno de los hitos de mi vida. En escasas ocasiones he sentido en tal grado el placer de escuchar a alguien. Es algo más que carisma. Sigue siendo una película muy especial, al revisarla veinticinco años después. Me parece una película guía. Berger calificó al narrador que él interpreta en la película como un moderno Prospero, el mago Prospero. Esta obra encarna ese concepto tan manoseado y trivializado de magia del cine. Y, aún más, la magia del narrar. Condensa su quintaesencia. Te hace querer sentir las yemas de los dedos de la vida. Te hace sentir que esa es su esencia y núcleo. Y cómo el arte, ante todo, es el intento por despertar esa consciencia. Hacer de nuestra voz música mientras el largo día acaba.
2.Un pequeño aeropuerto de una isla escocesa, Barra. Los pasajeros se encuentran en la sala de espera. Una detención entre tránsitos. Y en este lapso temporal, en esta pausa entre movimientos, en este vacío de acontecimientos, o interludio entre los recuerdos y las expectativas, aparece, hace acto de aparición, el narrador (John Berger). Surge de la playa, un espacio intermedio entre el mar y la tierra, espacio precario, espacio mutable, espacio de sedimentos y erosión, relieve en transformación, huellas de las modificaciones del tiempo. A su vez, llega un electricista-cantante, para arreglar la televisión, emblema de imágenes sin vida, de las miradas que se distraen y descentran, de la distracción en lo accesorio, de la banalización de las imágenes intercambiables, sin poso ni raíz. Es tiempo de ajustar, y volver a enfocar, las miradas. De recuperar la sustancia fundacional del relato, de abonar la mirada para enfocarse a sí misma, y enfocar la realidad, la relación con la realidad. Es el momento, en esta doble interrupción – de movimientos que quizá fueran inercias y falaces y adocenadas representaciones de la realidad-, de tejer una historia, cuyas imágenes, cuyos márgenes, posean un cariz inconcluso, abierto, también terreno precario, en formación a la vez que residuo de una erosión, erosión de un tiempo recuperable, únicamente, en las latencias que ilumina en sus oyentes, en la luz animada de sus proyecciones, proyecciones que generan y germinan. Despegan acompasadas al vuelo de la narración.
Por tanto, la imagen relatada no es registro, transcripción, no es imagen refleja. Es el narrador el pulso fundacional de sentido y de atención, y como consecuencia, lo que el comentario propulsa, y revela, o gesta, en los propios oyentes. Es aquello que emane del acto de narrar lo que transciende, sus derivaciones y proyecciones. El proceso de narrar, la manifestación expresiva, reordena, por tanto, transfigura o transforma, el suceso evocado a través de una narración que configura, traza, una específica deriva de sentido, ampliable, y matizable, a cada oyente. El acto de invención de la imaginación, la fabulación, se conjuga con la memoria, con la impresión (Posible deriva, entre las incógnitas de sus intersticios: el narrador quizá comparta una experiencia propia, aunque el relato sea en tercera persona).
La historia evocada: Bruno es un hombre que vive solo en una granja aislada de una aldea de las montañas alpinas. Un día viaja a Venecia -reina de las ciudades-, con los miembros de la banda musical del pueblo. Allí decide separarse del resto de sus compañeros y durante una fiesta de celebración organizada por el periodo comunista L'Unitá, conocerá a una mujer, Marietta, que trabaja como asistente en una fábrica química. Se sienten intensamente atraídos y durante un día vivirán su amor en Venecia, para después separarse.
La narración se desarrollará en, o entre, tres segmentos narrativos, diferenciados en sus texturas sonoras y visuales. La narración es como una composición musical. 'Play me something' se puede traducir como 'tócame (interprétame) algo': El relato es una pieza musical. No sólo se narra, se interpreta, es una actuación, se orquesta y toca; hace aún más evidente la condición de instrumento musical de la voz en un relato oral (magnificado en el propio Berger). Las secuencias desarrolladas en en el aeropuerto están rodadas, con nitidez cromática, en 35mm. Servirán como puntuación al desarrollo del relato evocado, con las distintas intervenciones de los oyentes, con sus reacciones y comentarios: particularmente sublime, pura catarsis o crescendo extático, ese instante en el que la peluquera, Tilda Swinton en uno de sus primeros papeles, y el joven motociclista acercan, lentamente, las yemas de los dedos de sus manos extendidas hasta que entran en contacto, sin dejar de mirarse a los ojos: forma admirable de interrelacionar progresión del relato evocado y escucha. El acto de narrar, la materialización de la voz y música del narrador, se manifestará de dos formas diferenciadas: las imágenes del espacio de Venecia, donde se desarrollan las acciones, están rodadas en 16mm, inflado a 35mm, imágenes con remarcado grano, difusas, como una realidad sin pulir, en grado cero (y sin mirada singular intermediaria): edificios captados desde la perspectiva en movimiento de un vapporeto, el bullicio de las calles y de la fiesta: cámara, imagen, móvil, inestable, agitada que capta, in situ, los movimientos y los rostros, imágenes de lo indiferenciado.
Paralelamente, a través de imágenes fijas, las fotografías de Jean Mohr, las evoluciones de los dos enamorados. Un montaje de fotografías. Una sucesión de imágenes y los intersticios de las elipsis que nos narran una historia, y un sentimiento. Una historia donde el tiempo se escancia como permanencia y finitud: movimiento aparentemente detenido que es extasis que desafía el paso del tiempo, sensación fugaz de eternidad, de centro, y de armonía, y, al mismo tiempo, se va sedimentando el sentimiento de transitoriedad y de finitud, de la erosión, del agua que se escurre, de los maridajes de la vida, del recuerdo en la arena empapada, de paréntesis en el discurrir del tiempo, de efímero encuentro – recobramos así la noción del narrador de Berger, como secretario de la muerte-.
Contextualización: simultaneidad y al mismo tiempo dolorosa separación: Ellos y el espacio donde se desarrolla su encuentro, un espacio aparte de sus vidas cotidianas, singularidad y extrañeza: sus diferentes procedencias y el entorno indiferente y distanciado de su vivencia emocional: amor sin lugar, fuera del tiempo, sin fuera de campo por cuanto es logro efímero de encuadre de vida, pero al mismo tiempo con la losa suspendida de ese fuera de campo: ineluctablemente ambos parte integrante, dentro del mismo. Venecia, ciudad de sueños, y ciudad de vida ordinaria. El apartamiento de su singularidad, que es concentración, fusión, frente al movimiento, que es dispersión, distancia, de la comunidad.
Las imágenes finales nos muestran al narrador desapareciendo, desvaneciéndose en la playa, y al electricista-cantante, llevándose en su carro el televisor en cuya pantalla aún perdura la memoria de las imágenes vistas en Venecia. El brote y expansión de la poesía de la imaginación, el canto lírico. Fotos fijas de un recuerdo que es huella vivificada en la narración. Las historias mueren pero la narración las recupera en la secuencialización de una nostalgia: Una búsqueda en un viaje a otro mundo, aún no explorado. El encuentro, la danza celebrativa. La ebriedad del júbilo. Los contornos de la carne expandidos en sus formas. La despedida, el alejamiento del mar de los sentidos, las brumas de la añoranza. Mirar más allá. El encuadre está abierto.
Película integra en versión original
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