martes, 15 de abril de 2014

Enemy

En 'El caso de Mr Pelham' (1955), décimo episodio de la primera temporada, de 'Alfred Hitchcock presenta', dirigido por el propio cineasta británico, el protagonista, Mr Pelham (Tom Ewell) relataba cómo su vida estaba siendo usurpada por alguien idéntico a él. Nadie parecía percatarse de que era otro. Cuando al fin se encuentra frente a él, es como encontrarse frente a sí mismo y lo extraño en sí mismo y lo extraño en una realidad que se revelaba fisura, incógnita, agujero negro. Era él pero no lo era. Y no había explicación. Desaparecía, era reemplazado. Adam (Jake Gyllenhaal), en 'Enemy' (2013), de Dennis Villeneuve, adaptación de 'El hombre duplicado' de Jose Saramago, también siente que usurpan su vida, que la sustraen. Siente que desaparece, que será reemplazado. La aparición de su doble no es sino la constatación de una negación. La afirmación en una negación. Si no soy seré más de uno. Adam siente que no controla su vida. Siente que no es quien ya hila su vida, la vida que será, una vida que quedará atrapada en una permanencia, como una tela de araña.
Por dos veces, se repite la secuencia en la que explica a sus alumnos cómo las dictaduras se definen por el control, y enumera las variantes de cómo ejercen ese control sobre el ciudadano. Adam también siente que su vida será ya controlada, sin posibilidad de diversificarse, de multiplicarse. No podrá ser otros, no podrá disfrutar de otras vidas, o siente que ya no dispondrá de esa posibilidad. Hay una dictadura que se cierne sobre él, su enemigo. Pero se percata de que hay alguien idéntico a él, una réplica, alguien que incluso posee la misma cicatriz en el mismo costado. No parecen diferenciarse, físicamente, en nada. Anthony es actor, aquello que le gustaría haber sido. La narración se descentra, cual fisión nuclear en el vórtice, como si ya no hubiera un centro en la tela de araña, y se desplegara en las diversas extensiones de la tela. La perspectiva es de la Adam enfrentándose a lo otro que parece uno mismo. ¿Si lo otro es un mismo quién es uno mismo? Pero también toma la perspectiva del otro, con lo que cuál ahora uno es otro, y otro es uno, y desde cada ángulo hay distintos vórtices, o así parece, o esa escisión que es diversificación no es sino una reacción de disidencia a un centro que paraliza, una red dictatorial de vida que se convertirá en permanencia.
Hay otras direcciones, los cuerpos con los que nos afirmamos, los cuerpos que son nuestra extensión como parte integral de nuestro propio cuerpo, con lo que establecemos un vínculo que es unión, los cuerpos de quienes amamos, los cuerpos con los que somos más presencia, en las nos conciliamos con lo otro, y nos encontramos más en nosotros mismo. Tienta ser otro, o ser uno mismo pero disfrutar de otro cuerpo que piensa que somos otro distinto. Anthony desea a Mary (Melanie Laurent), la pareja de Adam. ¿En ese instante quién seremos? ¿Cuándo somos y cuándo actuamos? Poder ser varios con múltiples mujeres sin el cerco de un anillo que estrecha las opciones. La realidad se abre en variantes que anuncian el infinito pero también los abismos. Si me multiplico, puedo extraviarme entre tantas opciones, aunque también en la exclusiva que siento restricción con la se me presenta el horizonte me sienta ya extraviado ante esa dirección única. La percepción se altera, se invierte, como esa figura que aparece andando por el techo, el cuerpo desnudo de una mujer con cabeza de araña.
Una araña aparece en la primera secuencia, una araña con un rotundo cuerpo blanquecino, con la apariencia de un huevo, con la apariencia de un vientre preñado, como el de Helen (Sarah Gadon), la esposa de Anthony. Una araña que el prominente tacón de una mujer desnuda está a punto de pisar. Una araña que se aparece en su dormitorio en la secuencia final tras que Helen haya llamado a Adam, porque quizá piensa que es Anthony, o quizá sabe que es Adam, quien es realmente su esposo, alguien a quien le gusta los arándanos, como le recuerda su madre, aunque él replica que no le gusten, mientras que Anthony sí había comentado a Helen sobre los arándanos. Pero a quién le importan los arándanos cuando tu esposa está a punto de parir y tu vida se va a transfigurar radicalmente y sientes que ya tu vida no la controlas y menos que podrás controlarla, cuando encima otra vida dependa de ti? Y tu tela tiembla, sientes que se deshilacha. Por dos veces, una mujer se levanta de la cama, como si algo en tí provocara rechazo. Sientes que ya no eres un hombre. Y te estrellas, como una mente que descarrila.
Hay un momento en el que la extraordinaria banda sonora de Daniel Bensi y Saunder Jurriaans parece que remedara los acordes de la sintonía de la serie 'Twilight's zone'. Esta magnífica obra parece uno de sus más destacados episodios. Parece que durara lo mismo, porque su trayecto narrativo se asemeja al de una exhalación, o quizá una contracción nerviosa. La realidad se difumina, y disemina, sus cimientos son demolidos. La música adquiere protagonismo conductor, como ocurría en otra gran obra canadiense con duplicado, 'Inseparables' (1988), de David Cronenberg, en otra excelsa colaboración con Howard Shore. Aunque incluso, aquí, por su integración narrativa, como si la música marcara el montaje, estaría más cercana a la construcción musical de 'Crash' (1986), pese a que la intensidad de los acordes, de la sección de cuerda recuerde más a la de la primera. La música teje el hilo emocional en disgregación de Adam, como las vibraciones que hacen tambalearse las cuerdas de la red, casi una llamada de auxilio para evitar que el enemigo llegue a su vida, esa otra vida que se gesta en el cuerpo de su mujer que le hace sentir que ya no será el mismo. Desaparecerá engullido en las fauces de esa araña, en unos hilos que ya no serán los propios, o así lo siente. Y su cuerpo se hace muchos, al menos en su interior, como si así pudiera fugarse de lo inevitable.

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