lunes, 24 de marzo de 2014
Travesias con Jarmusch: Ulises no sabe dónde está, pero usó su imaginación
'Desarraigar a otros es el mayor de los crímenes; desarraigarse a uno mismo el mayor de los logros. Hasta llegar a Austria me quedaban unos cuantos meses. En este tiempo no vivía en ninguna parte, o vivía en casa de otro. La ilusión de lo que iba a venir y la estrechez eran sentimientos alternantes. No pocas veces había experimentado yo cómo un lugar completamente extraño, incluso sin haber vivido allí ningún momento especial o incluso ningún momento feliz, después, de un modo reiterado, me deparaba la sensación de amplitud y sosiego (…) También mi héroe era entonces Ulises, como para muchos que me habían precedido, el Ulises homérico: como él, yo me había procurado una seguridad (provisional), diciendo que yo era Nadie; y del protagonista de mi historia imaginé que, como ocurríó antaño con Ulises y los feacios, sería desembarcado en un país de origen y que en los primeros momentos no sabría dónde estaba.'
('La doctrina del Sain Victoire', de Peter Handke)
1.'Vas a un nuevo lugar, pero parece el mismo', dice uno de los protagonistas de esta odisea sonámbula en forma de irónico bucle, 'Extraños en el paraiso' (Stranger than paradise, 1984), de Jim Jarmusch. Cuando lo dice, se encuentra junto a unas vias cubiertas por la nieve, apreciándose al fondo un tren detenido. No hay movimiento, han viajado de Nueva York a Cleveland, y luego irán a Florida, pero siempre da la sensación de que pasan de una ciudad fantasma a otra; varía el paisaje pero hay sensación de espacio habitado. Algunas otras figuras fugaces cruzan el encuadre, pero los tres protagonistas parecen aislados en un universo inmóvil como parecen su vidas. Su única dedicación parece la de apostar. Aunque uno se pregunte para qué. Da igual que se deplazen o que estén apoltronados durante horas ante el televisor. Parecen vidas en suspensión. Extranjeros incluso de sí mismos. Más extraño que el paraiso reza el título original. También podía haberse llamado fantasmas en un lugar al que, por un extraño motivo, llaman paraíso.
2.La irrupción como compañero de reclusión, Roberto (Roberto Begnini), el lenguaje dislocado de quien aún no lo domina, pero que a la vez le da una viveza (o libertad) imprevista, como su 'I scream, you scream, we all scream an ice scream', logra que incluso Zack y Jack se contagien de su exuberancia vital y compartan una jubilosa danza los tres al son de esa frase. Del mismo modo que el protagonista de 'Los límites del control' hacía uso de su imaginación para entrar en la guarida de aquel a quien va a matar, este despliegue de la imaginación que rompe cualquier límite o prisión, determinará que ya en la siguiente secuencia estén planteando la huida, que se desarrollará por los paisajes de los pantanos de Lousiana (secuencias que anticipan aquel otro viaje por el rio de 'Dead man'). Ya fluyen, en otro escenario despoblado, que es intemperie, desorientados, pero determinados. Una casa en mitad del bosque, en mitad de la nada, regida por otra extranjera, italiana como Roberto, Nicoletta (Nicoletta Braschi) es su umbral o aduana a su libertad de extranjeros asumidos. El espacio que acoge al ya extranjero, Roberto, mientras Zack y Jack, como refleja el plano final, se enfrentan a las inciertas encrucijadas de la vida.
3.'Mistery train' (1989) podría haberse titulado también 'Extraños en el paraiso'. Si en esta era una chica hungara la que llegaba a Estados Unidos, en las tres historias que conforman 'Mistery train' son otras tantos extranjeros los que protagonizan cada uno de los segmentos que trasncurren en Memphis: la pareja japonesa (Masatoshi Nagase y Youki Kudoh) admiradora del rock de los 50, ella de Elvis Presley y él de Carl Perkins, la italiana Luisa (Nicoletta Bruschi), que viene para trasladar a su país el féretro con el cadáver de un familiar, o el ingles Johnny (Joe Strummer). Claro que como en aquella, los 'nativos' parecen también 'desplazados': el apunte en el tercer episodio de una situación extendida de desempleo; la desubicación amorosa de Dedee (Elizabeth Bracco) que acaba de abandonar a Joey). La extranjería de los que llegan de paso se convierte en reflejo de una extranjeria de los que residen ( o revela que precisamente no 'residen'). Los personajes, en distintos grados, se debaten entre expectativas y desilusión, en un emblemático espacio de la ilusión como es el Memphis donde destaca el museo dedicado a Elvis Presley, un espacio varado en el tiempo. Los personajes también parecen varados en sus movimientos desconcertado
4.«La imaginación no es un estado: es la existencia humana en sí misma», escribió William Blake. El hombre que realiza el viaje en ‘Dead man’ (1995), de Jim Jarmusch, también se llama William Blake (Johnny Depp), pero es otro. En esa odisea en donde el fin es el origen, será acompañado por Nadie, que es Alguien, que en un momento dado fue otro, un indio nativo capturado por los ingleses y trasladado a Inglaterra en donde fue convertido en atracción de circo y en donde recibió una educación a través de la que conoció al escritor William Blake, hasta que logró escapar y retornar a su tierra, a su origen. A Ulises le llamaban Nadie. A Nadie, cuando retorna, le adjudicaron el nombre de Xebeche, ‘el que habla fuerte, sin decir nada’. Nadie, nada, figura sin centro. Extraño en la raíz. Desplazado. "Si las puertas de la percepción fueran limpiadas, todo aparecería ante el hombre tal como es: infinito." (William Blake). Blake, el que es otro, y será otro, viaja en tren hacia una ciudad que se llama Machine (Maquina), donde le han ofrecido trabajo de contable. Una de sus lecturas es sobre abejas, colmenas. La sociedad es una colmena, maquinaria. Es el infierno. Sea el de la vida o el de la muerte. El viaje parece que cruzara la eternidad. Quizás es la que ya habita Blake. Quizás es ya un hombre muerto antes de comenzar el viaje. El quizás es una terra incognita, un territorio infinito a explorar. El paisaje se modifica, y los rostros que lo ocupan, pasajeros de una percepción. "Un necio no ve el mismo árbol que un sabio." (William Blake) El maquinista del tren (Crispin Glover), cual Caronte, le señala la singularidad de sentir que es el paisaje el que se mueve, las aguas que están encima, mientras el observador permanece quieto. Quien viaja quizá no se desplace, quizás ya lo hace aquello que percibe, observa, imagina. O quizá Blake esté muerto, ya sólo las aguas sobre su cabeza se desplazan. El maquinista está convencido de que Blake ha sufrido un desengaño amoroso, que ha sido abandonado. Blake lo niega. O Se niega, por eso viaja al infierno, para encontrarse con lo que fue, con lo que hizo, con cómo dejo de ser. Blake retorna y se desplaza, su fin es el origen y es el infinito. Fluye en las aguas, aquellas que veía moverse sobre su cabeza.
5.Considerarse muerto cada día, esa es la esencia del camino del samurai . Cada momento de la vida es un paso más hacia la muerte, y es un regalo de vida, una huella más que dejas en un territorio desconocido que surcas y exploras. Apareces a la par que desapareces. Ghost dog se desplaza en su coche, en la noche, por la ciudad. Pareciera que es el paisaje el que se mueve, y él permaneciera quieto, como decía el maquinista a Blake en el inicial viaje en tren de ‘Dead man’. Ambos son ya hombres muertos cuando comienza la narración. Como el que interpreta Bill Murray en ‘Flores rotas’ (2005) que viaja hacia el pasado, para encontrarse con tres fantasmas de lo que pudo ser, tres mujeres, para reanimarse y darse a luz de nuevo y quizá dejar de ser un espectro en vida. Tres eran los pistoleros que perseguían a Blake. Tres los jefes de la banda de gangsters italianos que desconocen que viven en un ámbar, un universo masculino de rigor mortis. La trinidad que confronta con la propia muerte. Los contrarios que propician que progreses en el desplazamiento, en el camino, en el viaje. La forma es el vacío, porque provenimos de la nada, y en la nada todo es posible. Ahí reside su plenitud, su infinito, su siembra de lo posible. La mirada que se desplaza y discierne en un viaje que no deja de ser un sueño, o como un sueño en el que no es necesario huir de la lluvia, y refugiarte bajo las cornisas, porque siempre acabará empapándote.
.6.'Todo depende del color del cristal del que se mire, nada es cierto, todo es imaginado'. La música resuena en los instrumentos de madera, como una huella que cala en cada uno según su percepción. 'Las mejores películas son como sueños que nunca se está seguro de haber soñado'. Aquel cine llamado clásico que a la vez nos transporta a otro tiempo, y captaba los pequeños detalles. Eso hace el cine de Jarmusch, aunque sus personajes no hagan nada, sólo escuchen música, se desplacen por las angostas calles que dominan el film, o vean a dos obreros transportando una vieja bañera. El protagonista de 'Los límites del control' (2008) mira cuadros y luego se corporeiza el personaje, el hombre que porta un violín, la chica desnuda que aparece en su habitación, tentación a evitar en su misión determinada (hay cierta ascesis en toda misión a cumplir con decisión), o a la inversa, como la mujer de peluca plateada y sombrero cual cowgirl, cuya imagen 'percibirá' más adelante en un cartel en la calle, puntuado por la frase 'Un lugar solitario'. Queda el lienzo en blanco, queda la imaginación. No hace falta enfatizar con retóricas visuales para plantear la realidad como incógnita y escenario tan abstracto como extraño. Al protagonista le preguntan por su mujer que dicen que es bella, y él dice que está dormida. Quizá estemos despiertos, quizá estemos inmóviles en un sueño que no sabemos que estamos teniendo. Lo que sí es cierto es que, como Jarmusch deja claro en los letreros finales tras los títulos de crédito, es que es necesario sentir y pensar que no hay control ni límites.
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