Cuando vayas a morir no te olvides de lamentarte sobre todas las hijoputeces o cabronadas que hayas realizado, de cuánto has jodido a los demás, de cuánta mierda en forma de mala leche o mala baba has descargado en los demás, de lo que has desperdiciado tontamente por un quítame esas pajas o por memo orgullo, de las minucias que has dramatizado lerdamente y convertido en escenario de una opera de Wagner. Pero si has aprendido dónde crecen las cruces de hierro, sólo tienes que carcajearte.
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