lunes, 23 de diciembre de 2013

Gravity

'Gravity' (2013), de Alfonso Cuarón es un trance. Es una experiencia en continuidad, como el mismo largo plano secuencia con que se inicia, o más bien, impulsa la narración. La cámara se desplaza alrededor de la nave y de los personajes que trabajan, como Ryan (Sandra Bullock), o también se desplazan, como Matt (George Clooney), como el niño que se mueve con el taca taca alrededor de la cuna, dando sus primeros pasos, mientras otro componente de la expedición, cual travieso bebé, juega con el cable o cordón umbilical que le une a la nave. Una imprevista colisión de una nube expansiva de fragmentos de un satélite que ha sido explosionado provoca que la conexión se quiebre, que la estabilidad se descoyunte. Los lazos o cordones ahora serán frágiles, provisionales. Los cuerpos se precipitan en caída libre, en la inmensidad incierta y desacogedora del espacio. La narración se desplaza en continuidad sin perder impulso, como una sucesión de avatares o pruebas o encadenadas que debe solventar y superar Ryan, quien se va quedando sola, tras la muerte o desaparición de sus compañeros, encontrando entre diversas naves abandonadas en el espacio, pertenecientes a otros países (Rusia, China), los sucesivos eslabones en su proceso de conseguir superar la adversa circunstancia y alcanzar el retorno al hogar, la nave nodriza, la misma Tierra.
La narración es una experiencia, habitar el momento, la duración del momento, sentirse el cuerpo en la pantalla, superar los límites. Es una experiencia sensorial, musical. Es el relato de la superación de una situación de visos agónicos, que sitúan en la posición más extrema, en la que la supervivencia se pone en cuestión, y se siente la muerte como el próximo inevitable eslabón. Coincide, en cierta medida, en esos aspectos, con 'Capitán Phillips' (2013), de Paul Greengrass, en la que también la banda sonora es omnipresente. Pero mientras en esta la narración, el montaje, es percutante, y la música intensiva (con abrasiva urgencia), en la obra de Cuarón, aunque parezca narrada por un sólo movimiento de cámara, dada la situación de continuidad que transmite, la duración de encuadres se dilata, se estira (como ella misma en ese momento, que es casi fulgor epifánico porque el cuerpo se manifiesta como presencia, en el que se desprende del casco y del traje espacial cuando entra en la nave rusa, y la postura de su cuerpo asemeja a la del bebé en el interior del útero materno), y en ocasiones en largos planos secuencias (a remarcar ese prodigioso movimiento casi en forma del signo del infinito cuando se produce la segunda colisión de fragmentos del satélite contra la estación rusa de la que no logra separarse su nave porque se ha quedado enredado el paracaídas).
Y la música acreciente la sensación de narración que fluye, cual líquido, como en el agua finaliza el trance o la odisea que vive y padece Ryan, quien precisamente había perdido a su hija, y ahora lucha por no perder la suya. El piloto o conductor de la nave, Matt (George Clooney), aquel que en un momento dado surge de la nada para enlazarla con su correa, pero luego se desvanece en la oscuridad, mientras un cable mantiene unida por el pie a Ryan a la nave, reaparece como una visión de su mente que la propulsa como ignición de voluntad cuando Ryan parece ceder en su voluntad de lucha, cuando remite su afán de superación. En el fluir o gravitar de la vida, a veces pierdes contacto, conexión, te sientes perdida o perdido, como si flotaras en el espacio. Sientes la pérdida de centro de gravedad. Y añoras sentir de nuevo la tierra, la ilusión de estabilidad y certidumbre que emana de ella, la firmeza que parece posibilitar el impulso de acción, de vida, el agua de las emociones que fluye cuando te sientes conciliada con la vida, no sólo existes, sino que vives, y habitas la duración del momento, y de te desplazas, estás en movimiento, fluyes.
'Gravity' es un trance que hace cuerpo de una circunstancia arquetípica. Logra materializar como experiencia cinematográfica, a través de la pantalla, lo que buscaban los personajes de la espléndida 'Días extraños' (1995), de Kathryn Bigelow, cuando se colocaban en la cabeza aquel aparato para sentirse en otras vivencias, en el cuerpo de otros, como si fueron otros, masturbándose en la ducha, huyendo de la policía por los tejados o incluso matando a alguien. 'Gravity' hace posible que te sientas en el trance en el espacio inmenso que vive Tracy, pero, aún más, y es donde reside su sustancia, propulsa una narración que corporeiza el impulso de acción vital. Es la narración como gestación.

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