martes, 17 de diciembre de 2013

Bienvenido, Mr Marshall

La señorita Eloisa (Elvira Quintanilla), la profesora del pueblo castellano de Villar del río (no de Abajo), es capaz de seguir realizando correctamente cualquier multiplicación aunque haya llegado la primavera, lo que da la medida de cuán poco le altera su soltería. Los que sí se alteran y comenzarán a realizar multiplicaciones con sumo entusiasmo serán sus convecinos cuando comiencen a especular con las posibles dádivas que les suministren los estadounidenses que van a pasar por su localidad, aunque no sepan por cuánto tiempo. Los Reyes Magos sí parece que existan, aunque no vengan ya de Oriente (y no son reyes, son republicanos). Don Pablo (José Isbert), el alcalde de Villar del río (no de Abajo), sufre problemas de oído, que se hacen más manifiestos cuando le vista el representante del Gobierno, el delegado general, quien no parece tener muy claro que el pueblo no es Villar de Abajo, sino Villar del Río. Quizá la sordera de Don Pablo sea por la falta de costumbre de escuchar algo con sustancia de las altas esferas del poder. Quizá por eso se trabuca como un disco rayado cuando llega el momento de dar un discurso desde el balcón a sus conciudadanos. Hay malas influencias que hacen perder la elocuencia expresiva, ya que no era precisamente uno de los dones de aquel señor bajito con bigote y voz aflautada que dictó sentencia durante cuarenta años en este país. Dictaba, no explicaba, por eso Don Pablo se raya con su discurso: "Como alcalde vuestro que soy os debo una explicación, y esa explicación que os debo os la voy a pagar".
La contraseña con los estadounidenses magos es dar buena imagen ante los benefactores para que su generosidad sea lo más pródiga posible, aunque provenga de un país que parece contaminado por el pecado y las impurezas con tanta mezcla racial o de credos religiosos, como informa admonitorio el párroco, Don Cosme (Luís Perez de Leon), para evitar que sean 'infectados'. Desconfianza a la que se suma el hidalgo, el representante de la más vetusta tradición, Don Luis (Alberto Romea), orgulloso de que sus antepasados fueran devorados por los indios cuando conquistaron América. E indios son los que ahora llegan, con una misma pretensión 'devoradora'. Siguen siendo gigantes, o indios, o lo que sea, no molinos ni benefactores, ni menos conquistadores, que ya sólo faltaría que los conquistados y masacrados quieran ahora vengarse de tanta barbarie que sufrieron. Las tradiciones tienen que cerrar filas, emboscarse en la aridez del paisaje de la que ya forman parte.
Como todo es cuestión de imagen, y la que tienen los estadounidenses de España es la de una Andalucia extendida por toda la península, la representación a diseñar conllevará que todos porten el correspondiente atavío andaluz, como bien delínea alguien que forma parte del espectáculo, Manolo (Manolo Morán), el agente de la cantante andaluza Carmen Vargas (Lolita Sevilla, cuya intervención hubo que aceptar para conseguir la necesaria financiación), que actúa esos días en el pueblo, y cuya expresión característica es 'Ozú'. Manolo sabe cómo dar el discurso que no diga nada pero encandile, así que sabe cómo diseñar el escenario adecuado para recibir a los máximos representantes de la cultura del espectáculo, porque todo depende de cómo te presentes; por eso para dominar el escenario o dictas o sabes jugar con los trucos del espectáculo. El Plan Marshall al que hace alusión 'Bienvenido Mr Marshall' (1952), de luis García Berlanga, fue establecido por el gobierno estadounidense en 1947, para suministrar ayuda a los países europeos, pero nunca llegó a España, como los coches pasan de largo por el pueblo castellano disfrazado de andaluz, esa imagen en la que quedó enquistada durante mucho tiempo la identidad española. Una identidad que es ficción, como los que rigen en el poder sólo sueltan patrañas convenientes para su beneficio, patrañas como cera espesa que causa sordera.
Estamos en el territorio de la fábula, como aquellas admirables comedias de la Ealinge, centradas en comunidades enfrentadas a una situación excepcional, como la falta de whisky en un pueblo escocés, en 'Whisky a gogó' (1949), de Alexander MacKendrick, o la revelación que que un barrio de Londres es parte de otro país, por lo que exige que se le reconozca su independencia y la instauración de una aduana, en 'Pasaporte por Pimlico' (1949), de Henry Cornelius. En 'Bienvenido Mr Marshall', los habitantes de Villar del río (no de Abajo) rompen con su rutina para enfrentarse a una experiencia que no podían concebir, lo que no parecía posible: pueden soñar, pueden desear. Los Magos de Occidente sí parece que existan, y lles traen regalos. Berlanga, que escribió el guión con Juan Antonio Bardem, ya deja bien claro desde las secuencias iniciales que transitamos la ficción. La voz de Fernando Rey nos presenta al pueblo, a los personajes que lo habitan, congela la imagen, hace desaparecer a los habitantes, para apreciar con nitidez el escenario, el entorno, un pueblo como otros muchos de la España profunda, y hace reaparecer a los personajes, dándoles movimiento o aproximándonos a ellos para singularizarlos, como si jugara con recortables, como hacían al fin y al cabo las instancias de poder con la población españolas. Es un cuento de hadas que acaba con un colorín colorado, aunque la aridez de la realidad tuviera poco de cuento de hadas, que parecían pasar de largo como los coches en los que supuestamente viajan los estadounidenses, Papa noel o los Reyes magos.

1 comentario:

  1. Con que Evira QUINTANILLA, ¿eh...? ¿Y no será Elvira Quintillá...? ¡Qué vida llevo, siempre ordenando lo que usted deja tirado por todas partes!

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