miércoles, 20 de noviembre de 2013
El sabor del té verde con arroz
Distanciamientos y aproximaciones. En 'El sabor del té verde con arroz' (Ochazuke no aji, 1952), de Yasujiro Ozu, son recurrentes los travellings de retroceso, como frase musical que se repite como compás, como los son los tres o cuatro planos sobre espacios, las habituales transiciones características de las narraciones, o respiraciones narrativas, del cine de Ozu. Movimientos de retroceso, de distanciamiento, como el que se ha dado en el matrimonio formado por Taeko (Michiyo Kogure) y Mokichi Satake (Shin Saburi). Ambos se ven como el exponente de una convención instituida en la tradición japonesa, el matrimonio concertado. Si los matrimonios se mienten, si casi no se conocen, porque el hombre se dedica a su trabajo, y ella a su vida doméstica, es porque se forman sobre una distancia inicial. Es un modo de vida instituido en su apariencia, por lo tanto sobre las distancias, como una estructura de vida meramente formal, y a la vez deshilachado en su entraña. Esto se refleja en la estructura descentrada de buena parte de la narración, como un recorrido sinuoso, con variados meandros, que es a la vez perspectiva radial.
En las secuencias iniciales, Taeko miente a su marido para realizar una escapada a un balneario, junto a varias amigas, en donde efectúa chanzas de su esposo, comparándole con un pez. Ese detalle de las chanzas es una de las razones por las que la sobrina, Setsuko (Keiko Tsushima) se resiste a aceptar un matrimonio concertado. No quiere que su vida desemboque en ese estanque de vida aburrida, de distancias, en las que el hombre, como se aprecia en las secuencias iniciales, entumece su insatisfacción ( su misma ausencia en la vida laboral; como ya refleja su presentación a través de su mesa de despacho vacía), con el alcohol, el sake, que consume con amigos o compañeros después del trabajo, como él con Noburo (Koji Tsuruta), o con el juego con las maquinas que no son sino un modo de congraciarse con la propia soledad, o de instituirla en ese ensimismamiento con un juego en el que una bola se introduce en una hendidura. El pasado reaparece, encarnado en un antiguo compañero de armas en la guerra (entrañable intervención Chishu Ryu) para recordar que el presente se ha convertido en una rutina en la que se ha ido desvaneciendo como una bola en una hendidura, día tras día repitiendo ese movimiento de desvanecimiento. En ambas reuniones, de mujeres y hombres, cantan, pero parece que el canto se ha desvanecido de su vida íntima.
Irónicamente, la esposa, Taeko, piensa que las tardanzas de su marido quizá se puedan deber a alguna infidelidad. Habitan las distancias, que convierten en fugas, a un balneario, o en reproches, como reprenderle por su vulgar forma de comer (porque Mokichi proviene de una zona rural), indirecta y retorcida forma de reprenderle por una falta de atenciones que no es capaz de reclamar de modo manifiesto y directo. La distancia también tiene algo de maraña. Nada que ver con la sencillez que proclama Mokichi, razón por la que este no acaba insistiendo a Setsuko en que acepte el matrimonio concertado, apoyándola en su decisión de buscar alguien a quien realmente quiera, y discute con su esposa porque aún mantenga ciertos hábitos, como fumar tabaco de inferior categoría o viajar en tercera en los trenes, que no sino son vínculos con la sencillez de un pasado, que mantiene a salvo de las ínfulas con las que parece que tiene que infectar el disponer de un próspero nivel social.
Esa intimidad y simpleza queda representada en el sabor del té verde con arroz, en esa ceremonia de preparación de la cena que realizan Mokichi y Taeko, ante la ausencia del servicio; los gestos se escancian con detalle, las sonrisas con los silencios elocuentes, que son encuentro, entre las palabras, es el proceso de una aproximación, de una conciliación, a través de una ceremonia sencilla, cuerpo de acto compartido. Y sus rostros se hacen sonrisa. Y los movimientos de retroceso, se mudan y transforman en uno de aproximación, como el que cierra la película, el encuadre de un forcejeo natural, el de un hombre y una mujer que se gustan, Setsuko y Noburo, la danza, juego y persecución, tanteo y aproximación de un cortejo
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