miércoles, 6 de noviembre de 2013

Appropiate adult


 En 1994 adquirió notoriedad La casa de los horrores en Gloucester, cuando fueron progresivamente descubiertos una serie de cadáveres de mujeres en su patio trasero. Fred West (Dominic West) confesaría la autoría de los asesinatos (al menos, doce), que había realizado durante veinte años, entre 1967 y 1987. Nadie había advertido nada, nadie había sospechado nada. ¿Cómo se puede advertir el horror en el rostro de lo trivial? Appropriate adult (2011), es una miniserie británica de dos capítulos, dirigida por Julian Jarrold, quien dirigió en 2009 el primero de los tres que componía la magistral Red riding trilogy, que parte de esa interrogante. La perspectiva que adopta no es la del criminal ni la de la policía ni la de familiares de las víctimas, sino la de una figura periférica, Janet (Emily Watson). Es la adulta apropiada, una trabajadora social, la figura en el sistema legal inglés que asiste a un detenido, sea un menor o alguien vulnerable (vulnerable adult) que no tiene un mínimo de estudios realizado, mientras duran los interrogatorios, para asegurar que entiende toda la parte del proceso, los términos legales, así como para suministrarle apoyo e incluso consejo, asegurarse de que recibe el trato adecuado, sin estar, por otro lado, obligado a compartir con los investigadores del caso las confidencias que el detenido realice. Es la tarea que encomiendan a Janet Leach (Emily Watson), cuando detienen a Fred West, aldeano semianalfabeto.   Pero será ella quien se vea inmersa en una espiral que la sitúa en una posición vulnerable, desasistida. Será ella quien se extravíe en el proceso, intentando entender a alguien que más bien se revela como un agujero negro, a medida que se vayan revelando la aparición de más cadáveres. A Janet le resultará cada vez más complicado lograr comprender a este hombre, distinguir en qué medida la manipula, en qué medida miente. Su apariencia, entre seductora, campechana e inocua, resulta desconcertante. Si es un psicópata, no hay una amenaza palpable, 'visible'. No sabe si de verdad le recuerda a quien dice que fue su gran amor, o es una forma de confundirla. La de Janet es una mirada que intenta enfocar lo extraordinario, desvelar lo siniestro, en la espesura de un rostro que se revela arenas movedizas bajo una apariencia de trivial normalidad. ¿Cómo se puede encajar? De nuevo, la banalidad del mal. La fascinación que parece no tiene que ver con enamoramientos ni deseos, sino con el hecho de quedarse cautivado con la incógnita, con lo que no logra aprehenderse. ¿Aquel rostro es el que ha matado sin pestañear, sin que quede rastro de remordimientos ni pena, a una docena de mujeres, que han podido ser más, por lo que confiesa, aunque no se encuentren esos cadáveres? 

 Por eso Appropiate adult no es una obra para aquellos que necesitan que todo quede bien atado, que todas las respuestas sean cumplimentadas. Hay muertes, acciones, decisiones, que quedan borrosas, desenfocadas, como el mismo suicidio que realizó West (desaparece del encuadre, mientras este se va desenfocando). Es una obra de preguntas, como las que se realiza Janet, que la conducen a ir más allá de su función como 'adulta apropiada', y ampliar su relación con West, visitándole en la cárcel, porque intenta encontrar esas pruebas que no logran encontrar los policías, porque piensa que él sí se abre a ella como no hace con nadie. Pero ¿lo hace de verdad, o juega con ella, como un compulsivo seductor de los abismos?. Como ya es una compulsión la que siente Janet de lograr entender, de rascar un vacío. Pero no sólo por lograr enfocar a ese hombre que progresivamente confiesa haber realizado más crímenes, sino por la desconcertante relación con su esposa, Rose (Monica Dolan), ya que él en principio asume toda la autoría de los cadáveres que se encuentran, pero se va enrareciendo la percepción sobre la real implicación de la esposa, y sobre quién realmente manipula o domina el escenario. 

Aún más, se establecen perturbadores juegos de reflejos, sobre la inextricable entraña de las relaciones de pareja, con respecto a la relación de Janet con su marido, Mike (Anthony Flanagan), quien es bipolar, y cuya actitud enrarece su relación con la investigación ya que Mike introduce, como prioridad, la variante del posible beneficio económico que se puede obtener con la relación de los medios de comunicación. La desesperación de Janet se duplica, porque siente que aquel rostro, el perfil que haga comprender por qué actúa, qué hay de cierto y falso, se difumina y escurre para su discernimiento, y porque el interés económico puede interferir, ensuciar la percepción de los otros con respecto a su actitud, y de modo significativo, en el juicio contra Rosa, contra la otra mujer. La narración, por tanto, deriva en un interrogatorio que no cesa, sumido en una penumbra desazonadora que nunca logra dejar asomar del todo las sombras, como si permanecieran enterradas, porque la realidad parece una pantalla en la que no dejan de aparecer, desenterrarse, imprevistos cadáveres, como no se sabe si hay otros, y dónde. Incertidumbres, intemperies. El mundo adulto no parece dominado por lo apropiado. 

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