jueves, 3 de octubre de 2013
El sol del membrillo
La simetría y el caos. La mirada y la luz. La trama y lo real. Lo real es escurridizo, como la luz sobre el membrillero. Variable, depende la situación del sol. La mirada busca la simetría, ajusta el encuadre, fija, con las líneas horizontales y verticales, como un punto de mira que busca capturar, (re)tratar, una realidad en movimiento, mudable, como el sol no deja de variar su posición en el cielo, y por tanto, la luz será diferente en cada momento del día sobre el árbol del membrillo. Fugacidad, destellos y fulgores, momentos. En 'El sol del membrillo' (1991), Victor Erice se refleja en Antonio Lopez, en el forcejeo de la mirada de este con la luz que se materializa en la pintura y el dibujo que realiza. La mirada está siempre en obras, como la misma realidad, o lo real, está siempre en gestación, y destrucción, cambio, modificaciones, transitoriedad. Como la casa donde pinta Antonio, en obras, en donde otros artesanos realizan su obra de transformación de un espacio, de configuración y ordenación, simetrías que hagan habitable el entorno. Otros: en los otros uno se refleja (lo que tiene el artista también de obrero) y lo otro siempre condiciona, o influye.
La mirada batalla porque lo real es incierto e imprevisible, la meteorología puede ser hostil para los intereses del artista, de la mirada, que necesita de unas condiciones determinadas para poder materializar su propósito, pero la lluvia entorpece, oculta la luz, retrasa la labor, y desperdicia el intento que deriva en lo infructuoso. Intentos, pruebas, ahora será un dibujo en el que intenta realizar la conjugación, la representación de una mirada propia sobre lo real, que no es referencia, sino materia, proximidad, en desarrollo (cómo varía la posición, la inclinación, de los frutos en el árbol). La mirada intenta reflejar esa modificación, esa transformación de lo real durante el proceso que dura la representación, la labor del retrato, que no es instantánea, mientras que lo real habita el tiempo. La mirada se enfrenta al tiempo, forcejea, intenta con su perseverancia, con su meticulosidad, superarlo, realizar la alquimia de lo eterno y lo instantáneo. El registro de la acción se conjuga con la elipsis, con la mirada del cineasta, y se materializa el acto de realización, la conciliación entre lo real y la mirada: habitar la duración del momento. Encuadrar es modelar pero necesita ser flexible la mirada. El encuadre justo sabe de la carcajada de las fisuras.
Erice busca esa respiración, o busca encontrar la propia, ese 'entre' lo real y su mirada, la respiración de un proceso creativo que se mantiene en el funambulismo de la mirada que no pierde el equilibrio, que traza líneas sin perder el paso, con firmeza, en la búsqueda del trazo preciso, con la duración adecuada. Inmersión en la real, reflexión sobre los procesos. Reflejos, documento y metáfora. Y ficción (cuando irrumpe el sueño, sueño despierto, sueño dormido, evocación de la infancia, la raíz de la mirada, la raíz del asombro, la mirada que todo lo mira por primera vez) ¿Dónde depositamos la mirada cuando miramos?, transeúntes de la mirada, mirada de paso, mirada al acecho, mirada exploradora. Influencia, tiempos pretéritos, gestaciones: la visita del amigo pintor con quien inició sus estudios de pintura en la juventud, con quien compartió sus primeros pasos, y ahora comparte afinidad, recuerdos.
Traducciones, variantes, otras miradas, otras lenguas, como en la narración intervienen polacos, los trabajadores, o los visitantes chinos. Hay miradas que desmontan las fronteras, que realizan la demolición del espejismo de las identidades: la afinidad, la confluencia, no sabe de mapas ni de nombres. Sentido y dirección: las representaciones de la divinidad, del orden de la realidad, de la vida, la pesadumbre católica, el júbilo griego: ¿hay una suerte, o mera aleatoriedad?. Perspectivas, ángulos, luces y sombras que respiran y sueñan en el creador, a la par que este las sueña, y sueña las del otro que también son las propias. Y el sueño realidad es. Y la realidad se desvanece, como el sol desaparece con cada crepúsculo, y el fruto del membrillero se pudre, o se come. Hasta que amanece otra vez, y la realidad florece. Print the dream.
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