lunes, 2 de septiembre de 2013
Tim Roth, el clown siniestro
Tim Roth y Gary Oldman formaron una de las parejas cómicas más memorables que he visto en una pantalla, en 'Rosencrantz y Guildenstern han muerto' (1990), de Tom Stoppard, la obra más desopilante alrededor de la obra de Shakespeare, en concreto, Hamlet. Dos personajes periféricos que protagonzan una obra en la que nada entienden de lo que sucede alrededor, y que protagonizan el partido de tenis más ingenioso y divertido, en el que las pelotas son sus palabras, o los juegos del lenguaje. Roth era el payaso serio, el clown, Oldman, el Augusto, el niño de gesto desordenado. Esas maneras interpretativas, o los tipos que forjaron y que se consolidó en la década de los noventa, ya eran manifiestos en la obra previa en la que coincidieron, un año después de su respectivo debut, en 'Meantime' (1983), de Mike Leigh. Ambos se especializarían en los 90, y no sólo en Hollywood, en villanos o personajes más bien siniestros. Oldman desplegaría una desaforada vena histriónica, convulsa, como una mueca en constante estado de ebullición, mientras que Roth se afirmaría en el gesto adusto, hosco, una máscara de expresión fúnebre, tenebrosa, seca. Ambos también han realizado una sola obra como directores. Roth realizó en 1999 la espléndida 'The war zone', de afiladas sombras (dramáticas; con incesto de por medio) y exquisito sentido de la composición (tenebrosa). En los 80 Roth fue figura secundaria en obras como 'The hit' (1984), de Stephen Frears o 'El cocinero, el ladrón y su amante' (1989), de Peter Greenaway. Su interpretación del protagonista en 'Van Gogh' (1990), de Robert Altman le proporcionó reconocimiento, pero su carrería se propulsaría con 'Reservoir dogs' (1992), de Quentin Tarantino, con quien repetiría en 'Pulp fiction', el mismo año en que protagonizaría la estimulante opera prima de James Gray, 'Little Odessa'. Al año siguiente sería nominado al Oscar al mejor actor secundario por su villano en 'Rob Roy' de Michael Caton Jones. Y en 1996 pondría su popularizada caracterización siniestra a las ordenes de Woody Allen en una de sus más flojas películas, 'Todos dicen I love you'. Ta,bién participaría en una de las obras menos sugerentes de Tim Burton, 'El planeta de los simios' (2001), papel que eligió en vez del de Severius Snape en la saga de Harry Potter. Antes había participado en un interesante thriller como 'El impostor' (1998), de los hermanos Paté, comenzó a protagonizar coproducciones, en inglés, de diversos países europeos, como 'La leyenda del pianista en el oceano' (1998), de Giussepe Tornatore, 'Vatel' (2000), de Roland Joffé o 'Invencible' (2001), de Werner Herzog. En la última década ha combinado producciones como 'El increible Hulk' (2007), de Louis Leterrier, en la que reincidía en su personaje tipo de villano, o el insipido remake de 'Dark water' (2005), de Walter Salles, con interesantes obras como 'Silver city' (2004), de John Sayles, 'Llamando a las puertas del cielo' (2005), de Wim Wenders, o 'Youth without youth' (2007), de Francis Coppola. También protagonizó la controvertida versión norteamericana de 'Funny games' (2007), de Michael Haneke. Ha sido protagonista de la serie 'Lie to me' (2009-11), y ha intervenido en la aceptable 'El fraude' (2012) de Nicholas Jarecki, con una interpretación, la que realiza del policía que investiga al protagonista que encarna Richard Gere, que parecía recobraba su catatónico estilo de 'Meantime'. Ahora habrá que verle, a finales de año, como Raniero en 'Grace of Monaco' (2013), de Olivier Dahan, o en 'El jesuita', de Alfonso Pineda Ullosa, con guión de Paul Schrader
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