lunes, 2 de septiembre de 2013
Meantime
Te agitas dentro de una gran cubeta ladeada mientras golpeas frenéticamente sus paredes con un palo. Mientras tanto, la vida se escurre por orificios imperceptibles. Ahora tienes veinte años, crees que has encontrado los rasgos de identidad que te definen, con los que muestras al mundo que no sigues sus pasos, sino que sigues los que tú marcas. Te rapas el pelo, y usas unas botas doc martin. Entras en la categoria de skinhead o hooligan. Quizás pienses que no sigues el mismo sendero con las mismas señales de tráfico de los demás. No imaginas que ya estás atrapado en el ámbar de una categoría. No sabes aún que tu vida será como aquellos que desprecias, esos adultos que se arrastran en una vida ordinaria, de rutinas y sinsabores, subordinados a una vida que les han endilgado, como ratones que se agitan en un laberinto, sin percatarse de que también han colaborado en su construcción. Su agitación ensimismada ayuda. Adultos con retardo, aunque piensen que dominan y controlan su mundo. Mientras tanto, la vida se escurre entre orificios imperceptibles. No importa, sigue revolviéndote dentro de esa gran cubeta elástica. Quizá pienses que golpeas a algo, y que eso cambia algo tus circunstancias. Quizá pienses que tu negación sirva para demoler algo.
En esos suburbios de Londres hay muchos como tú, Coxy (Gary Oldman), aunque pienses que eres distinto, aunque pienses que puedes jugar como si fueras un niño ya grande al que no le gritan porque eructa o para que vuelva pronto a casa mientras juegas con tu disfraz de botas doc martin y tu pelo rapado. Hay quien te mira como si supieras que sabes lo que haces, como es el caso de Colin (Tim Roth), alguien que parece que tiene cierto retardo mental, o quizás es que esté tan replegado en sí mismo que permanece en permanente pausa, como si el mundo fuera una línea de autobús que le recogiera en cualquier parada en la que se detenga. Como si se hubiera quedado en la estación de la calle 'Mientras tanto'. Colin se deja llevar de aquí para allá; es poco hablador. Sus gestos o sus palabras siempre llegan tarde, tras un silencio en pausa que rasga las conversaciones como si desnudaran su tembloroso telón. Colin cobra el paro, como su hermano mayor, Mark (Phil Daniels), o como su padre, Frank (Jeff Robert). Su familia es un hervidero de reproches, en la que las ventanas corren el riesgo de precipitarse en el vacío. Es un cuarteto que encontrará su correspondencia en muchas familias en esos edificios colmenas.
En cualquier de ellos vivirá también la familia protagonista de 'Todo o nada' (2002), o podría vivir la madre y la hija de 'Secretos y mentiras'.(1996) Si en esta había un hermano que vivía en una zona más prospera, de adosados, en esta Mavis (Pam Ferris), la madre, tiene una hermana, Barbara (Marion Hanley), aunque la relación de esta con su marido no parece ser muy 'próspera', por lo que insinúan sus lágrimas, y el alcohol que ha bebido, el hecho de que quiera decorar de nuevo ciertas habitaciones. O, sobre todo, su mirada cuando le pregunta Mark porque no han tenido hijos. En el paraíso tampoco se expanden las sonrisas, van con mucho retardo. Barbara le pide a Colin que le ayude a decorar la casa, lo que sienta mal a Frank. Y este no duda en reventarle esa posibilidad de encontrar un respiro financiero, un dinero para poder comprarse unas doc martin.
Hay realidades que no se podrán transformar, porque se dinamitan a sí mismas. Como hay demasiadas crispaciones acumuladas que no salen a la superficie, o salen como el brote de un geiser por donde menos lo esperes y de un modo indirecto, como las palabras y las miradas y los gestos parece que van por vías distintas, que a veces colisionan. De ahí ese sordo lirismo que prende en la narración, como la vibración de un acorde que quedará suspendido sin nunca liberarse del todo.
En 'Meantime' (1983), de Mike Leigh, una producción televisiva para Channel Four, no hay catarsis como en las dos obras citadas. O si la hay, es de modo más esquivo. Una reacción de negación por parte de Colin, un pelo rapado, un rechazo a la competición por querer regir y controlar su vida. Si no se logra construir, cambiar el decorado, queda la mera negación. Ocultarse en sí mismo, mientras las voces callan lo que sienten o se enzarzan en reproches o discusiones bizantinas para cubrir el mientras tanto en el que se ha convertido su vida detenida dentro de una gran cubeta aunque piensen que golpean con un palo los límites que ellos mismos han ayudado a forjar.
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