jueves, 8 de agosto de 2013
Stephen Rea, el escurridizo laconismo
Stephen Rea ha sido el rostro del cine de Neil Jordan, su cómplice en la pantalla desde sus inicios, aquel rostro de expresión compungida que parecía cincelado por la piedra de la pesadumbre y de la firmeza en su propósito de venganza, en 'Danny boy' (1982). Tristeza que parecía abrirse como una grieta en su laconismo en su memorable creación de 'Juego de lágrimas' (1992). Dolía la esforzada contención que emanaba de su personaje, para que no le desbordara el patetismo, en 'El fin del romance' (1999), y se convertía, sobre todo su aparición en la noche, en la figura siniestra más inquietante, como la sonrisa de un payaso que se convierte en filo, en 'Entrevista con un vampiro' (1994), en la que supera, con creces, a sus coprotagonistas masculinos, Cruise, y aún más, Banderas y Pitt, o su laconismo era un singular contrapunto con el dinamismo hirviente del protagonista en 'Michael Collins(1996). Otras obras de Jordan en las que ha participado: en 'En compañía de lobos' (1984), como hombre lobo, o en las sugerentes 'Contracorriente' (1997), 'Dentro de mis sueños' (1999), 'Desayuno en Pluton' (2005), o en la más discreta 'Ondine' (2009). Fuera de la órbita 'jordaniana' hay que destacar, entre otras, sus interpretaciones en 'La vida es dulce' (1990), de Mike Leigh, 'Ciudadano X' (1995), de Chris Gerolmo, 'V de vendetta' (2005), de James McTeigue y especialmente su memorable personaje siniestro de la mini serie 'The shadow line' (2011)
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