viernes, 2 de agosto de 2013
Lore
El cine de Cate Shortland tiene bastante de puntillista o neoimpresionista. Sus planos son como las pinceladas gestálticas, fragmentos que capturan instantes, luces, movimientos, aparentes trazos inconexos, incluso el uso en los encuadres del enfoque y el desenfoque parece que aplicara esa dinámica (se crean singulares relaciones compositivas entre las partes enfocadas o las borrosas, difuminadas). Pareciera que primara el fragmento sobre el conjunto, pero no es sino la corporeización, la correspondencia formal con una fractura, así como con un desenfoque. En 'Somersault' (2004), el universo de la protagonista, Heidi (Abbie Cornish), se resquebraja, y tiene que recomponer los pedazos de una vida realizando un tránsito, un viaje, un cambio, un reajuste, de escenario, de figuras. Su mirada, desenfocada, palpa la realidad, buscando una cohesión en el conjunto, una armonía.
En 'Lore' (2012), coproducción germano australiana, en la que Shortland adapta con Robin Murkhejee la novela de ésta (The dark room), Lore (Saskia Rosendhal) se enfrenta a un mundo que se derrumba, que se desintegra. Su familia se disgrega tras que se sepa que ha muerto Hitler. Su madre se marcha por unos días, pero ella, dado que los lugareños comienzan a mostrar su resentimientos con ellos, tiene que abandonar del lugar donde la esperaban, llevando a su cargo a sus cuatro hermanos, uno de ellos un bebé. Inicia una odisea, un tránsito, aunque no sabe hacia dónde, un viaje en un país fracturado, ya dividido en zonas según los ejércitos que lo ocupan. Realizará un reajuste, cuando su perspectiva comenzará a modificarse radicalmente. Su mirada modelada por unos valores, los que le ha inoculado su familia, los del poder que ahora caído, se confrontan con lo 'otro', con las perspectivas que han estado sumidas en un fuera de campo, como la del judio, Thomas (Kai Molina), que en principio parece una amenaza, otro de tantos hombres que ve cómo violan a mujeres, y que se convertirá en compañero de viaje que les salvará la vida en varios momentos.
La confrontación con la muerte, con la violencia, con un paisaje después de la batalla tan sórdido como brutal, modificará completamente su perspectiva. Ya no es una figura de porcelana en un mundo protegido, aislado, sino una figura quebrada que tras tomar consciencia de lo real no puede aceptar,, la enajenación que comporta la rigidez controladora que padecían, la de un modelo de vida, de mirada, que reencuentran, en la conclusión de su , en su abuela. ¿Cómo puede aceptar después de todo lo que ha sufrido y visto en su odisea aceptar una grotesca disciplina que valora ante todo las formas, como el golpear la mano de un niño por querer comer antes del momento señalado?. Lore se ha convertido en una figura disidente, en alguien que ha variado el curso de su mirada. Ha dado el paso a una nueva forma de habitar la vida.
Si, por ejemplo, otra producción alemana reciente como la interesante 'Barbara' (2012), de Christian Petzold, es una película en plano medio largo que se traza sobre las distancias (quizás hasta demasiado contenida), 'Lore' es una película en primer plano, hasta de planos detalles, sus trazos son sacudidas, convulsión, como si fuéramos zarandeados por la resaca de un oleaje, sintiendo la arenilla en nuestra piel. Shortland hace cuerpo de esa desintegración, la que se va produciendo en la mirada de Saskia, como una mirada que desnuda una realidad herida, mutilada: resulta demoledora la revulsiva presencia, la materialidad, que se da a los cuerpos, magullados, ultrajados, contusionados. Los sonidos se distorsionan, como si la consciencia se convirtiera en un estruendo que ensordece, como cuando descubre en un establo el cadáver del hombre que se ha disparado en el ojo. Los planos no son puntos, son esquirlas, que buscan el ángulo de los rasponazos en una mirada que romperá la porcelana que entorpecía su visión para enfocar con claridad.
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