sábado, 3 de agosto de 2013

Leolo

 photo OIR_resizeraspx_zpsc35a0fe3.jpg Hay películas que me abren en canal, porque me recuerdan que hay más vida que la que puedo abarcar, y porque me recuerda la urgencia de actuar, como lee Leolo (Maxime Collin) sobre lo que deben aportar los libros. 'Leolo' (1992), de Jean Claude Lauzon, se fragmenta en esquirlas, entre la evocación y la imaginación, entre la atracción de los abismos, de quedarse sumido, postrado, y la propulsión de la inventiva, del deseo que busca tanto sumergirse como ascender, porque sientes que no hay límite que no pueda ser superado o transgredido. Porque la realidad, por un lado, parece escurrírsete entre las manos y difuminar los sueños, arrojados a una distancia que parece incluso la del tiempo. ¿Cómo alcanzas lo que sueñas si pertenece a otro tiempo? Te sumerges en las aguas en busca de tesoros, aunque tengan la apariencia de chatarra, anhelas sentir la piel de lo sublime, aunque su mano quizás acaricie lo grotesco, aunque su boca quizá muerda las uñas de la sordidez, la ballena varada en el baño, el abuelo de Leolo, que tiene cautivo el sueño de Leolo, a Bianca como sirvienta de placer.  photo OIR_resizeraspx3_zpseb444506.jpg 'El mundo parece salvaje por fuera, y raro por dentro', decían en 'Corazón salvaje' (1991), de David Lynch, o 'El mundo no es triste, es grande', decían en 'Yo te saludo, María' (1983), de Jean Luc Godard. Terence Davies exploraba la memoria con la poesía que cincelaba cantos y lágrimas entre sombras, en 'Voces distantes' (1988) y 'El largo día acaba' (1991). Jaco Van Dormael hacía, en 'Toto el héroe', cuerpo de una herida, la que abre la colisión o desencuentro entre la imaginación y la evocación, la que traza senderos en los horizontes y la que se magulla las rodillas a ras de suelo, entre lo que se anhelaba fuera y lo que fue, entre la ilusión y la decepción. Lo que no se llegó a ser ni realizar, la vida postrada que hierve con la bilis de quien siente que su vida ha sido robada. La imaginación, la ficción insurgente, lanzaba balas para recomponer lo que en la vida no se hizo cuerpo, aunque al fin las balas sean para asumir que los sueños sueños son, y uno no es. En 'Leolo' se repite la letanía, 'Porque sueño, no lo soy'.  photo OIR_resizeraspx4_zps656128e8.jpg Como Toto, Leolo es el personaje que sueña ser, para no sentir que es realidad trivial, es Leolo Lonzone, no meramente Leo. Nació de un tomate impregnado de semen eyaculado en Italia por un agricultor que no podía contener masturbarse, oculto tras una pila de tomates, ante la mujer que deseaba. El mundo está trastornado, como su familía. Hay un cartel invisible de 'averiado que cuelga del ascensor estropeado de la vida. Un mundo salvaje, que te puede atropellar cuando menos lo esperes. Se abusa de otros por demostrarse que es fuerte, ya sea forzar a un gato o golpear a otro chico. O no tienes escrúpulos, o tienes miedo, por muchos músculos de los que te dotes. Lanzon hace canto de esta desgarradura, se sumerge en busca de tesoros, aunque sea chatarra, la música se eleva, y sueña que sea parte de un coro en la Grecia de los mitos, pero la música tiembla entre ruinas, Bianca es un cuerpo en la distancia. Quizás sólo quede ese trozo de carne en el que eyaculas mientras admiras mujeres en una revista. Como todo es posible, los sueños pueden ser sólo distancia, y una carne fría entre tus muslos.  photo OIR_resizeraspx5_zpsad67f96c.jpg 'Leolo' es un canto fúnebre, por esa vida que no se logra abarcar, porque a veces tomas consciencia de que no sabes cómo actuar. Porque sueño, no lo soy. 'Leolo' hace sentir que el mundo es triste, aunque con el ímpetu de los dedos ensangrentados por arañar una superficie resbaladiza para evitar no precipitarse en el hoyo de la pesadumbre. Porque más que trastorno, lo que amenaza a Leolo como maldición familiar, es la pesadumbre, no asumir que también será un fantasma en vida, un cuerpo que se conduce por inercia, un mecanismo que no actúa sino que es resorte y que vivirá para observar como caga, olvidándose de que hay alturas, vida que no imagina que se puede abarcar. Leolo Lozone, vida imaginaria, imaginación disidente que no quiere que su espíritu acabe arrugado como el rostro de su padre, esbirro de un sistema de vida que come y caga, y de vez en cuando va de picnic. Esos rituales que pueden hacerte desaparecer si tu mente no quiere actuar ni quiere abarcar lo no imaginado. El mundo es muy raro por dentro, no dejar de asombrarse mantiene la mirada despierta. Aunque a veces duela mirar, sentir tanto, y se prefiera poner la imaginación entre hielos.  photo OIR_resizeraspx2_zpsea09eb35.jpg En las sombras parecían desvanecerse las figuras del recuerdo, en 'Voces distantes', figuras cuyo presente parecía siempre a punto de difuminarse en su fragilidad, aunque el canto les alzara, como si cogieran aliento para seguir sosteniéndose entre las sombras. En 'Toto el héroe', la carcajada culminaba un trayecto de desplome, de vida arruinada, que encontraba la ascensión en la desaparición, como una celebración de la vida que no fue pero pudiera haber sido. Miradas que enfrentan a la vida que se desperdició, que no se logró abarcar, a las cicatrices de silencios que no fueron convertidos en música. Celebración de la vida en sus exequias. Cenizas que lloran, mirada extraviada en el hielo, cantos que se desgajan como un lamento insondable. La imaginación alza el vuelo, pero se estrella, como Icaro, como Lauzon en aquel avión en el que perdió la vida en 1997. Pero nos dejó este conmovedor y combatiente canto de lo posible, de lo que se puede abarcar si nuestra mirada se propulsa y actúa.

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