martes, 16 de julio de 2013
The purge: La noche de las bestias
1.Que alguien quiera irrumpir en tu hogar ya es un incordio, pero que lo logre lo es aún más. Te trastoca tus rutinas. Tienes a todas horas un elemento extraño, como en 'Yo amé un asesino' (1951), de John Berry, o varios, como en las dos versiones de 'Horas desesperadas', realizadas por William Wyler y Michael Cimino, respectivamente en 1955 y 1990. Incluso, pueden demandar, de modo constante, tus atenciones (puede además que de modo un tanto picajoso), y quizá sientan que son quienes rigen y orquestan lo que ocurre o deja de ocurrir en lo que era tu hogar. Hay quien sencillamente entra para apoderarse de lo que es tuyo, como en 'A sangre fría' (1966), de Richard Brooks, y de paso igual te descerraja un tiro que implica fin de emision en la pantalla de tu vida. En el género de terror una de sus situaciones tipo más populares, casi un subgénero, es la amenaza de seres que a veces parecen sobrenaturales porque no parecen poseer identidad, ya que se esconden tras máscaras, ni propósito material (ni dinero ni refugio provisional).Lo que buscan simplemente es solazarse con el placer de aterrorizarte, torturarte, de sentir que tu vida está en sus manos.
Una forma de decirte, aunque no sean consciente siempre de ello, que el hogar no siempre establece límites con el caos que rige afuera (aunque pensaras que todas las piezas encajan en su sitio, sea en el encuadre de tu hogar, de tu televisor o de tu compartimento de vida laboral). En suma, el lobo puede derrumbar cuando quiera con un soplido tu casa da igual de qué material esté hecha. Son 'los extraños', 'ellos', 'visitantes' (imprevistos e indeseados), algún asesino en serie que realiza tareas de bricolage con humanos. Y os encontráis 'Solos en la oscuridad' como en la notable obra, de 1982, de Jack Sholder, o resistiendo un asedio en el espacio representativo del orden, una comisaria, como en la estupenda 'Asalto a la comisaría del distrito 13' (1977), de John Carpenter. A veces son las bestias, los fantasmas, que se han desencadenado en el exterior (en consonancia o consecuencia con lo que dirimen en su interior, o sea, mente), como reflejan 'Perros de paja' (1971), de Sam Peckinpah o 'La habitación del pánico' (2002), de David Fincher.
2.En 'The purge: la noche de las bestias' (The purge, 2012), de James DeMonaco, hay máscaras, y visitantes que tocan el timbre pero no porque tengan que ver con Avon ni porque tengan intención de pedir un poco de mantequilla. Quieren que la presa que se les ha escapado les sea entregada, porque si no tomarán medidas un tanto expeditivas que implican uso de armas de fuego, bates y cuchillos de muy diferentes tamaños (algunos adecuados para eliminar la maleza en la selva). Los demandantes son aquellos que representan el estamento acomodado, jóvenes de raza blanca de vida opulenta con la que pueden disfrutar de los lujos que deseen (y por qué no añadir caprichos como la caza del hombre al modo de Zaroff). La presa es un 'sin techo', y negro. O sea no sólo no es uno de los 'suyos', de su 'tribu', sino que es un representante del otro extremo de la pirámide, es decir de la base que están acostumbrada a pisar, o sobre la que tirar sus desperdicios.
La premisa, o la metáfora que subyace en esta sugerente obra no carece de mordacidad. En Estados Unidos se ha establecido un único día anual de purga en el que se puede dar libre rienda a los instintos violentos y matar a quien te apetezca porque ese día las fuerzas del orden se habrán tomado el día libre. El gobierno considera que esa espita ha conseguido que la delincuencia haya descendido considerablemente, y se haya reducido al uno por ciento. Así que por un día jarana y fiesta, elimina a quien te ha tocado las narices durante todo el año, o mata al desconocido que te apetezca para desahogar tus frustraciones y resentimientos y hastíos ( o porque, de vez en cuando, hay que variar los disfrutes recreativos; y hay que ser comprensivo: el aburrimiento determina muchas de nuestras acciones, reacciones y desafueros).
Para poner una guinda a la metáfora se elige como protagonista a quien ha suministrado los servicios de seguridad a toda una próspera comunidad (prototipo de comunidad piloto de esta sociedad de la opulencia, eso sí, para unos pocos privilegiados, porque así se sigue alimentando la competitividad y esta sumisa sociedad de esbirros que siguen pugnando por subir escalafones aunque algunos, mientras, se lamenten por ciertas injusticias). Ese servicio ha propiciado que Sandin (Ethan Hawke) se haya enriquecido de tal modo que posee una mansión envidiada por todos. Es el prototipo del que diez años antes no sabía cómo llegar a fin de mes y ahora ha perdido toda rastro de escrúpulo y conciencia porque se ha forrado. Sus lamentos de antes son ahora alborozo jactancioso. Ahora vive en la torre a defender, ya no en la periferia de los que no saben si comerse las falanges para sobrevivir. Como tantos otros, rápidamente se olvida las penurias que se sufrió, y aún más de que otros las sigan sufriendo.
Claro que, pese a que la obra no carezca de interés y resulte estimable, queda la sensación de que no pasa del esbozo, o de la metáfora espinosa. Los personajes se perfilan con rasgo y medio, sin alcanzar, por ello, la densidad dramática o simbólica de las citadas obras de Peckinpah y Fincher. Tampoco es que Haneke se preocupara demasiado de perfilar psicologicamente a sus personajes en 'Funny games' (1997), cuya sombra alargada planea sobre esta obra. Pero en 'The purge', por su planteamiento, se revela como insuficiencia (como si los personajes también fueran invadidos por ciertos clichés; y las situaciones por ciertas formulas). Más allá de que Sandin modifique su actitud a mitad película, como si la situación extrema le sirviera para ver la luz y ver a través de quien fue, o pudo ser (el 'sin techo'), la máscara inerte en que se ha convertido, tampoco se trazan complejos trayecto dramáticos que superen el mero apunte. Como se queda en lo esquemático el trazo de los cuatro componentes de la familia. El conflicto en (el personaje de Hawke) o entre la familía, con un modelo de vida, o con su entorno, queda dibujado como a medio trazo.
Resulta sugerente el uso que se realiza de todo tipo de cámaras, de aquellas con las que se vigila el exterior o la que utiliza el hijo con su muñeca quemada sobre artilugio móvil (cual travelling a ras de suelo por la casa). Se agradece la mala uva que contiene como ácido la película, pero no acaba de elevar el vuelo, a no ser a ráfagas, aunque tampoco es que se estrelle. No faltan algunos puntuales momentos de eficaz atmósfera perturbadora (que hacen palpable la amenaza, y la sensación de vulnerabilidad), pero le falta la progresión y continuidad de atmósfera opresiva de otra producción de Blumhouse, 'Sinister' (2012), de Scott Derrickson. Como se agradece algún giro que retuerce aún más, con afinada perversión, la corrosión de su mirada sobre una sociedad de falaces apariencias sostenida sobre una violencia que, maquillada, se aplica y ejerce a través de los desequilibrios sociales y económicos, así como sobre una capciosa seguridad que conlleva espitas de violencia, purgas silenciosas (exteriores, o internas) para satisfacer los instintos más ciegos que dominan una corrompida sociedad. Al fin y al cabo, la noche de las bestias es como extremar la función de tantas fiestas populares o eventos deportivos (y alguna que otra guerra). Quizá el vitriolo no abrase lo suficiente la piel de nuestras máscaras, pero, desde luego, algo salpica. Y se agradece esa quemadura.
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