viernes, 26 de julio de 2013
¿Qué hora es allí?
¿Qué hora es allí donde no estoy? ¿Qué hora es allí donde está aquella o aquel con quien quisiera estar? Hay distancias que separan, las que marca el tiempo, el espacio, y aún más, la muerte. Pero ¿Por qué aceptar los límites, lo improbable, e incluso lo imposible? Ausencias, anhelo de sentirse presente. Y sentirse presencia es sentirse con, junto a. La vida se realiza en el entre. En '¿Qué hora es allí?' (Ni na bian ji dian, 2001), de Tsai Ming Liang, Hsiao Kang (Kang Sheng Lee) retrasa siete horas todos los relojes, no sólo aquellos que vende en su puesto en el mercado, los que porta en la maleta en la que los expone, o los de su casa, sino todos aquellos que se encuentra, sea en las tiendas, o sea el que encuentra en cualquier lugar, como en un cines. Es una forma de sentir proximidad con lo distante. Con aquella chica, Shiang Chy (Shiang Chy Chen), que quería comprar el reloj que él usaba, y acabó comprando una réplica. Y él sintió que era su réplica. Así que si ella viajaba a París, quizás modificando la ilusión temporal, viviendo en la hora de París, se sintiera junto a ella, como si realizara una invocación y los tiempos pudieran fundirse, como anhela sentirse con ella.
Hsiao vive en su película, porque vivir una fantasía es montar una película, habitarla en la mente, conecta con la vida, impulsa, incentiva, te hace sentirte en el tiempo, con dirección. Hsiao, incluso, compra películas que transcurren en París, como 'Los cuatrocientos golpes' de Francois Truffaut. En las imágenes vemos a Doinel girando en una atracción de feria. ¿No es como se siente quien se enamora? La gravedad parece que se pierda, una flota, gira. La vida te torna el rostro en una sonrisa ávida de travesuras, como robar, como Doinel, una botella de leche y bebértela entera. Hsiao entra en un cine, el mismo que protagonizará 'Goodbye, dragon inn' (2003), y se acomoda en la butaca abrazando un reloj que ha cogido del pasillo. Abraza una película, la que transcurre en su mente, en la que está en compañía de aquella chica que sintió como su rèplica. Shiang erra por París como un fantasma, como una figura que no encontrara un centro, que no encontrara réplica. Hay hombres que le aluden en el restaurante, con la excusa de ayudarle a comunicarse con la camarera, o que la observan desde el otro andén en el metro. Incluso, Jean Pierre Leaud, en un cementerio, la alude, dejándole su número de teléfono. Pero Shiang parece sentirse como esa figura postrada que observa en una de las tumbas.
El ansia de Hsiao por sentirse en el tiempo junto a Shiang, provoca una consecuencia inesperada. La madre (Yi Ching Lu) lo interpreta como un mensaje de su marido recién fallecido. Se convierte en el primer detalle, en el primer signo, que interpreta como un anhelo del marido por sentirse junto a ella, por retornar. Cambia la rutina de las comidas, cenando a medianoche. Llega a quitar la electricidad, porque piensa que la luz le puede molestar, y por ello, impedir que venga. Conversa con el pez en el acuario porque interpreta su gesto de acercarse como si fuera un mensaje de su marido fallecido. La madre reza, como si una fiebre le poseyera, el hijo erra por la ciudad, como Shiang lo hace en París. Hay ocasiones en que los espacios parecen conectados: Shiang, en la cama, mira hacia el techo, a causa de los ruidos arriba. El plano siguiente es el de la madre rezando ante el reloj de hora cambiada.
Mirar hacia el fuera de campo, las pantallas. Soñamos luego existimos. El sueño, el anhelo, invoca, espera.
Los planos son largos, dilatados, como una respiración profunda, melancólica. Los silencios abundan, como si la narración estuviera hilvanada con puntos suspensivos.
Los cuerpos claman: La madre se masturba, mientras en primer plano permanece la foto en silencio del marido. Hsiao folla con una prostituta, que se lleva su maleta con los relojes. Shiang duerme junto a una chica de Hong Kong que se ha preocupado por ella en un bar al verla vomitar. Los cuerpos parecen aproximarse, pero la otra chica duda.
Shiang se queda dormida, agarrada a su mochila (como Hsiao antes al reloj en el cine), como una figura postrada, en un parque, junto a un estanque, en el que fluye su maleta.
La vida está tejida sobre pantallas, sobre ausencias, que quisiéramos realizar, hacer presencia. Aunque quizá los sueños no correspondan. A Shiang parece que le interesan más las mujeres. Y el fantasma del marido, que recoge la maleta del agua, está lejos, en París, paseando bajo una noria. Porque algo de noria tiene la vida, dar vueltas y más vueltas entre las ilusiones y las pérdidas. Sublime.
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