lunes, 22 de julio de 2013
Lejano
Lejanía con respecto a los otros, a las propias raíces, a uno mismo. Mahmut (Muzaffer Ozdemir) es un fotógrafo que ya mira la realidad desde la distancia, como si no fuera parte de ella. En una secuencia le reprochan que haya abandonado sus pretéritas ambiciones artísticas, cuando no dejaba de mencionar el cine de Andrei Tarkovski como referencia de la mirada disidente, de la mirada despierta, de la mirada exploradora, transfiguradora. Mahmut se ha convertido en alguien como el escritor o como el científico de 'Stalker' (1979). Ya no cree en nada, se ha abandonado a sí mismo, apoltronado. Su mirada es una costra. La zona no existe, vive en la anti-zona. Esa que recorrerá, y en la que se extravíará, y en la que se enajenará, Yusuf (Emin Toprak), un pariente que viene de lejos, de la zona rural, de esa realidad con la que perdió contacto Mahmut; ya ni siquiera para fotografíarla: hay un momento en que duda si plasmar esa belleza, pero ya ha perdido el impulso del asombro, el entusiasmo, ya es un mero funcionario de la mirada).
La presencia de Yusuf no supondrá, no propiciará, por contraste, un incentivo. Más bien se convertirá en incordio, perturbación y molestia, como ese ratoncito que Mahmut desespera por capturar. Yuseff es como la visita del fantasma de las navidades pasadas de la obra de Dickens, aunque más bien viene a revelar que Mahmut ya es un fantasma. A Mahmut, en la citada secuencia, también le reprochan que esté más preocupado por si vienen mujeres a la reunión que por inquietudes artísticas. En una posterior secuencia, Mahmut ve, junto a Yusuf, 'Stalker' en la televisión (la secuencia en la que cruzan hacia la Zona). En cuanto, Yusuf se marcha, hastiado, Mahmut cambia a una película pornográfica (ya utiliza el cine de Tarkovski como instrumento, para aburrir a su pariente, y poder quedarse solo). Yusuf erra por la ciudad, por un paisaje congelado, nevado, con imágenes empañadas de extrañeza, como ese buque ladeado en el puerto (una de las imágenes más poderosas que ha dado el cine la pasada década). Yusuf busca empleo, quiere embarcarse como marino, pero no hay trabajo, como no lo había en su pueblo (donde fue uno de los mil despedidos de una factoría). Yusuf pierde el norte, el rumbo, y comienza a desorientarse, como si su mirada se empañara, poseída por esa 'Antizona', por lo que transpira la actitud de Mahmut.
En otra secuencia, Mahmut ve en la televisión 'El espejo' de Tarkovski. Manteniendo la hermosa música de Eduard Artemiev realiza el tránsito a sendos planos en los que Mahmut, por un lado, y Yusuf, por otro, miran por la ventana. El contraplano de la mirada Yusuf es una mujer en la calle, en la que ya se había fijado. El siguiente plano une a los dos en el encuadre, ambos juntos mirando por la ventana. La mirada de Yusuf comienza a enajenarse, como si fuera poseída por la de Mahmut, como si ya enfocara como la de Mahmut. Sus derivas por las calles ya no serán en busca de trabajo sino siguiendo a una mujer u otra. Sólo las mujeres ya focalizan su mirada, sea en la pantalla del televisor, o en la realidad. Ya son dos personajes que miran desde la lejanía, desde la distancia. Yusuf mira un barco que sale del puerto. Mahmut mira, a escondidas, a la que fue su esposa cómo pasa los controles en el aeropuerto, antes de coger el avión que le llevará a otro país, Canada.
En 'Lejano' (Uzak), Nuri Bilge Ceylan vuelve a demostrar su dominio del tiempo, de la duración de los planos, como si los personajes habitaran un tiempo que fuera un limbo. Los personajes se desplazan, transitan, pero ante todo miran. Una mirada varada. Como si el tiempo estuviera vaciado. Como si ya nada hubiera que realizar. Sombras, como las que cubren como un manto a Mahmut, o quizá emanen de él, en la secuencia en la que comparte sexo con su amante, en la que no hay palabras, sino gestos apesadumbrados, lágrimas silenciosas, cuerpos que parecen exhaustos, desganados, dolidos. El de Mahmut es un cuerpo que no sabe que es un fantasma. Cuando se ha liberado de la figura que perturbaba su embalsamado orden, se queda con lo único que tiene, con su mirada, con la que contempla y observa desde la distancia, lejano para la vida, para los otros, y para sí mismo.
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