miércoles, 31 de julio de 2013
Antes del anochecer
Después de pasarse años soñando con el otro, con establecer el vínculo, con materializar lo anhelado, hacer relación la idea, se pasa a una lid, subterránea o manifiesta, en la convivencia con el otro, en la forja de una conjunción, en la que los sueños de uno u otro no se vean pisados, atropellados, arrinconados, subordinados por los del otro. Se modela en los sueños anticipatorios, en la fantasía de lo que se quisiera que fuera, ilusiones suspendidas fuera del tiempo, fulgores de la ascensión romántica, éxtasis de la sublimación. Ya en el tiempo, a ras de suelo, se intenta modelar al otro, ajustarlo a cómo quisiera que fuera, a lo que se soñaba, se pugna por amoldar, acoplar, a cómo uno es, a lo que uno necesita, como si se convirtiera a lo soñado, a lo excepcional, en extensión, prolongación, en reflejo de uno mismo.
En la secuencia inicial de 'Antes del anochecer' (Before midnight, 2013), de Richard Linklater, se enciende la mecha que explotará en sus pasajes finales. Una mecha que revelara otras mechas que se encendieron antes pero quizá se apagaron antes de la deflagración. La despedida en el aeropuerto de Jessie (Ethan Hawke) de su hijo Hank, que retorna a Estados Unidos para reunirse con su madre, la ex esposa de Jessie, con quien vive, tras pasar las vacaciones con su padre en Grecia, se convierte en el semillero que hará brotar fricciones, ciertas tensiones, diferencias, o insatisfacciones no resueltas, o sedimentadas, sin que nunca se hayan confrontando, por lo menos con la necesaria contundencia. Quizá, de ahí la descarnada virulencia de su enfrentamiento que contrasta sobremanera con la luminosidad que emana de su relación en los primeros pasajes, que transmiten la idea de una relación conciliada, cómplice, firme, sin fisuras remarcables (aunque algún indicio se podía advertir, aunque quizá no con tal onda expansiva retenida). 'Antes del anochecer' se trama sutilmente entre lo dicho y lo no dicho, entre lo manifiesto y lo insinuado; hay otra corriente subyacente, que vibra candente entre líneas, entre palabras.
Esa despedida abre varias brechas: la amargura de Jessy por no haber estado presente en la educación y crecimiento de su hijo. Ver cuán armoniosa ha sido la relación con él (y sobre todo, su afirmación de que ha sido su mejor verano para él) le suscita el deseo de retornar a Estados Unidos para estar más cerca de él. Sentimiento, idea,que comparte con Celine tras que esta haya expuesto sus dudas sobre si aceptar o no un trabajo gubernamental, que no es el ideal pero supone reafirmar su trayecto profesional, en esos momentos en estado de indefinición (detalles: Jessy cogiendo una manzana de sus hijas dormidas; Celine señalándole que su hijo se quedó prendado de una chica a la que besó: quizá esa sea la razón principal de calificarlo como el mejor verano; y, en especial, Jessy solapa el conflicto crucial de Celine con el propio). Segunda brecha; la educación de los hijos (tienen dos gemelas), tan absorbente que hipoteca y condiciona radicalmente la vida, como si ya la vida propia fuera, en cierta medida, una extensión de la de tus hijos. Esa educación que parece haber estado más sostenida sobre los hombros de Celine, y ahora se abre otro campo, a otro hijo, que no es propio, lo que comunica con una tercera brecha, mas subterránea, más incordiante, que no puede explicitarse.
Hank es el hijo de otra mujer, representa aquella vida en la que ella no estaba presente, el pretérito, el tiempo en que no estaban juntos, el tiempo que se convirtió en agujero negro por los propios errores que habían cometido cuando se conocieron por vivir en un mundo de fantasía o cuento de hadas. Se convierte en la suma de elementos que encienden una mecha que hacen explotar a Celine, porque ha vivido a ras de suelo como un sacrificio, como una sumisión, sosteniendo a su familia, subordinando deseos propios, y ha entrado, además, en una fase de su vida en el que su cuerpo se transforma y empieza a verse con una imagen que no tiene que ver con la que tenía cuando cautivó a Jessy. Un cuerpo en estado de tránsito, como el de su trabajo, sin resolverse, sin realizarse, abrumada por las dudas de cuál puede ser la mejor decisión, a la que no ayuda precisamente la propuesta de Jessy de un posible retorno a Estados Unidos, y para estar más cerca de otra vida (vida del pasado, vida de otro presente). Celine se siente como si la hubieran borrado para sacrificarse por la vida de los otros, sus sueños subordinados a los de Jessie, escritor (detalle que es puntilla: que una admiradora quiera que ella también firme los libros que se han inspirado en su relación; ella niega que tenga que ver con la del libro), como si fuera sólo una extensión de él, cuidadora de sus hijos, cocinera mientras los hombres se dedican a alabarse los egos.
En la también espléndida 'Un lugar donde quedarse' (2010), de Sam Mendes, la pareja protagonista buscaba su lugar, que era también su referencia, modelo, reflejo (inspirador) de familia, a través de distintas familias o relaciones con las que se encontraban en sus distintas etapas de viaje. Aquí hay una secuencia intermedia, la comida que comparten con varios amigos, tres parejas (que son tres tipos: la joven, la que da sus primeros pasos, aún con sus ilusiones primando, la adulta, como variante o reflejo presente de la de Jessy y Celine, y anciana, que al mismo tiempo, es rota, por viudedad, hay un final inevitable en toda relación). Se ven en lo que fueron, lo que son, y lo que serán, o podrán ser. Surgen a debate cuestiones sobre la perdurabilidad del amor, o las diferencias entre los géneros (que indican que la realidad, o la relación a ras de suelo, intenta sostenerse sobre un sumidero de clichés: lo excepcional se precipita en el estereotipo, un hombre es todos los hombres, alguien que se preocupa ante todo por su pene), y los recursos para mantener el equilibrio de una relación.
Cuestiones que de modo manifiesto o implícito traman una confrontación que desvela que la consciencia del paso del tiempo también tiene sus secuelas abrasivas (la bella secuencia en la que contemplan cómo el sol desaparece en el crepúsculo tras las montañas, mientras ella se acompasa a su desaparición con su 'Gone'; las alusiones de Celine a si le gustará igual su culo cuando tenga ochenta años; la pregunta de si algo corregiría de ella...) así como que las superficies pueden ocultar remolinos que se convierten con el tiempo en tormentas que desbordan, tormentas que quizá puedan ser provisionales, y sirvan para reparar las brechas en el casco que no habían sido advertidas, porque quizá no se había realizado el adecuado mantenimiento. A veces, sólo es necesario estar un poco más atento. Porque, por mucho que ames a quien es la realización de tu sueño, quizás sigues supeditando la vida a la materialización de los sueños, y la otra persona no es un sueño, ni una función en tu propio escenario, es alguien que también sueña, que también pugna por realizar sus sueños, y los hay que son compartidos, y los hay que son singulares. Admirar a quien amas, también implica admirar cómo realiza sus propios sueños.
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