lunes, 17 de junio de 2013
The fall
Duplicaciones. Reflejos. Inversiones. Escisiones. Las sombras de la pulsión de control. La empatía y lo siniestro. Los espacios que compartimentamos. El caos que desborda y precipita en los abismos. Enajenación. Vaciado. Desenfoques. En 'The fall' (2012), serie británica que consta de cinco episodios, creada y escrita por Allan Cubitt, y dirigida por Paul Verbruggen (la segunda temporada se estrenará dentro de año y medio), Paul (Jamie Dorman) es un terapeuta de luto. Atiende y asiste a aquellos que han sufrido una pérdida, como la muerte de un hijo. Está casado, con una mujer, Sally (Broghan Waughh) enfermera que trabaja con niños recién nacidos de salud delicada. Tienen dos hijos. Pero Paul también realiza otra actividad, que implica infligir daño, causar luto. Su vida duplicada es la de asesino en serie. Mata mujeres, a las que primero acecha. Limpia sus cuerpos, pinta sus uñas, y coloca los cadáveres en posición de pose, para realizar fotografías. Las mujeres responden a cierto tipo, jóvenes, morenas, establecidas profesionalmente. En el almacén donde realiza los ejercicios previos antes de convertirse en una sombra embozada de muerte, dispone de un maniquí con peluca negra.
La detective superintendente Gibson, de la policía metropolitana, es requerida para investigar los crímenes. Metódica, firme, determinada. Podría responder al molde de las mujeres que Paul mata, aunque su cabello no sea negro. En su vida íntima tiene establecida su embalse protector. Nada de intimidad. Alude a un detective para plantearle directamente una cita sexual. Hace referencia a cierta tribu cerca del Tibet que practica el matrimonio esporádico. Nada de compromisos. Nada de sentirse expuesta, vulnerable. Protección para no perder el rumbo. Su intimidad es un espacio yermo, de meros instintos, de descarga o recarga de energía. Para Gordon, además, el asesino representa a alguien misógino que castiga, elimina, a las mujeres independientes, a las que ejercen algún tipo de poder, o disponen de cargos de responsabilidad, como puede ser su caso.
Gordon actúa en sus relaciones sexuales según patrones que durante tiempo se admitieron sólo en los hombres, mero sexo sin otra implicación. Era su privilegio, aunque se justificara con nociones de presunta naturaleza. Gordon se convierte en un perturbador abismo que atrae porque no se puede controlar, como le confiesa su superior, quien tiempo atrás lo hubiera dejado todo por ella, como quien sacrifica todo lo que tiene y es para conseguir la concesión de favores de quien se desea doblegar. Paul atrae a la quinceañera que cuida de sus hijos. Se convierte en un abismo de atracción porque ignora cómo es, cómo siente, es una representación sublimada. Paul controla su instinto; la presa sólo la quiebra cuando se convierte en sombra sin rostro.
Reflejos, identificaciones y oposiciones. Ambos son los extremos, o lo parecen. Paul se deja desbordar, en ese espacio compartimentado en el que emborrona su identidad cual sombra, negrura de instinto que es desquiciamiento, la descarga de un dolor ajeno que no consigue contener, la empatía se ve desbordada, se enajena, el dolor para asimilarlo se torna en infligir daño. Ambos comparten una pulsión de control, de dominio. Uno rompe la presa interior, se rebosa, la otra apuntala aún más firmemente esa presa, se vacía. Gordon se pinta las uñas de sus manos, como Paul pinta las uñas de los cadáveres.
Paul y Gibson conviven diariamente con el dolor, con la pérdida. Paul ha implosionado. Como si un agujero se hubiera abierto en su interior. Gibson se mantiene en el filo, porque no deja que el caos arrase su espacio íntimo. Sabe mantener la distancia. Paul se entrega y ayuda a otros. Gordon no juzga, no moraliza, su misión es detener a un asesino, a una brecha en la presa de una sociedad crispada, congestionada.
La violencia se palpa y respira en el ambiente de Belfast. En la violencia doméstica que se refleja en una pareja que no logra afrontar la muerte de un hijo, y lo vehicula en reproches y agresión. En el asesinato de un policía, delante de su hijo pequeño, por parte de un cómplice de un delincuente que acababa e detener. En las amenazas de unos vecinos que no aceptan que un amigo haya sido detenido por infligir la violencia doméstica. Hay policías que solventan su precariedad aceptando trabajos como agentes de seguridad para caprichosos hijos de empresarios ricos (suministrándoles drogas y prostitutas). Hay connivencia entre altas instancias policiales y 'caciques' empresariales. Paul logra evitar que una mujer siga sufriendo ese horror doméstico, y a la vez aterroriza y mata a otras mujeres. Su esposa no logra que un bebé logre sobrevivir. Un inspector de policía es incapaz de prever que un detective se dispare en la cabeza delante suyo. Se queda paralizado, incapaz de reaccionar.
Parálisis. Desquiciamientos. Emociones desbocadas. Corrupción. Un mundo en precipitación. Resulta difícil mantener o conseguir el equilibrio. Los abismos cobran víctimas. Se apoderan de quienes proporcionan ayuda a los que sufren la intemperie de la pérdida, del extravío. La oscuridad grita. La realidad está fracturada. No hay un centro. Los refugios también tiemblan, y se convierten en sombras de dolor.
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