jueves, 28 de marzo de 2013
Obsesión
Merrick (Rock Hudson) es un huracán, como se llama la motora fuera borda que conduce a gran velocidad en el lago. Merrick es alguien que atropella la vida. Arrollador, desafía los límites porque para él no los hay, imprudente, despreocupado de las otras vidas, e incluso de la propia, como refleja el grave accidente que sufre con la motora. Su padre murió a los 42 años, y él no piensa desperdiciar ningún segundo de su vida, lo que implica que anteponga su satisfacción a cualquier otra consideración (es decir, los otros, figuras que se difuminan por la velocidad que imprime a su vida; se confunden con el paisaje, y por ello pueden ser arrollados también). De la misma forma que él aprieta el acelerador, y degusta el exceso que arrasa la vida sin discriminación, la propia vida, con sus intrincados hilos, los hilvanará del modo más retorcido, y se convertirá en una maraña que atrapará a Merrick para liberarle. Una maraña irónica que inflige un suplicio para hallar la luz, para encontrarse en otro.
Los azares se concatenarán del modo más delirante, desquiciado en su cúmulo de coincidencias, que propiciará una deriva que se transformará en círculo: Merrick se convertirá en lo que había matado con su inconsciencia. Se convertirá en aquel cuya muerte provoca al necesitar el aparato reanimador tras el accidente. El doctor Philips fallece porque no dispone de ese aparato cuando sufre un nuevo infarto. El doctor Philips es su opuesto, alguien dedicado a los demás, de tal modo que casi ha dejado sin dinero a su viuda, Helen (Jane Wyman) y su hija Joyce (Barbara Rush). Alguien que ha encontrado la ‘realización’, entregándose a los demás. Paradojas, ironías: Merrick se sentirá atraído por la viuda, y al saber que él vive ‘en lugar’ del doctor, intenta contrarrestar, rectificar, pero su generosidad, torpe, será arrolladora, y propiciará que Helen sufra un accidente, un atropello, que la deja ciega.
Cegueras. El que era ciego (irresponsable, inconsciente), Merrick, comienza a ver, comienza a mirar a su alrededor, a fijarse en los demás. Su identidad, su yo, su ego, se desvanece, y como primer paso para convertirse en otro, se presenta como otro. Para Helen no será Merrick, no puede ser lo que éste representa, esa pantalla que le convierte en causante de muerte y accidente. Ahora es Robby, el hombre generoso que no busca recompensa, que la ayuda, incluso consiguiendo que los tres mejores oftalmólogos europeos atiendan a Helen. ¿No es todo un delirio que consigas que te ame, ahora que está ciega, la mujer que te odiaba cuando te veía? Sombras, tinieblas: la secuencia en la que Helen erra por su piso tras que los médicos le hayan notificado que no ven posible una cura o solución de modo inmediato. Las sombras de la impotencia, que se iluminan fugazmente por la reaparición de Merrick, quien también sigue cautivo de las sombras. Ella no le ve, pero ahora le ve mejor, aunque también porque él ha comenzado a ser otro. Pero ¿cómo se puede conjugar ambas imágenes, ambas pantallas, la que fue, y la que es, o se está gestando en su proceso de transformación?
Merrick que desafiaba al tiempo, a lo finito, como quien niega a la muerte, ahora habita el tiempo; las canas dominan su cabello, como en su consciencia ya es alguien que ya no corre, sino que ha atemperado su paso, lo ha ajustado, acompasado, al de los demás. Reflejos, transferencias. Se convierte en médico, como si fuera el relevo o sustituto del doctor Philips. Iluminado por quien representa la luz que le ha sembrado para ser otro diferente, el pintor Randolph (Otto Kruger), aquel que sabe ver, aquel que aprendió a ver, gracias a Philips, y que le inyecta el valor de la magnífica obsesión al que alude el título original, de la adaptación de la novela de Lloyd C Douglas, ‘Obsesión’ (Magnificent obsesion, 1954), de Douglas Sirk, la de entregarse y servir a los demás, como realización vital, como luz de vida. La entrega no arrolla, no convierte a los otros en figuras borrosas.
El círculo se cierra: en la mesa de operaciones dota de posibilidad de recobrar la luz a la mirada de Helen, como a sí mismo se ha dotado de luz en su mirada. La transformación se ha realizado, ha culminado. Ahora ella puede verle, ahora él puede ser mirado. Merrick ha resucitado, es otro, sustituto (reemplazo simbólico) del doctor Philips, en dedicación y amor (realiza su tarea, como médico, ama a la mujer que aquel amó, y es correspondido también). Ya no sólo Merrick vive ‘en lugar’ de Philips. Este vive en Merrick, como si hubiéramos asistido a la gestación de una posesión, una posesión más viene luminosa, divina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario