martes, 5 de febrero de 2013

Mamá

 photo mama-2013-picture-still-movie_opt_zps3bf0ba6c.jpg Hay peces globo, y hay películas globo, que empiezan rebosantes de aliento creativo, y que, en cierto momento, como si hubieran perdido resuello, y se les hubiera desenfocado la mirada, se van deshinchando progresivamente. Ese es el caso de ‘Mamá’ (2012), opera prima del cineasta argentino Andres Muschietti, producida por Guillermo Del Toro. Y es una lástima, porque su arranque, la secuencia que precede a los títulos de crédito, está modulada admirablemente: Un brillante uso del fuera de campo o del off (unos disparos en el piso superior de un adosado escuchados por una niña, una puerta que se abre con el ímpetu que transpira el rostro trasegado de un padre que arranca a sus hijos del hogar sin que se sepa a dónde; frases: ‘papá, hay una mujer fuera en el bosque, y no toca el suelo’), o de los espacios, sean los exteriores nevados o los decorados, los de una abandonada y destartalada cabaña en el bosque, en cuyas sombras se perfila una siniestra figura. Aún más, en la primera mitad abundan secuencias resueltas no sólo con pericia, sino que revelan una notable capacidad para crear una atmósfera desasosegante con los recursos cinematográficos: además del fuera de campo, los movimientos de cámara, o de la composición: vemos a la derecha del encuadre a la niña menor en su habitación jugando con alguien, a quien no se ve, que estira la prenda del otro extremo; a la izquierda del encuadre, en el pasillo, aparece su hermana mayor, con lo cual deducimos que juega con esa ‘siniestra criatura del bosque’, a la que llaman ‘Mama’, que las ha acompañado a la ciudad, tras que fueran encontradas en estado salvaje, después de cinco años, en la misma cabaña, cual arácnidos mugrientos, y ahora han sido adoptadas por su tío, hermano siamés de su padre, Lucas (Nicolaj Coster Walauj) y su novia, Annabel (Jessica Chastain).  photo mama-01_opt_zps3758c1b3.jpg Hay películas a las que se puede colocar la etiqueta ‘¿Dónde está el perro?’. Películas en las que hay personajes que de repente desaparecen sin saber cómo: un caso flagrante fue el del personaje de Paul McGann en la versión estrenada en los cines de ‘Alien 3’ (1993), de David Fincher: en el montaje del director esto se veía subsanado. En ‘Mamá’, las niñas tenían un perrito, que también ha adoptado el tío. A partir de cierto momento, ese perrito desaparece. No sé sabe qué ha sido de la simpática criatura. No es que afecte su ausencia al desarrollo del relato, pero ¿Por qué utilizar un perro del que no vas a extraer uso dramático alguno y que te quitas de en medio sin más, en cierto instante, como si no hubiera existido? La cuestión es que esa gratuidad se extiende a otros aspectos, a diversos flecos sueltos, o meramente contrahechos, que van evidenciando progresivamente la condición descosida de la narración, la cual hubiera necesitado un doble pespunte como el pantalón del personaje de Paul Newman en ‘El gran salto’ (1994), de los hermanos Coen, para no precipitarse en el vacío.  photo mama_980-649x330x80xX_opt_zps2255a59b.jpg La película amplifica el sugerente cortometraje de tres minutos, con el mismo título, que rodó Muschietti en el 2008 en un solo plano secuencia. La misma secuencia inicial pre créditos casi se podría calificar como un espléndido cortometraje en sí mismo. Pero hacia mitad película el relato empieza a deshilacharse, como un muñeco que empieza a perder sus miembros. Algo así pasa con los personajes, que no se sabe qué hacer con ellos, que parece perdidos en la narración, especialmente, el personaje del tío, en busca de un autor. La narración empieza a renquear, impulsada a base de sacudidas, sin cohesión. Y eso que se cuenta como co guionista con Neil Cross, el creador de la excelente serie ‘Luther’. Quizá es que se ha enseñado demasiado pronto las cartas con las que juega, la amenaza que pende sobre la familia, y en cierto momento no se sabe cómo continuar. No se puede sostener una narración sobre una mera sucesión de secuencias terroríficas. En cierto momento, empieza a parecer que crea situaciones de terror interruptus (sin que vayan a ninguna parte, como quien quiere alargar el redoble de tambor), porque hay que rellenar metraje. O se incurre en torpezas de manual como provocar que no sólo un personaje vaya a una cabaña oscura en medio del bosque en plena noche, sino dos (aunque la primera propicie una secuencia excelente con el uso de flashes de cámara fotográfica), o cuando estira demasiado la cuerda, antes de tiempo, colocando a la protagonista en situación delicada, se hace aparecer a un secundario para que sea el objetivo del ‘espectro’, y así aprovechar para quitárselo de encima de un plumazo.  photo mama-trailer_opt_zps272f0d54.jpg Esa es una de sus principales carencias: los personajes, empezando por la protagonista, la rockera tatuada que encarna Jessica Chastain. Son personajes sin particular consistencia, sin la suficiente entidad. Se convierten en personajes conductores, sin sustancial conflicto, consigo mismos, o con los demás. Más allá de la peripecia externa, la amenaza terrorífica de la banshee, con la que se demuestra, puntualmente, pericia e ingenio en el dominio de las texturas inquietantes, no hay un trayecto dramático, y menos un subtexto, que densifique o cohesione, y de cuerpo, a la atmósfera. Carece, por ejemplo, de la sustancialidad conceptual de la ‘El último escalón’ (1999) de David Koepp, que convertía la narración en el enfrentamiento del protagonista con los fantasmas de su frustración, los de no haber llegado a ser lo que aspiraba a ser en la vida. Parecidas resonancias se pueden rastrear en el escritor protagonista de ‘Sinister’ (2012), de Scott Derrickson, que quiere salir del pozo en el que parece sumida su vida, y que parece dispuesto a lo que sea por ese éxito (como subordinar su familia a sus ambiciones; su hija, nada más llegar le muestra su insatisfacción por tanto cambio de domicilio; y no deja de ser elocuente el papel que adquirirá la hija en la narración). ‘Mama’ se restringe a una sucesión de fragmentos, algunos brillantes, sin la necesaria cohesión, que va perdiendo dirección, como el coche que derrapa en la nieve e intenta infructuosamente mantener el control hasta que se estrella.

3 comentarios:

  1. Magistral como casi siempre, pero Guillermo del Toro es mexicano, no argentino. Listillo, que es usted un listillo.

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  2. Se me olvidó borrarlo, porque en un principio había escrito que Muschietti era mejicano, hasta que corregí el error, sin percatarme de que no había quitado lo de 'compatriota'. Gracias por el recordatorio.

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  3. ¡Ja, ja, ja! Ya sabe usted que mis barbaridades son impostadas; se le sigue y se le aprecia...

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