sábado, 26 de enero de 2013

George Macready, la cicatriz del gesto altivo


Los rasgos de George Macready parecían marcarle para interpretar personajes altivos, como si su gesto escondiera la escurridiza condición de un reptil, a lo que ayudaba esa cicatriz en su mejilla derecha, debida a un accidente automovilístico en sus tiempos universitarios. Nicholas Ray, en Llamad a cualquier puerta (1949), extrajo partido dramático de esa cicatriz: explicaba el por qué la obstinación del avieso fiscal del distrito para inculpar al joven y bello John Derek: su envidia. Sus personajes más célebres son de esa condición, el marido de Rita Hayworth en Gilda (1946), de Charles Vidor o el general Mirabeau de Senderos de gloria (1956), de Stanley Kubrick. Menos siniestro era el emperador Maximiliano que interpretó en Veracruz (1954), protagonizando aquella divertida secuencia en la que practica el tiro al blanco, o sobre todo ese abogado obstinado en demostrar la inconsistencia de las pruebas circunstanciales en la excelente opera prima de John Sturges, The man who dares (1946). Macready debutó en Broadway en 1926 desarrollando una notoria actividad teatral en la década siguiente, sobre todo con obras de Shakespeare), pero no lo haría en las pantallas hasta 1942, con el personaje del profesor en la notable Ataque al amanecer (1942). Gran amante del arte, además de experto, durante estos años, mientras su carrera se afianzaba, montó una galería de arte con su amigo Vincent Price. Participó en películas como Ny name is Julia Ross (1946) y A lady without passport (1950), ambas de Joseph H Lewis, Corazón de león (1948) y Nevada (1950), de Gordon Douglas, El reloj asesino (1948), de Farrow, Rommel, el zorro del desierto (1951), de Henry Hathaway, Brigada 21, (1951), de William Wyler, El guantelete verde (1952), de Rudolph Mate, El tesoro del condor de oro (1953), de Delmer Daves, Julio Cesar (1953), de Joseph L Mankiewicz, El forastero iba armado (1953), de Andre De Toth o Un beso antes de morir (1956), de Gerd Oswald. A mediados de los 50 comenzó a participar con frecuencia en producciones televisivas, sobre todo westerns. En los 60 intervendría en Dos semanas en otra ciudad (1962), de Vincente Minelli, Su propia víctima (1963), de Paul Henreid o Siete días de mayo (1964), de John Frankenheimer, como el Secretario de Estado.

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