sábado, 25 de agosto de 2012
Ataque al amanecer
La desconocida, pero muy estimulante, ‘Ataque al amanecer’ (Commando strike at dawn, 1942), de John Farrow, que no se estrenó en su momento en nuestro país, es una de las producciones estadounidenses, concebida, o impulsada por Gran Bretañ
a, para alentar la intervención de Estados Unidos en la segunda guerra mundial, hecho que ya se había producido cuando se estrenó. Su argumentista, el novelista CS Forrester (autor de las novelas en las que se basaron posteriormente ‘La reina de África’ o ‘El hidalgo de los mares’), se había trasladado a Hollywood para tal lid incentivadora de pergeñar obras que propiciaran esa ansiada intervención. En los títulos de crédito se reseña bajo el nombre del excelente secundario Robert Coote su condición de oficial (sirvió como líder de escuadrón en la fuerza aérea canadiense). La obra se centra en la resistencia del pueblo noruego, como al año siguiente la esplendida ‘Al filo de la oscuridad’ (Edge of darkness), de Lewis Milestone. Su propósito remarcar la condición de los nazis como representantes del mal, como si fueran criaturas de otro mundo. Su título ya indica esa condición combativa y concienciadora, ‘El comando ataca al amanecer’, aunque realmente corresponde a su último tercio, sus pasajes más ortodoxos dentro de las coordenadas del género bélico. Sus dos primeros tercios corresponden a la resistencia de un pueblo pesquero noruego, a cómo sufren la opresión de los invasores alemanes, y son los que contienen las mejores secuencias, algunas sorprendentes, por la utilización de los movimientos de cámara y el fuera de campo. Algo ya manifiesto en las dos secuencias introductorias. En la primera se realiza una movimiento de cámara de 360 grados, que nos presenta el pequeño puerto y la plaza del pueblo, y la presentación del protagonista, Eric (Paul Muni, actor al que se hace raro ver con su aspecto natural, fuera de su imagen más popularizada, es decir su rostro oculto en una caracterización, como con sus personajes de Pasteur, Zola o Juarez).
La segunda secuencia es un elaborado y sutil plano secuencia dilatado, con movimientos de cámara de derecha a izquierda, o viceversa, en la fiesta de la boda de uno de los vecinos, que sirve eficazmente para presentar a los personajes principales, desde el irreductible espíritu cuestionador y crítico de Bergesen (Ray Collins), su esposa, Mr Bergesen (Lilian Gish), un almirante británico, Bowen (Cedric Hardwicke), su hijo, Robert (Robert Coote), también militar, su hija, Judith (Anna Lee), de la que está enamorado Erick (que da pie a una hermosa secuencia en tono de comedia, con toque meláncolico, en la que se declaran su amor pero que tienen que contener porque ella tiene que volver a Inglaterra) o Karl (Louis Jean Heydt), el dueño del hotel, con sus orgullos y tiranteces con su esposa, que anuncia posteriores conflictos. Hay tres magníficas secuencias que destacan por el citado uso del fuera de campo (y del travelling): En la primera, uno de los vecinos informa a un soldado alemán (fugaz aparición de Lloyd Bridges), que toca a su puerta para preguntar por una dirección, de que tiene que girar a la izquierda ( y se lo remarca, porque al otro lado hay un precipicio); el plano se mantiene sobre el rostro del vecino, mientras escuchamos cómo el coche se aleja, y por el ruido y un resplandor de que se han precipitado en el vacío. En la segunda, de lirismo doliente, vemos cómo escoltan al joven que se casó en la segunda secuencia, esposado, para ser fusilado; la cámara se desplaza ahora hacia la izquierda y sigue al sacerdote que se desplaza tras los soldados para acercarse y ponerse detrás de la esposa, que se adelante, hasta que se oyen los disparos, y sale corriendo llorando.
En la tercera, el oficial al mando sale al porche, pero se da cuenta de que no tiene cómo encender su cigarrillo, la cámara se mueve levemente a la derecha para encuadrar al subordinado que entra en la casa para coger cerillas, y escuchamos el estertor del oficial; el soldado sale, la cámara se mueve hacia la izquierda, y vemos al oficial en el suelo, que ha sido asesinado. Hay otras esplendidas secuencias de tensión, como aquella en la que Eric y su hija pequeña se ocultan en el pozo de la casa de una vecina mientras los alemanes realizan un registro, o el excelente pasaje en el que descubren a un informador entre ellos, que tienen que ejecutar sin contemplaciones, narrado con descarnada concisión. Aunque sorprendan ese ingenio de recursos de puesta en escena, aparte de su ya conocida eficacia como narrador, hay que recordar que Farrow fue el autor de algunos estupendos film noirs como ‘Mil ojos tiene la noche’ (1948) o ‘El reloj asesino’ y sugerentes películas de aventuras o westerns como ‘La nave de los condenados’ (1953) u ‘Hondo’ (1953).
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