sábado, 28 de julio de 2012
Gritos y susurros
Naturaleza, Tiempo. Los primeros planos de 'Gritos y susurros' (Viskningar och rop, 1972), de Ingmar Bergman, son una sucesión de imágenes del paisaje, del entorno natural de la mansión (espacio interior) donde transcurrirá la acción (interior), y de una serie de relojes. El sonido de los mismos será presencia recurrente en la banda sonido, la presencia dominante como banda sonora (las escasas apariciones de composiciones musicales estarán en consonancia con la música de la liberación de las emociones contenidas). La naturaleza es finita, el tiempo corre, inexorable, la muerte es inevitable, los cuerpos se degradan. Cuerpos, rostros. Pocos cineastas han explorado la geografía de los primeros planos como Bergman, quizás sólo Hitchcock (y en ambos una seña de estilo identificable). Primeros planos de los rostros de Maria (Liv Ullman) y Agnes (Harriet Anderson). Duermen, la placidez de los sueños, sin las brasas de la consciencia despierta. La agitación de los cuerpos, el cuerpo que despierta, el de Agnes. La consciencia. Se desplaza por la habitación. Naturaleza, tiempo, cuerpos, rostros, miradas. Agnes mira por la venta, el 'afuera', la naturaleza (separada), mira hacia adentro, a Maria dormida, inconsciente (y la inconsciencia, como se verá más adelante). Agnes escribe en su diario, manifiesta que sufre. El yo, la consciencia, sufre, sus dolores son insoportables. Este es un relato hacia adentro, una mirada hacia unos interiores que se sienten desconectados del exterior, o que están desconectados por la ajenidad (la inconsciencia) o la incapacidad (el atasco emocional). Bergman explicó que los fundidos en rojo que puntuan la acción corresponden al espacio del alma. Espacios interiores, escindidos.
Como en 'Persona', los rostros, en primer plano, la mitad iluminada, la otra mitad en sombras. Luces y sombras, gritos y susurros. Los gritos son como el cuerpo que quiebra los cristales que le atrapan, esa invisible jaula de susurros, de marañas de vida. Esos primeros planos son la introducción a la circunstancia vital de las dos hermanas de Agnes, Maria y Karin (Liv Ullman), y de Anna (Karin Sylwan), la mujer (la entrega y la calidez que no sabe de máscaras)que ha cuidado a Agnes durante ocho años. Maria es la inconsciencia, el cálculo,la doblez, la volubilidad de quien vive en la superficie de la vida sin que nada le afecte ni preocupe. Es el reflejo de esas relaciones sostenidas sobre reflejos. No vemos a los otros porque nos vemos a nosotros cuando miramos a los otros, como se expresa en ese largo plano sostenido sobre el rostro de Maria, mientras, tras élla, su amante, David (Erlamd Josephson), el doctor, la desentraña, analizando la expresión de su rostro, en contraste a como era veinte años atrás, que concluye con la observación de Maria de que quizá él se está mirando a sí mismo, con lo cual quizá más bien acaba de definirse a si mismo. Máscaras, proyecciones, enigmas, reflejos. Y mentiras. La vida como falsedad (falsificación e impostura): karin, a quien vemos cenando con su marido, luego, en la soledad de su dormitorio, repite, como una letanía, que todo es mentira, mientras juguetea con un cristal, hasta que se autoinflinge una herida en su sexo, cuya sangre muestra a su esposo.
Karin no soporta que la toquen, se ha convertido en un ser de piedra, pero atrapado en esa piedra, el cristal busca la herida que la haga sentir viva, que la haga sentir cuerpo, no esa piedra, esa máscara, en la que parecen convertidos los que viven a su lado, y que la ha atrapado en ese pétreo ceremonial de vida ritualizada, un escenario de meros reflejos. Sentir el contacto, sentir que alguien la toca, duele, porque despierta en ella lo dormido, lo que se ha sepultado bajo la 'persona', la carne que grita. Su grito es desgarrador (como el de su hermana antes de morir: correspondencia musical de espacios interiores, del alma: la liberación del sentimiento es lo que evita la 'muerte' en vida), tras que haya rechazado a su hermano, cuando por primera vez se abre, y le pide perdón por todo lo dicho, y se expone, y se deja por fin acariciar y besar por su hermana, y la música , entonces, se despliega, por un momento,como una celebración de la emoción liberada, pero es sólo por un momento, Las máscaras seguirán reinando. Sólo podrá respirarse la plenitud en lo efímero en el luminoso espacio de la naturaleza, aunque sea en el sueño, o en la evocación (realidad, sueño, espacio de la mente, no se distinguen sus límites, como no importa donde hemos transitado en esta narración de almas que sangran, porque todo está conectado). Agnes, la mujer 'muerta', el cuerpo de las contorsiones de la consciencia, la consciencia de la distancia que se anhela salvar, entre el interior y la naturaleza, separados por el cristal de las máscaras. Cuando se siente esa plenitud, se dejan de escuchar los gritos y los susurros.
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