sábado, 2 de junio de 2012
El nacimiento de un plano: Hitchcock, Clift, Baxter
En 'Yo confieso' (1953), Hitchcock realizó uno de los más admirables flashbacks dentro de su filmografía. Pertenece a esa variante de 'revelación', en su sentido más amplio, desvela lo que se había querido permanecer oculto a los demás, se desvela lo que pretendía cubrirse de cara a la mascarada o representación social ( la fisura de un amor frustrado; un pasado que es una herida no cerrada). Ruth narra al inspector Larrue (Malden) el por qué se citó con Logan (Clift) la noche del asesinato, lo que implica contar lo que les unió en el pasado. Uno de los primeros planos de la evocación es un sorprendente, y elocuente, plano desequilibrado, en el que vemos descender a Ruth una escalera (no recta sino sinuosa) hacia el hombre que amaba (y sigue amando), Logan. La imágen tiene la patina de un flu, los movimientos son al ralenti, y la (magnífica) banda sonora de Dimitri Tiomkin incide en esa atmósfera de ensueño, la ilusión de un amor sublime, la música del ideal, como si se flotara en otra dimensión, un mundo aparte que componen ambos, una fantasía que puede tener algo de irreal, pero que luego se tornaría decepción (y que se extiende hasta el presente) cuando la realidad bifurcó sus senderos en la vida (él encontró otro sueño que realizar, el sacerdocio, ella se resignó a un escenario de vida; una vida narcotizada, unos sueños dormidos). Recordar el ralentí cuando la protagonista de 'Pánico en la escena' entra en la carroza, en los sótanos del teatro, en la que se enfrentará a una siniestra 'revelación', el que creía el príncipe de sus sueños es realmente un trastornado asesino. También esta obra tendría su resolución en un escenario teatral ( un telón que termina con la vida del asesino, como cae el telón del sueño amoroso de la protagonista). Además, este sueño amoroso colisionaría, por añadidura, con la sordidez a ras de suelo de la realidad, la tormenta de la mente corrompida, miserable, la irrupción e injerencia del hombre que los sorprendería guarecidos en el kiosko de una casa en el campo tras el paso de una tormenta, el hombre que años después la haría chantaje porque ella estaba casada con un importante político, y no importan las emociones sino la imagen ( y estas pueden ser mercancias).
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