lunes, 14 de mayo de 2012

La sombra de Frankenstein

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El monstruo de Frankenstein (Boris Karloff) blandiendo el brazo protésico que ha arrancado al hombre que le apunta con una pistola, el inspector Krogh (Lionel Atwill), al que precisamente arrancó el de carne y hueso cuando era un niño, mientras bajo su pie tiene atrapado a Peter, el nieto del Baron Frankenstein que le creó, hijo de Wolf (Basil Rathbone, que suplió al inicialmente previsto Peter Lorre). Es una de las imágenes más poderosas, por sus amplias resonancias, de 'La sombra de Frankenstein' o 'EL hijo de Frankenstein'(The son of Frankenstein, 1939), de Rowland V Lee, la tercera de las producciónes de la Universal sobre este personaje. Desde 1936, cuando Carl Laemmle rompió sus lazos con el Estudio, no se habían producido obras del género de terror. El notorio éxito inesperado de la reposición, por un cine en bancarrota, de 'Frankenstein' (1931), de James Whale y 'Dracula' (1932), de Tod Browning, animó al estudio a reincidir en la producción, con elevado presupuesto, de obras de este género, y el resultado no desmerece de las anteriores dos obras,e icluso diría que supera a la primera. Es fascinante la elaboración visual, el trabajo de iluminación, de George Robinson, y sobre todo los fascinantes decorados, obra de Jack Otterton, estancias de elevados techos, o pasadizos secretos como heridas invisibles que atenezan a los mismos personajes. Heridas que son, o se convierten en, sombras. La que pesa sobre Wolf, quien tiene idealizado a su padre, y se enfrenta con el desprecio y el miedo de los habitantes del pueblo en el que vivió su padre, cuando llega, de Estados Unidos, con su esposa y pequeño hijo (esplendido el plano en el que los pueblerinos reunidos bajo la lluvia con sus paraguas, al escuchar las palabras homnajeadoras del hijo hacia su padre, se disgregan lentamente, dejando solo al inspector Krogh; el recuerdo más físico de una herida). Su afán será restituir el buen nombre de su padre, ya que para él la responsabilidad de los desmanes trágicos fue causa de otros, de quien le facilitó el cerebro dañado para la criatura, y de esta misma (a la que, como expresa con rabia y desesperación, ya se la identifica con el nombre de su familia, 'Frankenstein'; curiosamente, algo que se ha extendido en la cultura popular décadas después). En la 'sombra' mueve sus siniestros hilos Ygor (Bela Lugosi), el que fuera ayudante del barón, suministrándole los cadáveres, y que ha dedicado los años a vengarse de aquellos que determinaron que fuera condenado a la horca (que rompió su cuello pero no segó su vida). Venganza para la que utiliza como instrumento al 'monstruo', que acata cual perro faldero su voluntad. Una figura que queda difuminada por estos dos personajes, y por el citado Inspector krogh, quizá el más singular y sugestivo. A este respecto son notables las conversaciones entre él y Frankenstein, mientras éste juega a los dardos. Al fin y al cabo, es la lid entre la la idealización y el trauma, la fantasía y la lucidez de lo real. Del mismo modo que no deja de ser curioso, ya que el inspector perdió el brazo por acción del monstruo, que sea un juego de lanzar con un brazo. Ya en la segunda conversación, cuando Frankensteien empieza a asumir los hechos con una mirada más realista, lúcida, el inspector se une al juego. De todas maneras, al monstruo pertenecen dos de los más brillantes momentos, su grito de desgarrado dolor cuando descubre muerto a Ygor, y la afinada elipsis que muestra la relación causa efecta de una decisión: el brillo de su mirada cuando encuentra una revista de cuentos de hadas; en la siguiente secuencia secuestra al hijo de Frankenstein.

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