martes, 29 de mayo de 2012
Alas
En 1927 dos obras consiguieron los máximos galardón en la primera ceremonia de los Oscars, 'Amanecer' de Friedrich Murnau, el de producción de más alta calidad artística, y 'Alas' de William Wellman el de más destacada producción. Ya al año siguiente se instituiría sólo un premio mayor, el de Mejor producción (y en 1931 la denominación que se mantiene hasta ahora, Mejor película), y se decidiría, retroactivamente, que su equivalente el año anterior era el premio concedido a la obra dirigida por Wellman, según una historia de John Monk Saunders (a quien se debe posteriores obras centradas en la aviación, como 'The last flight', 1931, de William Dieterle, 'The dawn patrol, en las versiones de Howard Hawks, 1930, y Edmundo Goulding, 1938, o 'El aguila y el halcón', 1933, de Stuart Walker). Más allá de ese anecdotario relacionado con unos populares premios, ambas obras son dos excelsos modelos de un tipo de narración, aunque se puedan apreciar interconexiones y sintonías entre ambas. La de Murnau es el patrón, pocas veces superado, del cine poético, que transita en la abstracción, más que sostenerse sobre el desarrollo de una trama. Del mismo modo que, incluso, más que los personajes (más arquetipos que construcciones psicológicas) son las emociones las que hilan la narración. Es un cine de interioridades, o trama de emociones, cuyos forecejeo, cuyas variaciones, se refleja en el exterior, en la luz, los espacios, los cuerpos. No es el cine que haya prevalecido, o el que se haya instituido como convención, más bien siempre en los márgenes ( en la heterodoxia), ese que aún respira en cineastas como Malick.
'Alas' es el patrón cine narrativo, de acción externa, por excelencia, el que se sostiene e hila sobre una trama, aquel en el que no dejan de sucederse aconteceres (las secuencias de combates aereos, o a ras de suelo, son de una contudencia narrativa aún modélica hoy, aparte de descarnada; o cómo crear un personaje de fugaz aparición pero con poderoso calado, como el de Gary Cooper). Aunque las fronteras entre una obra y otra no son tan nítidas. Si 'Amanecer' relata,de algún modo, una 'reeducación sentimental', la del protagonista que vuelve a saber enfocar, a saber amar, por lo tanto, es una reeducación de la mirada, en 'Alas' asistimos al aprendizaje, o educación, de Jack (Charles Rogers), que era un niño antes de ir a la guerra, en donde sirve en las fuerzas aereas, y vuelve como un hombre. Es admirable cómo condensa en las primera cómo él, y su amigo y vecino David (Richard Arlen), quien se alistará con él, no viven aún con los pies en la tierra (aún en las nubes), o tienen desenfocadas la mirada en otras elevaciones. La vida es como una maquina con la que jugar, con la que maniobrar, algo de lo que no se es capaz aún con las emociones. Jack trastea con su coche, demontándolo para 'rehabilitarlo', y convertirlo en un estupendo coche, con el que hacer alarde, con la chica que le gusta, de más alta clase social, ignorando a su vecina y amiga Mary (Clara Bow). A David se le presenta subido a un columpio ( la cámara balanceándose con su movimiento) acompañado por la chica que gusta a Jack. Si Jack es un chico dinámico,vivaz, competitivo (con la chica en cuestión), David es más pasivo, soñador, con aire ausente. Contrasta con su padre, postrado en una silla de ruedas, 'la realiad doliente' frente a sus sueños,a su visión aún no herida (el detalle de que el padre considere inutil que lleve un talisman para la buena suerte, un osito de peluche). Además, no es nada competitivo (preferirá no decirle más adelante a Jack que la chica que le gusta a éste le prefiere a él). Si Jack está ofuscado con esa chica, paralelamente deberá aprender a enfocar sobre otra mujer, que le ama, Mary.
A este respecto es admirable las secuencias que transcurren en el Follie bergieres, y posteriores, entre Jack y Mary, cuando el primero disfruta de un permiso. Es tal su melopea que no deja de tener alucinaciones viendo burbujas por todas partes, que brotan de los vestidos o de los muebles. No deja de ser elocuente que Jack en ningún momento sea capaz de reconocerla, tan borrosa tiene la mirada (como reflejan lo planos desenfocados desde su punto de vista). En su mente, mirada, aún priman las burbujas, ciertas elevaciones que no se corresponden con la realidad. Las secuencias finales son sobrecogedoras. Tras narrar el triunfo en la batalla decisiva del ejercito aliado, la victoria se tiñe de desoladora amargura. Desgarradora es la secuencia en la que David (en un avión alemán que ha cogido en una base del enemigo tras que fuera abatido) es disparado repetidamente por Jack (cegado por el dolor de pensar que su amigo ha muerto, ha abatido enemigos con una furia arrolladora), sin que este advierta en los gestos desesperados de David, que se agita en su carlinga con impotencia, que es su amigo a quien dispara. Más allá de que fuera algo rara vez visto, un beso entre hombres (aunque aún más agitó las plateas el beso en la boca de David a su madre cuando se despide de ella), la secuencia en la que Jack abraza a su amigo agonizante, y le besa como si fuera a restituirle la vida con esa acción, es de una inconmensurable belleza y emoción, de un calibre equiparable al que destila la emoción hecha cine de 'Amanecer'.
No hay comentarios:
Publicar un comentario