sábado, 4 de febrero de 2012
Lo mejor del 2011 ( o mis preferencias)
1. El árbol de la vida
Su cine es cruzar umbrales que pocos han transitado, o que pocos han logrado 'realizar'. Tarkovski, otro escultor del tiempo. Davies, Kieslowski, Ford. Es un cine hecho de gestos, acciones, lo pequeño y lo grande conjugados, uno residiendo en lo otro. El asombro. Es un cine al acecho, evocando la expresión de Rafael Argullol en su 'Sabiduría de la ilusión'. Su cine es 'Sentir', fluir en el sentir, abrir las conexiones con lo que nos rodea, con lo 'otro', y los otros, es el 'acto de realización' al que aludía Peter Handke, es una puerta a la empatía, a saber sentir la piel de los otros, del mundo, de las otras vidas. Capta el mínimo gesto, y logra captar su transcendencia, la transcendencia en lo efimero: una bandada de pájaros, como una danza su vuelo, en la inmensidad del cielo
2. Camino a la libertad
'Camino a la libertad' (The way back, 2010), de Peter Weir, es una de esas obras que pueda formar ya parte de una antología de 'Películas de mi vida'. Si en la secuencia final de 'Master and commander', los personajes volvían a realizar su viaje (viraban para seguir persiguiendo a su objetivo, ese que a veces ofusca en su condición virtual/ficticia, como bien se refleja en sus dos protagonistas, de tan diferentes, cuando no contrarios, objetivos en la vida), esta obra marca otro regreso pero con la mirada luminosa que implica el reencuentro con el otro. Hay películas que logran hacerte sentirte 'real', o quizás recuperar esa sensación, valga la paradoja, ya que se supone que se experimenta a través de una pantalla ( ¿o la pantalla es en la que uno vive?); hay películas que logran hacerte sentir la llusión de que te renuevan, que su experiencia posee una cualidad propulsora; hay películas, como esta, que te hacen sentir, o creer en, lo posible.
3.Another year
Da gusto volver de vez en cuando a la realidad, ser consciente de que existe algo llamado gravedad, con el cine de Mike Leigh. El último, y portentoso plano, de la magnífica 'Another year' (2010) te deja estampado contra el rugoso suelo. Un golpe seco, la mandíbula desencajada, pero qué gusto da sentir, aunque duela, que uno siente la materia del suelo sobre el que se ha estampado, la materia de las emociones en su desnuda intemperie. No es que resulte su cine deprimente, transpira un exultante canto a la vida, es que no es complaciente, ni siquiera con la desgracia. Su celuloide muerde la vida, como un electroshock que despierta. Sólo hay que pensar en cuánto se abrazan sus personajes, en cómo se reafirma la necesidad de abrazar. Como la de compartir, la de extraer, expresar lo que se retiene dentro, lo que se enquista y hace sentir infeliz, frustrado, desolado. Pero también que, aunque las circunstancias sean precarias o adversas, todo es cuestión de actitud, aunque las circunstancias no cambien ni puedan cambiar.
4. Tokio blues
Cualquier adjetivo realmente sería insuficiente para expresar la emoción que me deparó, y a la vez los adjetivos serían los que lograrían condensar, dar cuerpo, a la impresionista narrativa, a la musicalidad de emociones (que sea una obra de dos horas y que el guión contuviera cuarenta páginas puede dar una idea de que está hilada sobre una atmósfera emocional, sobre la captación de momentos o estados de ánimo). Ante una obra que es ante todo fluir ( o fluir en sus nervaturas, en su sentido de la duración), resulta más arduo el articular palabras que logren aproximarse a la experiencia de lo sentido a través de un hilo de pensamientos (de reflexiones). Es como querer realizar una cartografía precisa tras aún sentir en tus entrañas los efectos de la resaca de las corrientes en las que has estado sumergido. Algo parecido me ocurrió con respecto a otras de las grandes obras estrenadas este año, 'Nunca me abandones' (2010), de Mark Romanek. 'Tokio blues', de Tran Ahn Hung, se va densificando progresivamente.
5. El topo
Lo que ya era sorprendente en su también magistral obra anterior, 'Déjame entrar', sobre la que escribí que recuperaba esa sentido de la puesta en escena del 'materialismo fantástico', de cineastas como Terence Fisher ( por ello, es casi un islote en un género en horas muy bajas, pese que a veces quieran dscubrirse presuntas obras rompedoras o excepcionales). No hay nada accesorio, como podía pasar en el cine de Alexander MacKendrick, de esquivo sentido depurado de la concentración dramática, narrativa, y de significado. El dominio del extrañamiento tonal, tan destacable en su obra previa, está presente desde las primeras secuencias en 'El topo', que aposenta una atmósfera que define un mundo cuya entraña es el vacio cuando no la corrupción moral y vital; una mortuoria danza de espectros en una vitrina presurizada.
6. El último verano
Rivette hace de su cine arte de lo posible, espacio posible de cura, que se sumerge a través del artificio en las entrañas de la vida para revelarla, enfocarla. Y hace de su lenguaje juego, expansión y estiramiento, despojándose de cualquier corsé de representación, como libera los corsés emocionales. La acción alterna los encuentros, diálogos, de los personajes, que en ocasiones parecieran en un escenario, por sus gestos y movimientos (e incluso, dirigiéndose a la cámara), con las actuaciones en la pista del circo, las cuáles en sí establecen un diálogo, un sutil juego de reflejos, con lo que acontece (o aconteció) a los personajes.
7. Un métdo peligroso
El cineasta canadiense sí que parece en racha de estad en gracia. Y con una gran virtud, dejarte con la sensación de que has captado la superficie de su complejas sugerencias, aunque hayan calado en tí, con la sutilidad de su estilo hecho de gestos, de emociones esquivas, huidizas, hasta para las mentes más preclaras (pero no por ello también demasiado contenidas: qué bellísimo y elocuente plano final y qué gran actor Michael Fassbender).
8. Nunca me abandones
Aún me dura la resaca de la belleza de doliente lirismo de la admirable 'Nunca me abandones' (2010), de Mark Romanek. Logró lo opuesto de la novela que adapta e Kazuo Ishiguro, cuya lectura abandoné porque no lograba cautivarme. La música de Rachel Portman, sublime.
9. Valor de ley
En el cine de los hermanos Coen, abundan los personajes que huyen, se fugan, o buscan una vía de escape, que son perseguidos o que persiguen algo o alguien. En ocasiones, ambas circunstancias se conjugan.En el hermoso epílogo, quien parece un espectro es Mattie (una figura de negro,sin un brazo, que además nunca se casó). El tiempo se fuga, lo que se vivió como un gran acontecimiento, esa búsqueda o persecución de algo (algo que dotaba de sentido o dirección), queda diluido o desvanecido cual sombra, o un rescoldo caricaturesco del mito, como ese circo que representa las aventuras del pasado, con figuras como Frank James y Cole Younger, y en el que incluso la figura de Cogburn ya ni está presente, porque el mito, aun siniestro o falible, aunque realice una gesta (lo es el gesto, aunque no se materialice en logro), se topará con una inevitable derrota . Al tiempo no se le puede perseguir, se fuga inexorablemente.
10. Más allá de la vida
El presente, entre sombras, incierto, precario, pende suspenso bajo la amenaza de un tsunami, el porvenir pueden ser dos manos entrelazadas. Ese es el trayecto que recorre ‘Más allá de la vida’ (2010), de Clint Eastwood, que debería haberse retitulado más bien ‘Más acá de la vida’. Porque las vidas de los tres personajes entrelazados ha perdido, o pierde conexión. Lo que el relato después nos ofrece se pudiera ver como la realización de un deseo, la restitución de una conexión perdida, y con alguien que se ha ‘desconectado’ de la vida, George, como revela esa hermosa secuencia final, de su cita, cuando entrelazan su mano (cita que se ha podido materializar gracias a la intervención, el ‘entre’, de Marcus, quien ‘impulsa’ a George para que entre en contacto con ella, tras el cruce previo de ‘conexión’ de miradas que tuvieron George y Marie). En esta secuencia George ‘imagina’ sin entrar aún en contacto, anticipa el encuentro entre ambos, anticipa vida no muerte, ella es la imagen que logra que él vuelva a conectar, que toque sin tener visiones de muerte, sino que es el mero tacto de la promesa de vida, de conexión (él es, además, él primero que la ve; la mirada de ella vaga alrededor hasta que sus miradas se encuentran). Si ella sufrió el embate de la ola del tsunami en una calle, el encuentro tiene lugar en una galería de una calle (espacios de composición similares), o el reverso del túnel hacia al muerte, la galería que crea vida, conexión, más acá, en la vida.
11. Pina
'Pina', de Wim Wenders, combina las intervenciones de todos los colaboradores de Pina Bausch ( pero con una hermosa ocurrencia: vemos su rostro, mientras en off se escucha su reflexión, comentario, evocación, así conugada, dada el reciente fallecimiento de Pina, la idea de homenaje a una ausencia), con las fascinantes escenificaciones de las actuaciones, como si hiciera así presente el cuerpo ausente de Pina con la intensidad resultante de la celebración de la 'presencia' con la conjugación o conversación de cuerpos, luces, música y decorados. El fruto de su asombrosa creatividad, que se corporeizan como dramatizaciones, como relato de una interioridad, la vida interior de Pina Bausch, el esplendor de su imaginación.
12. La danza
'La danza', de Frederick Wiseman, por su parte, plantea la narración como el tejido de la interconexión de varios órganos, los que componen el cuerpo del ballet de la Opera de París. La obra casi se puede decir que no tiene un final, porque sus apasionantes dos horas y media han sido la corporeización de un organo vivo cuya labor, sí, culmina con las actuaciones, pero proseguirá con otras elaboradas forjas creativas, otros procesos, con el impulso de las venas creativas, en la que es primordial para que la circulación fluya la frúctífera interacción de sus componentes.
Menciones especiales para 'Rango' de Gore Verbinski, 'Trece asesinos' de Takashi Miike, 'No habrá paz para los malvados' de Enrique Urbizu, 'Los amos de Brooklyn' de Antoine Facqua, 'White material', de Claire Denis, 'De dioses y hombres', de Xavier Beauvois, 'Restless' de Gus Van Sant y 'Contagio' de Steven Soderbergh.
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