lunes, 14 de noviembre de 2011
Valor de ley - Imágenes de un rodaje. Del salto vital a la fuga del tiempo
'Valor de ley' (True grit, 1969), de Henry Hathaway, es un 'salto' de vida, exultante, vigoroso ( o revigorizante), como el que realiza con su caballo en los planos finales Rooster Cogburn (John Wayne) saltando sobre una valla. Afirmación de vida sobre las sombras de los crepúsculos (inevitables) y de las pérdidas: los gestos dolientes de Mattie (Kim Darby), antes de iniciar el trayecto de su venganza (de impartir justicia en buscar del asesino de su padre), con las pertenencias, en especial, el reloj, de su padre, y en su último tramo (tras cumplir su propósito), el lamento ante la pérdida de un compañero de búsqueda, el ranger Le Beouf (Glen Campbell). 'Valor de ley' es otra muestra del ese admirable talento de Hathaway para aunar lo complejo y lo sencillo, para integrar lo primero en la primorosa precisión con que caracteriza a los personajes, inscribe y relaciona ( y hasta define con los espacios, que adquieren resonancias de trayecto simbólico interior. el valle que asemeja a un angosto callejón sin salida donde tiene lugar un doble enfrentamiento: el primero con los personajes de Dennis Hopper y Jeremy Salte no carente de esos detalles descarnados, tan caracteristicos de Hatahway, que al no recurrir al énfasis resultaban mucho más eficaces; el claro donde tiene lugar el enfrentamiento o lid del 'caballero' Rooster con lo cuatro forajidos). Y, por su puesto, esa fluidez narrativa hilvanada por sutiles corrientes subterraneas y que reela que la sencilla apariencia de sus obras tiene poco de simple, y no sólo los deotros 'trayectos' o desplazamientos físicos como los de las magníficas 'El jardín del diablo' (1954) o 'Del infierno a Texas' (1958). O los matizados y poco complacientes tratamientos de la venganza en las esplendidas 'El pastor de las colinas' (1941) o 'Nevada Smith' (1966). Hay un momento particularmente admirable, aquel en el que Rooster comparte su vida pasada, e el que deja entrever sus fisuras (no es de extrañar que fuera uno de los momentos preferidos de su vida actoral por Wayne). El año pasado se estrenó la adaptación que los Hermanos Coen realizaron de la novela de Charles Portis. Ambas, excelentes, comparten semejanzas y sugestivos matices diferenciadores en sus diferentes miradas. En su clausura se pueden evidenciar los segundos. El 'salto' vital de la obra de Hathaway se troca en la de los Coen (más ajustada al cierre de la novela) en una conclusión desazonadora, la certificación de una derrota, ante el tiempo. Se cierra con una frase, de la protagonista, Mattie (Halle Stanfield), décadas después, 'el tiempo se nos escapa'. El Acontecimiento, lo que se vivió con intensidad (el propósito, el objetivo que enciende la llama de la búsqueda y ofusca, absorbe, hace cautivo de una misión que hace perder la misma noción del tiempo, imbuido en el escenario del drama), queda difuminado en el vacío, en la ausencia de lo que ya no es ni será, el tiempo cortado, como el brazo, que avanza inexorable dejando constancia de las pérdidas, que ni la evocación ni el relato pueden contrarrestar. Te obnubilas persiguiendo tus objetivos, sin percartarte de que el tiempo te va atrapando (en su silenciosa y perseverante persecución, o fuga). Pero, siempre nos quedará el 'salto', aunque sea una iluión, y haya vallas con las que quizás sí tropecemos.Pero mientras tanto...
John Wayne, Kim Darby y Glenn Campbell, fotografiados por Phil Stern, en varios momentos del rodaje. Darby no fue la primera opción para su personaje, sino Mia Farrow, pero cuando Robert Mitchum le dijo que Hathaway le parecía desagradable y de dificil trato, Mia intentó convencer al productor Hal B Wallis de que lo sustituyer por Roman Polanski, a lo que Wallis se negó, por lo que Mia optó por apearse del proyecto.
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