Ingmar Bergman, jovencito a principios de los años 30, con el entusiasmo de la sonrisa de la ilusión que anhela devorar, y habitar, con su mirada lo que le rodea. Fotografiado, con un rostro de seriedad más trasegada y concentrada ante los enmarañado hilos del teatro de la vida, por Claude Azoulay, en 1959. Y payaso jubiloso con chistera (porque la vida tiene mucho de chiste; otra cosa es que sea bueno o malo; aunque hay que procurar verlo como uno bueno para que no sea la vida la que te consuma sino tu risa la que la cauterize) durante el rodaje de 'En presencia de un clown' (1997).
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