domingo, 21 de agosto de 2011
Drácula, príncipe de las tinieblas
En 'Dracula, principe de las tinieblas'(1966), de Terence Fisher, Dracula (Christopher Lee) es una presencia que hace su aparición ( o que se hace visible) en escasos minutos del metraje la narración, pero su 'ausencia' se palpa desde el primer minuto. ¿Es el miedo el que le invoca?. La primera secuencia nos muestra a un sequito funerario, guiado por un sacerdote que se dispone a usar la estaca en el cuerpo de una joven fallecida. Hace acto de aparición el padre Sandor (Andrew Keir), quien les reprende por su ignorancia, dado que Dracula fue convertido en cenizas diez años atrás ( por Van Helsing, en la obra de Fisher de 1958, 'Dracula', en aquella prodigiosa secuencia en la que se lanza con presteza sobre la mesa, arrancando los cortinajes para que la luz acabe con Dracula). Pero en el pueblo han aparecido cuatro turistas ingleses, dos parejas, en los cuales destaca las diferencias entre Helen (Barbara Shelley) y Charles (Francis Mathews). El segundo tendente al despreocupado dispendio, como el invitar repetidamente a beber a los lugareños, y la primera, de actitud envarada, permanentemente crítica y sancionadora con sus actos. ¿Es de extrañar que sea ella la que se convierta en la novia de Dracula?.
De nuevo, como en las dos obras precedentes que Fisher realizó sobre criaturas vampíricas, las figuras surgen o irrumpen de la nada, 'aparecen', como ese coche de caballos sin conductor, y al que los cuatro se suben, incapaces de controlar las riendas, y que les dirige hacia los dominios del conde Dracula.
Ya en el castillo se sorprenden de ver la mesa preparada para cuatro, y sus maletas en las habitaciones, como si les esperaran. Otra vez, la sombra (la primera aparición de Dracula en la obra de 1958), en este caso, la del criado de Dracula, Klove, irrumpe inquietante. Modélicas estas secuencias (las que relatan esta noche de los cuatro viajeros en el castillo) en cuanto modulación de la duración (cómo juega con la exasperación, conjugando la insinuación de la inevitabilidad de lo inminente con la dilatación que tensa la narracción) interaccionada con el 'descubrimiento' de un espacio vacio, como si se hubiera accedido a otro mundo, y se fuera 'llenando' progresivamente. Dracula se materializará literalmente, ademas, no por casualidad, gracias a la sangre del marido de Helen.
Hay una secuencia que ejemplifica, a través de un brillante uso de las panóramicas, esta tensión entre ausencia y presencia. Sandor acaba de empalar a Helen ya vampira, y la cámara realiza una panóramica a la derecha, hacia la ventana por donde entraron ella y Dracula. Pocos planos después, Diana (Susan Farmer), la novia de Charles, entra en el despacho, engañada por Ludwig (un trasunto del devorador de insectos Renfield), creyendo que ahi le espera Charles. Pero no es él quien le espera. La cámara, esta vez, panoramiza, en la oscuridad, desde Diana hacia la izquierda, hasta encuadrar la puerta que es cerrada con llave por la mano de Dracula (lo primero que hemos visto de él, cuando se ha 'materializado' en su ataud, es su mano), el cual la seduce, hipnótizándola con sus inyectados ojos de sangre (aquí Dracula aún es más presencia 'animal' o visceral, ya que no emite palabra, sólo gruñe cual fiera salvaje) y se rasga el pecho con su uña para que ella beba de él. Dada esa efeverscencia de instinto exultante no es de extrañar que la forma de vencer a Dracula sea propiciando que caiga en las gélidas aguas bajo el hielo. Eso se llama cauterizar, o ducha de agua fria, más coloquialmente hablando.
Tercera, y también admirable,incursión en el universo vampírico de Terence Fisher, 'Dracula, principe de las tinieblas' (Dracula, prince of darkness, 1966), es la primera rodada en formato panorámico (Techniscope), en un pregnante y tactil labor en la dirección fotográfica de Michael Reed. De nuevo,participan habituales como los insignes Bernard Robinson, en la dirección artística, y James Bernard en la composición de la banda sonora. A destacar también la 'sutil' crudeza de las muertes y torturas, como la del degollamiento del marido de Helen,colgado como una res para que su sangre caiga sobre las cenizas de Dracula y lo haga 'materializarse' (como convulsa y desorbitada energía),o las torturas que realizan sobre Helen, ya vampira, a los modos inquisitoriales (sin duda, los límites se difuminan). El guión es de Jimmy Sangster. Sirva de reverencial homenaje, tras su reciente fallecimiento, a este admirable creador, una de las fundamentales columnas, con su ingenioso talento, del refulgente brillo de la Hammer alrededor de tres lustros.
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