sábado, 9 de abril de 2011
Río Rojo
Hay distancias que no sólo son las cruzas y salvas cuando recorres llanuras y colinas. Hay direcciones que no sólo son las que eliges para alcanzar antes el destino. Hay traslados en el espacio que también te pueden trasladar en el tiempo, aunque sea a través de las figuras de otros, en los que te ves en lo que fuiste o pudiste haber sido, y que puede influir en tu desplazamiento presente, el cual lo has hecho inmovilismo, porque las direcciones que determinas son como las del ganado que marcas, son las de tu voluntad. Y las distancias son las que te separan de quienes tienes, y crees sentir próximos, pero alejas de ti en tu ciega obcecación por afirmar tu voluntad, que algo tiene de haberte convertido en parte en espectro por lo que perdiste en el pasado, o de lo que crees que no supiste rescatar. Encontrarte con su réplica presente en otros, servirá para recobrar la consciencia de que las mayores distancias que se crean son las que tienen que ver con el espacio interior de los afectos. Esto es lo que le ocurre a Dunson (excepcional John Wayne), su proceso u odisea interior cuando tiene que realizar otra exterior, trasladar su ganado (10000 cabezas de ganado hasta Missouri recorriendo 1000 millas), después de 14 años de labor para asentar y afirmar su 'imperio' como ganadero en Texas, catorce años después de haber perdido a su amada, Fen (Colleen Gray), muerta por los indios.
'Rio Rojo' (1948), de Howad Hawks, es uno de lo más grandes westerns realizados, y una de las experiencias más exultantes vitalmente que se puedan disfrutar en una pantalla. Un sombrío John Wayne obcecado con remarcar su autoridad en el proceso, se enfrentará a su hijo adoptivo, Matthew (admirable Montgomery Clift), que se rebelará ante su inflexible actitud que no admite contrariedades. Inolvidable el encuentro entre Matthew y Tess (Joanne Dru), cuando la caravana en la que viaja ésta es atacada por indios (un ritornello de circunstancias, todo se repite, varían los personajes), en el que la 'flecha' de su mutua atracción se ve contrastada por otra flecha, la que se clava en el hombro de ella. Así como el posterior diálogo en la lluviosa noche entre ella y Dunson (que ahora persigue a Matthew y sus hombres tras que le hayan abandonado al rebelarse a su obtusa tiranía), cuando éste ve en ella a la mujer que perdió en su juventud, y cómo la historia de Clift y ella se puede repetir. Y qué eficaz y lírico uso de los detalles, como esa pulsera de su amada que ahora porta la amada de Matthew, Tess, o el aspecto polvoriento de Dunson, que evidencia su condición de espectro interior. Inolvidable también el diálogo entre Matthew y Cherry (John Ireland), el pistolero que contratan, cuando éste alude a qué sólo es tan hermoso como un revolver, una mujer o un reloj de cuco, y le pregunta a Clift si ha tenido alguno. Pletórica de detalles, tan sutiles como complejos, en un desplazamiento repleto de avatares (siempre en paralelo los interiores y los exteriores), en el que se alterna el tono distendido, ese jubiloso humor hawksiano, tan absurdo como lacónico, como el sombrío o intenso ( ese encuentro en la niebla entre Matthew y Tess, o el enfrentamiento de Matthew con Wayne cuando se rebela.
Y por si fuera poco, la memorable aportación de ese prodigio de actor que fue Walter Brennan (con ese hilarante avatar de no conseguir la dentadura postiza que perdió en una partida de cartas por mucho que insista en que se 'compadezca' el indio que se la ganó).
'Rio Rojo' (Red river, 1948), de Howard Hawks, es uno de los más grandes westerns, y uno de los primeros de densa complejidad en su entramado dramático y perfil de personajes. Un gran guión de Borden Chase y Charles Schnee que adaptan la novela del primero, una exultante banda sonora de Dimitri Tiomkin y un sombría dirección fotográfica de Russell Harlan, con memorables hallazgos de montaje como la sucesión de primeros planos de los cowboys cuando jalean el inicio de su 'odisea'.
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