lunes, 25 de abril de 2011
Joseph Cotten, talento en la sombra
Joseph Cotten, Alida Valli y una sombra que alude a la figura indicada en el título, 'El tercer hombre' (1949), de Carol Reed,, y que encarna Orson Welles, como el mitificado Harry Lime (o mitificado es Welles, perdón). No era la primera vez que ambos, Cotten y Welles, colaboraban juntos, ni sería la última. Cotten se había unido al 'Mercury Theatre', la compañía de Welles, en 1937. La abandonaría para interpretar junto a Katharine Hepburn 'Historias de Filadelfia', retornando en 1940. Su debut cinematográfico sería con Welles, también, en la sobrevalorada 'Ciudadano Kane' (1941), cuyo personaje era crítico, dedicación que realizó en la década de los 20, y proseguiría en la extraordinaria 'El cuarto mandamiento' (1942) y 'Estambul' (1942), comenzada por Welles y firmada por Norman Foster. En 1958 realizaría un cameo en la otra gran obra de Welles, 'Sed de mal'. El talento de Cotten, no lo suficientemente reconocido ( era poco dado a alardes actorales), puede condensarse en dos personajes tan contrastados como el perverso asesino de 'La sombra de una duda' (1943), de Alfred Hitchcock y el quebradizo pintor de 'Jenny' (1948), de William Dieterle. Pero también en la excelente 'Duelo al sol' (1946) de King Vidor, 'El asesino está suelto' (1956), de Budd Boetticher, 'The Hhaliday brand' (1957) el episodio de 'Alfred Hitchcock presenta', 'Breakdown' (1955), y, en breves intervenciones, en 'Cuando el destino nos alcance' (1973), de Richard Fleischer o 'La puerta del cielo' (1980), de Michael Cimino. O en las notables 'Te volveré a ver' (1944) y 'Cartas de amor' (1945), ambas de William Dieterle, 'Barreras de orgullo' (1956), de Henry Hathaway, 'El último atardecer' (1961), de Robert Aldrich, o 'Entre dos juramentos' (1950), de Robert Wise. Así como en las interesantes 'Niagara' (1953) de Henry Hathaway, en un personaje más adecuado para James Mason, como pretendía el director, o en 'Más allá del bosque' (1949), de King Vidor, en la que chirriaba la interpretación de Bette Davis, desajustada hasta fisicamente para el personaje, y en 'obras algo más discretas como la también sobrevalorada 'Luz de gas' (1944), de George Cukor, Despacio, forastero' (1950), 'Canción de cuna para un cadáver' (1965), de Robert Aldrich o 'Atormentada' (1949), una de las obras más desequilibradas de Alfred Hitchcock.
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