miércoles, 6 de abril de 2011

El arte de apañarse

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¿Dónde se ha visto que un cargo público, un alcalde, en vez de enriquecerse a costa de los demás, gaste su propio dinero porque considera que la administración del dinero ajeno es algo sagrado, como piensa su secretario y sobrino, Sasa (Alberto Sordi), que además no cobra un duro? Como replica él, si según los socialistas dicen que la propiedad es un robo ¿por qué tiene él que administrar honradamente lo que roban los demás? Pero volvamos atrás, o mejor dicho, adelante, porque esta magnífica comedia, 'El arte de apañarse' (1955), de Luigi Zampa, comienza 36 años después,en 1948, cuando Sasa tiene 55 años y es detenido por la policía por uno de los tejemanejes del 'arte de apañarse' y que ha implicado hasta a la propia iglesia, aunque él lo considere injusto porque la ha beneficiado (para conseguir aportación económica para la película que produce ha hecho creer a un duque que el dinero que entrega a la iglesia no es para beneficencia sino que se lo blanquearán en el extranjero).
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Sasa se ha apañado como ha podido toda su vida, adaptándose a las circunstancias para sacar el mayor beneficio, ya que su aspiración en la vida es ser esa figura en un bar que se enriquece a cada minuto que pasa sin hacer nada, y es lo que se nos narrará en un largo flaschback que abarca ese periodo de años. Sasa se convertirá en socialista para así 'impresionar' y seducir a una mujer, entregada a la causa socialista, de la que se ha enamorado, y será capaz de quemar los papeles que revelan la corrupción de los cargos públicos (y que también le implicarían a él) para dejar en evidencia al político socialista, pareja de su amada, que acaba de denunciarlo en el senado, y así provocar que vaya a la cárcel y conseguir el amor de su amada. Se casará con la hija de un rico empresario para conseguir su fortuna, tras escribir él mismo unos anónimos que denuncian que son amantes (cuando ha 'atraído' a la hija a su casa con el reclamo de los dulces que gustan aunque sepa que es diabética). Se convertirá en fascista para evitar un duelo con un barón, ya que los fascistas los prohíben. Evitará ir a la primera guerra mundial haciéndose pasar por loco (memorable su estancia en el psiquiátrico). Se convertirá al comunismo cuando acabé la segunda guerra mundial para evitar que le metan en un campo de concentración por fascista. Y cuando las elecciones las ganen los demócratas cristianos, pues de nuevo cambio de chaqueta. Y añádase su entusiasta integración en la emergente forma de enriquecerse tras la guerra, con la inversión en suelos a la espera de que se declaren urbanizables.
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La narración se puntúa con los propios comentarios de Sasa, una brillante idea que acrecienta la ironía de este relato sobre este hombre sin atributos, medroso, acomodaticio, que siempre se considera víctima mientras se aprovecha, 'apañándose', de las circunstancias, es decir, todo un prototipo emblemático del hombre común (o de clase media) que refleja a una sociedad y sus diversos vaivenes. No se puede ser más corrosivo y acerado en el planteamiento crítico, y a la vez más ingenioso, y con una admirable capacidad de condensación, en el trazo de las diferente situaciones. Digno colofón, este hombre que ha hecho de su vida un arte de la impostura acaba vendiendo cuchillas de afeitar alemanas vestido de tirolés que vende con el correspondiente acento alemán.

‎'El arte de apañarse' (L'arti di arrangiarsi, 1955), de Luigi Zampa es una extraordinaria comedia, con un portentoso guión de Vitaliano Brancati. Un demoledora sátira, a la par que vivazmente ingeniosa, sobre el 'camaleón' que sabe adaptarse a cualquier circunstancia para sacar el máximo beneficio, es decir, enriquecerse sin esforzarse siempre a costa de los demás. Una comedia que vamos a decir no ha perdido actualidad alguna.

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