jueves, 31 de marzo de 2011
Liliom
Las comisarías del Cielo coinciden con las de la Tierra ( o las de la Muerte con las de la Vida) en que te hacen esperar largamente, tardan en poner el sello en el papel necesario porque no encuentran la tinta o están repletas de carteles que prohiben algo. Como dice Liliom (Charles Boyer) en la comisaría 'terrestre' sería más adecuado que pusieran un cartel en el que indicaran lo que no prohiben. Detalle revelador, al fin y al cabo, de unas de las cuestiones subyacentes en 'Liliom' (1934), de Fritz Lang, cómo a quienes son de extracción baja se les dificulta siempre alcanzar los privilegios sociales. O que se les 'condene' a tener que aceptar trabajos nada estimulantes como 'portero, a lo que se resiste Liliom, y por ello convirtiéndose en rémora ociosa de su amada, Julie (Madeleine Ozeray), lo que no deja de provocarla una verguenza que no expresa sino que disimula (camuflándola incuso en conductas agresivas), y determinándole, cuando se entera de que va a ser padre, a aceptar algo que antes rechazaba, el ser cómplice en un robo, cuyo trágico desenlace, prefiere suicidarse (por verguenza) antes que ser capturado por la policía, ese singular último tercio de estancia (debate moral) en el Cielo (no reconocer sus responsabilidades deriva en pasar 16 años en el purgatorio). ¿Es cuestión del destino, de condicionantes circunstanciales o responsabilidades individuales, o todo combinado?.
Hay una fascinante secuencia, de sorprendente modernidad, en el Cielo. Aquella en la que proyectan en una pantalla un fragmento de su vida para que lo analice. Es crucial porque enfrenta a las contradicciones de este personaje, cuya nobleza, o luminosidad de carácter, la oculta bajo prototípicos comportamientos agresivos masculinos (¿conductivismo social?). En ella, Liliom, que no parece mostrar preocupación, pese a los reproches de la amiga de Julie, por su ociosidad, al advertir que no queda café para ella tras tomarlo él, reacciona agresivamente, reprochándola que siempre recurra a actitudes victimistas (cuando ella no ha dicho nada), e incluso llega a abofetearla. Lo aún más singular de esta secuencia es que, seguidamente, le proyectan la misma escena, pero escuchándose no lo que dice, sino lo que piensa en ese momento, su voz interior, su verguenza por ser tan miserable, su horror por golpearla. Liliom ha sido presentado como un personaje cuya apariencia resulta cautivadora, seductora, y no deja de ser significativa su presentación cómo animador en un tiovivo en una feria, secuencia en la que ya se refleja esa dualidad o escisión (y el condicionamiento de un ambiente) en su enfrentamiento violento con otro feriante que intenta quitarle cliente, y en su expeditiva reacción ante la dueña del tiovivo que quiere expulsar, por celos, a Julie (que ha realizado cuatro viajes en el tiovivo), lo que le determina a Liliom a despedirse.
Hermosas secuencias son las que tienen lugar posteriormente, en un parque. Primeramente, su reacción es la que se deja llevar por su fría coraza, cuando dice a Julie y su amiga, que sólo se quedará con una. Pero al advertir la expresión de Julie, su rostro se transfigura (la amiga se marcha al advertir claramente cuál es su elección). Su diálogo se ve interrumpido, primero premonitoriamente, por policías que les piden su identificación (y que se ofrecen para 'salvar' a Julie de alguien considerado como canalla; de nuevo, ¿determinismo social?) y por el detalle poético de un hombre que apaga las farolas, pero sólo una de cada dos (como le responde a Liliom cuando le pregunta por qué no apaga la que está junto a ellos). Las sombras en la que está acostumbrado a vivir enfrentadas a la luz que le posibilita Julie. Su coraza se desploma definitivamente cuando ella le dice que no esté que le quiera, aunque su gestualidad diga lo contrario; al fin y al cabo, se reconoce en ese no explicitar lo que se siente. Por último, hay otro hermoso detalle poético, ese afilador que se cruza con Liliom y su compinche en el túnel donde esperan realizar su atraco, y que en el Cielo descubrirá que era su angel guardián. No deja de ser irónico que sea un afilador.
'Liliom' (1934) es una poco conocida y singular obra de Fritz Lang, que realizó en Francia tras abandonar Alemania, con fotografía de Rudolph Mate, y con guión de Robert Liebman, que adapta la obra de Frederick Molnar, que ya tuvo una previa versión realizada por Frank Borzage en 1930. Es fácil que sus imágenes evoquen el mundo de éste, como también se pueden establecer ciertas asociaciones con las posteriores estupendas obras de Marcel Carné. Y no dejar de mencionar una hermosa elipsis temporal con la sucesión de nombres de parejas tallados sobre el banco donde lo han tallado la pareja protagonista, una lúcida forma de aludir no sólo al tiempo transcurrido sino a cómo se ha emborronado, por las circunstancias, esa emoción inicial.
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