viernes, 18 de marzo de 2011
En rodaje: Jean Luc Godard y Anna Karina. El cine de Godard: Interrogantes sobre un desconcierto
Jean Luc Godard y Anna Karina durante el rodaje de 'Vivir su vida' (1962). Esta obra ha sido la excepción, en éste último año a una imprevista y desconcertante cadena de decepciones o frustraciones al abordar otras obras de un cineasta que no sólo me entusiasmaba, sino que fue uno de esos cineastas decisivos en la particular educación vital e intelectual. En algún caso, la inmersión se saldó con la indiferencia como con 'Masculino femenino' (1966), pero en otros, como la revisión de 'Alphaville'(1965) o el bautizo con 'Nuestra música' (2004) o 'Banda aparte' (1964) derivó en el abandono sin ni siquiera superar la media hora de metraje. Si hubiera sido una vez, podía haber pensado que me pilló en un día poco receptivo, o que simplemente no era una obra que me satisfacía como otras - ya en el pasado se había dado el caso, como, por ejemplo, con 'Nouvelle vague'(1990), en el que sentía que parecía perdido en cierto callejón sin salida redundante-, pero cuando se da en tres ocasiones, e incluso suscita las ganas de abandonar, la consternación o perplejidad es considerable. Y más aún ante cierto fenómeno. Uno de los aspectos que más conmocionó mi mirada, mi forma de replantearme la relación con la vida (haciendo viaje en el túnel del tiempo hasta los veinte años) fue su manera de replantear el lenguaje, creando otros ángulos de mirada, buscando la raíz, lo que hay antes del nombre, reajustando la noción de representación (y en la misma vida), o poniéndola en interrogantes. O,quizás, mejor dicho hacer del lenguaje,de la construcción de la ficción, interrogante. Como la muda de las libélulas, la bella metáfora de transformación, en una película hito en mi vida como 'Yo te saludo, María' (1985), plétora de iluminadoras metáforas, como la de la asociar el mito de la virgen María con el de la confianza (o el de saber mirar con los ojos del otro). Con su cine la mirada perdía pie, se desestabilizaba, pero para encontrar en este desguarnecimiento la intemperie alumbradora de la mirada despejada, desasida de las inercias de las convenciones del lenguaje, esos automáticos en los que nos entucemecemos en el hábito y, por consiguiente, en la incapacidad de discernir con precisión fuera de unos modelos inferidos. Entonces, su cine era como hollar territorios inexplorados,o explorar lo conocido (instituido) desde nuevos ángulos, como la mirada de un recién nacido. Eso era lo que me hacían sentir obras como 'Salvese quien pueda (la vida)(1979), 'El pequeño soldado' (1960), 'Prenom: Carmen'(1983), 'Detective' (1984) 'Pasión' (1982) o 'Pierrot, el loco'(1965). Cierto, aparte de la citada anteriormente, que otras obras no me cautivaron, como 'El desprecio' (1963) o 'Los carabineros'(1963), pero grandes cineastas también tienen obras que resultan menos estimulantes.
El fenómeno al que me refería, y el que me provoca esa aún más honda consternación, como si se hubiera dado un drástico cambio de eje en mi forma de sentir, habitar o relacionarme con sus películas, es que las citadas obras que nada me convencían y que opté por abandonar me resultaban impostadas, vano artificio, como si lo que me hubiera enseñado a mirar ahora lo viera como algo anquilosado y estéril, un ensimismado juego con el lenguaje, irrelevante, como una lengua muerta, menos transfigurador y epifánico que aquello que se cuestionaba implacablemente entonces, el modelo de representación institucional. Claro que con 'Vivir su vida' aún volvió a tener lugar esa magia. ¿Es una falta de conexión provisional o refleja un cambio en mi forma de sentir y relacionarme con su cine?¿Ocurrirá lo mismo si vuelvo a revisar esas obras que tanto admiré años atrás?. Nuestra mirada se modifica y transforma con el tiempo, y pueden darse esas variaciones (aunque los haya que se (auto)afirmen empecinadamente en el hecho de que ellos nada han variado, cual incrustación de coral, como sus gustos o aprecios, como si esto fuera una seña de distinción, y lo otro falta de personalidad o volubilidad; probablemente mentalidades pétreas como las suyas son las que instituyen o dictan los aprecios y desprecios como credos a seguir a la vez que estigmatizan a los 'no iluminados', sin soportar cuestionamiento alguno de sus fervores). El cine de Godard siempre ha despertado pasiones y rechazos muy extremos, entre apologías fervorosas (en algunos casos sólo les falta entonar cantos de una homilía) y descalificaciones expeditivas (como quien quiere derruir a mazazos un totem o falso idolo), como se pudo apreciar cuando se estrenó 'Film socialisme' hace unos meses (Godard: Dios o impostor). Lides que siempre me han resultado escasamente sugerentes. Si alguien descalifica con saña alguna obra que me entusiasma no lo voy a tomar como algo personal. Si no hay debate, o mero y estimulante intercambio de impresiones, los enfrentamientos entre aspirantes a emperadores en el circo romano o predicadores en el púlpito del fervor visceral me suscitan cuando menos narcolepsia. Prefiero las interrogantes. Y, por supuesto, compartir radiantes entusiasmos (sin susceptibles sombras).
Vaya, por fin el ansiado texto :-). Me has dejado mucho más impresionado de lo que podía suponer, lo que sentías por el cine de Godard es muy hermoso, de lo más hermoso y atinado que yo haya leído sobre el director, quizás porque me cautive tanto que cine y vida se conecten y Godard tiene la mala fama de tener un cine ensimismado con el propio cine y de ser algo así como la antítesis existencial de Truffaut.
ResponderEliminarTanto me gusta que estoy por decir que es casi irrelevante que haya cambiado ese sentir, aunque tampoco quiere ser uno irrespetuoso con la consternación ajena ni desatender lo que de cuestionamiento crítico tiene el texto. Quizás deberías hacer como intenta hacer uno con las películas de la infancia, no volver sobre ellas.
Siendo uno un entusiasta del cine de Godard, este texto obviamente no me molesta lo más mínimo, aunque no incluyera el relato del apasionamiento juvenil. Cuando el interlocutor escribe, siente y razona endiabladamente bien, bienvenidos sean los cuestionamientos de los propios fervores, sobre todo para los que nos aburrimos de oir el eco de nuestra propia voz.
¡Muchísimas gracias, por tus palabras,querido Sergio! Quien sabe, quizás las 'revisite' como a Brideshead, y se dé la misma conexión, aunque no sea en mismo grado. Hace un par de años revisé 'Yo te saludo, María'. No fue el mismo impacto, no me causó ya el mismo asombro,pero aun en menor medida sí la disfruté y admiré.
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