miércoles, 9 de febrero de 2011

Paranoid Park y el cine de Gus Van Sant

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'Paranoid Park' (2007), de Gus Van Sant, es una cautivadora exploración de las periferias de la narración. O, dicho de otro, otro replanteamiento de la noción del relato, de los modo de representación. La trama, la psicología, la continuidad, la identidad o identificación son conceptos que son cuestionados o 'transfigurados', dando preeminencia al movimiento, al tiempo y el espacio, como si nos despojaran del convencional recurso de hechizo o sugestión, e identificación, de involucrarse y sustentarse en la continuidad del hilo de una trama y unos personajes de definida psicologia. Su sustracción revela sus fisuras, y su espejismo.
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En sus primeras obras, Van Sant, colocaba en el centro de la narración a personajes socialmente periféricos. Aquellos que habitualmente no encontraban espacio protagonista en el cine de mayor difusión, y convencional, como tampoco lo tienen en la trama de nuestra sociedad. Son figuras invisibles o marginales. O estigmatizadas. Asi los gays de 'Mala noche (1986)' o 'My own Private Idaho' (1991), los yonkis de 'Druggstore cowboy'(1989) . LLegando a una dislocada ordalía de figuras extravagantes o 'anómalas' en 'Even the cowgirls get the blues' (1994).
E incluso aunque su condición social entre dentro de márgenes más legitimados, o menos 'raros', los protagonistas de 'El increible Will Hunting' (1997) y 'Descubriendo a Forrester'(2000) son períféricos emocionales, caso del profesor que encarna Robin Williams o el mismo Will (Matt Damon), un joven de baja extracción cuyo talento aún no ha sido reconocido, incluso no asumido por él mismo como seña de distinción (algo poco práctico), en la primera, o el escritor retirado, encarnado por Sean Connery, en la segunda. Sin olvidar el rasposo retrato de una abyecta arribista en la figura de la periodista, o presentadora de televisión, encarnada por Nicole Kidman en' Todo por su sueño' (1995).
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Sí, la mirada de Van Sant parecía querer dar voz a los que generalmente carecen de esa posibilidad, visibilizando de modo natural una realidad que si se representaba era desde la perspectiva 'enrarecida' de quien se acerca a un mundo sin comprender, presa del tópico o incluso estigmatizándolo. Señalando las raices podridas de esa sociedad 'visible' legitimada, edificada sobre el arribismo sin escrupulos, mientras los que poseen cualidades o potencialidades intelectuales permanecen al margen o escondidos porque el saber o el arte no es moneda de cambio.
Pero Van Sant quizás se dio cuenta de que no sólo bastaba con las pretensiones, loables, de un crítico discurso, o un guión tejido con buenas intenciones y ortodoxa corrección. Esa mirada disoluta estaba vehiculada a través de unos modos de representación convencionales, con brillos puntuales pero bordeando lo funcional por mucho que lo representado fuera nada o poco convencional,aunque consideraría apreciables o notables logros, u obras más equilibradas, 'Drugstore cowboy', 'El indomable Will Hunting' o 'Todo por un sueño'. Para representar esa otra mirada disidente, y para cuestionar la realidad (sociedad ) legitimada, debía hacerla cuerpo de representación, transgredir las formas de narración, y así resaltar realmente un mundo sin discurso ni centro, ni sustancia, quebrado y vacio.
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Este es realmente un mundo de fantasmas deambulantes. Y de ahí, ese primer paso en esa busqueda, en Gerry (2002), además apoyándose, como 'introductores', en rostros conocidos, Casey Affleck y, sobre todo, Matt Damon. No hay trama. Sólo dos personajes errando por paisajes desérticos y despojados. Quizá dos personajes en busca de autor ( o sentido). Quizá esperando a Godot (o dirección). No hay trazo de psicología. Deambulan. Es el espacio en el que se mueven, y la (exasperada) duración, el tiempo, los que guían la narración. Quizá porque son lo único ciertamente real.
El esqueleto de toda narración que se realza en su presencia, oculta, habitualmente, en los mecanismos identificatorios y suspensivos de la narración sostenida sobre una trama y la identidad ( la psicología). Y se convierte, para asombro del espectador, en pura experiencia. El fenómeno desnudo. La experiencia física despojada de los fantasmas de la narración. ¿Hacia dónde nos dirigimos?
Y, por añadidura, pone cuestión la rigidez de la construcción del relato, dando primacia a la transición, a los tiempos muertos. Y, más allá, en reflejo de una vida, la nuestra, tejida sobre tiempos muertos y transiciones, que rellenamos con ilusiones de acontecimientos, con los que nos sugestionamos que ocurre algo en nuestra vida. Pero ¿en nuestras dedicaciones diarias,laborales o de ocio, hacemos realmente algo aparte de estar conectado a algo, a una rutina o inercia laboral, cual autómatas, o en el ocio, conectados a espacios o actividades en general virtuales?.
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Con 'Elephant' (2003), de la que ya he hablado, fue un paso más adelante, o realizó una fructifera variación, o ampliación, en la que quizá sea su obra maestra.'Last days' (2005) incidía en las mismas pautas expresivas, ahora centrándose en una figura, precisamente un icono juvenil de ese espiritu del malestar, Kurt Kobain, el cantante de Nirvana. Y centrándose en los movimientos o desplazamientos, de nuevo vaciados, de sus últimos días antes de suicidarse. Lo que el oyente, o admirador, reflejaba o proyectaba en ese icono, este se lo devuelve. Una vida sin transcurso ni dirección, ni apego ni placer de vida. Otra figura fantasmal que se implosiona en sus carencias. Otra figura que deambula en el desierto, quizá buscando sentido, dirección, un lazo con la vida. O quizá, cuando no te dejas llevar por la inercia de la rutina, de tu papel social, enfrentado a tu propia falta de inquietud o anhelo. Sin la máscara que nos arrastra en nuestro discurrir cotidiano de inercias somos sólo fantasmas que deambulan, ya muertos en vida. Sin siquiera interrogantes o impulso de acción. Hasta los modelos están vacios.
Una lectura complementaria, y rabiosa en su radical representación, a aquel intelectual eremita de 'Descubriendo a Forrester', apartado de la vida, porque en el mundo donde está, que no habita, no hay espacio para espíritus como él como modelo (aunque, como se apuntaba ahí, una cierta corresponsabilidad podía haber en su ensimismada misantropía, por muy lúcida que fuera), o aquel 'intelectual' en ciernes, Will Hunting, no educado en el aprecio del saber, o del talento intelectual, que despreciaba él mismo como 'cuerpo extraño' en él ya que en su ambiente social, de clase media baja, no era valorada, ni como valor de imagen ni como pretensión frucifera (¿acaso se iba a ganar la vida desarrollando ese potencial?), asi que mejor adaptarse al medio y ajustarse a su casilla de trabajador funcional, en su caso, valga la ironía simbólica, en la construcción.
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'Paranoid Park' (2007) incide en la implosión de la narración, o representación, con una nueva variación, casi a la misma altura que 'Elephant'. De nuevo la trama se resquebraja, y su detonante permanece en 'suspenso' durante buena parte de la narración, como el mismo rostro del adolescente protagonista, Alex, casi una trasposición de la esfinge. Porque quizá el rostro de la esfinge, del relato, sólo oculta el vacío y la violencia, o de nuevo, un mundo de personajes sin dirección, deambulantes, sin voluntad, como si sólo les movieran impulsos que no saben de qué estan hechos, como si fueran portadores de emociones o deseos que les resultan extraños, y los ejecutaran o inercialmente, o con perplejidad.
Hay una investigación de un crimen, de un vigilante ferroviario, y Alex es interrogado. Pero esto no es el centro de la narración, aunque sea la quiebra en el mismo, como lo ha sido en la vida de Alex. Pero su vida es como esas imágenes de practicantes del skateboard. Se mueve sobre la tabla dando vueltas, deslizándose, pero ¿hay algo más?. Y la narración se disuelve, suspendiéndose en esas acciones periféricas que cobran tanta presencia, porque quizá la tengan más, o son más reveladoras como reflejo de una vida, y de su relación con ella, que las propias relaciones que Alex mantiene, con su novia, con la chica que se interesa por él, o con sus padres separados.
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Los tiempos se entremezclan, la duración de los planos se alarga, los momentos irrelevantes cobran presencia epifánica.
El rostro inexpresivo de Alex va dejando entrever sus fisuras, como la propia narración hace de ella música, y ese rostro se convierte en reflejo de un mundo o sociedad sin dirección ni sentido. No hay una 'relación' sustantiva. Un mundo de fantasmas en un desierto disimulado con máscaras, que se desplazan o deambulan, porque es la inercia, pero realmente están detenidos, como aquellas dos figuras que erraban en 'Gerry' por el desierto. Como estos jovenes que sienten que hacen algo cuando se deslizan con sus tablas en unos espacios acotados que no llevan a ningún sitio.
Pero sobre el vacio se pueden realizar obras de tan conmovedora belleza, y cautivadora sensualidad, una celebración musical de los sentidos, como esta obra disidente y transgresora. En la periferia de la narración aún late la belleza, y las voces que protestan rasgando tanto la pantalla como el proyector, y proponiendo nuevas formas de mirar, reflexionar y sentir.
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‎'Paranoid park' (2007) es una de las grandes obras maestras de Gus Van Sant, quien también escribe el guión, que adapta la novela de Blake Nelson, y el montaje. Crucial la admirable colaboración en la dirección de fotografía del gran Christopher Doyle y Rain Kathy Li. Van Sant estructura el relato a través de la discontinuidad, la fuga y la fragmentación de perspectivas.
Van Sant reconoce que fue la influencia del cineasta hungaro Bela Tarr, desconocido en nuestras pantallas, el que le influyó en el cambio estético o narrativo de su cine. Como Malick, en su rupturista manera de hacer del tiempo, de la duración, cuerpo y desgarradura, a la vez, de la narración, sobrevuela con su influencia en ambos cineastas.

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