viernes, 21 de enero de 2011
Peter Weir, el camino de la sensación verdadera
En la obra de Peter Weir resuena cual diapasón una constante. El contraste de la realidad convencional y rígida con elementos o personajes extraños, en cuanto diferentes que la desestabilizan, por pasiva o activa. De repente,no hay un territorio cierto, se tambalean las presunciones sobre las que está asentada lo que se considera realidad o lo que debe ser, abriéndose la fisura del puede ser, y la incertidumbre como constitución inmanente de la vida, como movimiento real, y no anquilosada ficción como ilusión (espejismo) de realidad.
Vease el contacto del abogado protagonista de 'La última ola' (1977), con la cultura maorí, con su distinta visión de la realidad, que trastorna su mirada; el espacio y el tiempo se desestabilizan; la percepción se asienta sobre un terreno 'líquido' donde se desvanece la solidez de sus presunciones anteriores, las de nuestra civilización. Y ejemplos de este contraste (o colisión) los podemos ver en obras posteriores, como en Unico testigo (1985), CON la cultura amish; en El club de los poetas muertos (1989), con la visión de carpe diem del profesor de literatura que rasga los rígidos valores de la educación convencional; en Matrimonio de conveniencia (1990), con la actitud desapegada y sin verguenza del personaje de Depardieu que desestabiliza esa realidad de jardin hibernado en la que vive el personaje de Andie Mcdowell, un desorden que es exuberancia vital en contraste con el puntilloso control de la protagonista de todas las facetas de su vida.
Las certidumbres se quiebran, las realidad se desvela ficción. Qué es verdad y qué es mentira, cuándo los días de verdad se palpan. Cuáles son los límites del conocimiento. Cuestiones que traman latentemente 'Camino a la libertad' y las tres excepcionales obras previas, Sin miedo a la vida (1993), El show de Truman (1998) y Master and commander (2003), tres obras que aparentemente poco tienen en común, pero de las que uno puede extraer un sugerente hilo de reflexiones que se complementan. Qué hay de ficción en la vida, qué ocurre cuándo nos enfrentamos a ella. De qué manera es parte indisoluble de nuestra condición. Cuáles son los umbrales de conocimiento que podemos traspasar. qué realidad creamos cuando nos singularizamos en nuestra propia voz en una realidad encorsetada por una voz socializada en la que todos nos envolvemos como en una tela de araña.
Lo real y la mentira ( lo ficticio, el auto/engaño, lo impostado), que también vertebra 'Camino a la libertad'. El personaje del actor, encarnado por Mark Strong, que parece colaborar con Janusz organizando la fuga del gulag, pero realmente no pretende escaparse (como dice Smith es como un parasito que se nutre de las ilusiones, los anhelos de evadirse (de un horizonte), de los recién llegados, vive de una ilusión sin querer realizarla; su vida es una impostura, un escenario del que no quiere liberarse). O la reprimenda de Smith al personaje de Saoirse Raonan, cuando le dice que entre ellos la mentira no tiene lugar (dado que ella ha 'inventado' el curso de los hechos que le ha llevado a errar sola por los bosques: en la aventura desnuda compartida no cabe la falsedad, es la intemperie de lo real; se relacionan con lo natural, y entre (junto a) ellos rige esa misma condición).
En Camino a la libertad, como en el mejor de cine de Weir, las ideas, los símbolos toman cuerpo, empapan.. La flexión de los sentidos, la inmersión en el fluido de las sensaciones, alterando la percepción, incitándola a variar el ángulo, ya no desde el que se mira, sino desde el que se siente. Sin esa capacidad, el símbolo quedaría huerfano, evidenciado como una marioneta. La potencia expresiva del cine de Peter Weir, en sus mejores obras, en sus mejores momentos, nos hace palpar con su sensual escritura las mareas de unas emociones que palpitan en los subterraneos de las imágenes, nos hace sentir el tacto, el tiempo estirándose. Nos rapta para apreciar la realidad desde una perspectiva que es un deslizamiento en un territorio donde se abre una fisura que nos señala que la realidad puede mirarse y sentirse desde otros ángulos. Rasga nuestros límites de la percepción para sumergirnos en los intersticios y quicios. Nos hace cruzar el espejo, nos envuelve con un extrañamiento, despierta nuestros sentidos en un ceremonial al que sucederan las preguntas. Qué es lo real, qué es lo que sentimos, qué podemos ver, qué podemos sentir, cuál es el látido de los momentos que habla sin palabras. la naturaleza habla, los elementos tiemblan presentes. Y nos hace interrogarnos sobre lo que es posible.
Con la obra de Peter Weir siento una conexión muy especial, así que no me restrinjo a seleccionar siete obras. Tiene ocho grandes obras, a mi parecer, 'Sin miedo a la vida' (1993), 'Master and commander' (2003), 'Camino a la libertad' (2010), 'La última ola' (1977), 'Picnic en Hanging rock' (1975), 'El show de Truman' (1998) y 'El año que vivimos peligrosamente' (1982). Y el resto es notable cuando no estimulante aunque sean menos logradas o equilibradas, o su planteamiento menos complejo
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