miércoles, 5 de enero de 2011
John Garfield, alma rebelde
Desafortunadamente, John Garfield no es uno de los actores más recordados hoy día, aunque es uno de los más grandes que ha dado la cinematografía estadounidense, y pese a que la asistencia a su funeral en 1952 fue la mayor que se recordaba a la de un actor desde la muerte de Valentino. Su trágica prematura muerte no se ha imbuido de mítica, como la de otros, quizá porque fue consecuencia de uno de los más aciagos episodios de la historia norteamericana, la Caza de brujas del comité de actividades norteamericanas. Sus manifiestas inclinaciones izquierdistas y apoyo a la clase trabajadora, y su renuencia a colaborar con el citado comité (es decir,dar nombres de compañeros de profesión que fueran sospechosos de comunismo), determinó que fuera vetado por las productoras y le costara encontrar quienes le ofrecieran un papel a protagonizar. Unido a su afección cardíaca que imposibilitó que combatiera en la segunda guerra mundial, tal tensas circunstancias provocaron que sufriera un infarto fatal a los 39 años. El que no sea tan recordado también puede deberse a que no protagonizó obras con e aureola de míticas. La que más cerca puede estar es 'El cartero siempre llama dos veces' (1946), de Tay Garnett, y no es una de las mejores, pródiga en grandes títulos o cuando menos sugerentes y no carentes de atractivos en los trece años de su carrera, desde su celebrado debut en 'Four daughters' (1938), de Michael Curtiz, que le supuso una nominación a mejor actor secundario, hasta la estimulante obra que cerró su filmografía, 'Yo amé a un asesino' (1951), de John Berry ( director que tuvo que exiliarse, también 'perseguido' por el citado comité; el título original es sombríamente declarativo: He ran all the way-El corrió todo el camino). Entre los títulos más brillantes destacaría una de las más tenebrosas obras de aventuras, 'El lobo de mar' (1941), de Michael Curtiz 'Cuerpo y alma' (1947), de Robert Rossen, que le supuso una nominación a mejor actor o 'El orgullo de los marines' (1945), de Delmer Daves, que refleja con contundencia los conflictos de adaptación los que retornan de la guerra, y más si sufren como su personaje ceguera. Pero también son obras muy sugerentes 'Juarez' (1939), de William Dieterle, 'Perseguido' (1943), de Richard Wallace, otro tenso thriller alrededor de traumas de guerra, 'De amor también se muere' (1946) y 'Nobody lives forever' (1946) de Jean Negulesco, 'La barrera invisible' (1947), de Elia Kazan, que ponía en evidencia el antisemitismo en la sociedad estadounidense, 'Destino: Tokio' (1943), de Delmer Daves, 'Air force' (1942), de Howard Hawks, 'Punto de ruptura' (1950), de Michael Curtiz y, producida por su Compañía Enterprise, la obra que motivó con más intensidad que fuera acosado y perseguido por el comité de actividades norteamericanas, 'El poder del mal' (1948), de Abraham Polonsky, siniestra que obra que ponía de manifiesto la corrupción que dominaba cualquier estamento del país, y en a que Garfield realizó una de sus más señeras interpretaciones. Quizá su aspecto era más el de un hombre ordinario, y careciera del glamour de otros, y además se le encasilló en personajes contestatarios, conflictivos, outsiders ( en lo que se adelanta a actores como Brando, Dean o Clift) cuando no antiheroes poco simpáticos, o personajes turbios . Pero, desde luego, fue una de las presencias más conspicuas de la dorada década de los 40.
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