jueves, 30 de septiembre de 2010
Minority report
No deja de ser paradójico que Anderton (Tom Cruise), en 'Minority report' (2002), de Steven Spielberg, evite, en su trabajo sostenido en la precognizión, crímenes futuros, cuando está cautivo y atrapado en imágenes de su pasado, la de su hijo desaparecido, y una relación marital quebrada. ¿Acaso no vivimos, proyectamos, un presente,entre imágenes del pasado y del futuro, entre las huellas y lo posible? Lo cuál,como en otras obras de Philip K Dick (la película está inspirada en uno de sus relatos cortos), lleva a preguntas sobre la identidad, quién es uno, y la realidad, ¿es lo que realmente habito o cómo me la presentan?. Por ello,cobran tanta relevancia en la trama las pantallas (la virtualidad que domina la realidad) como la mirada, el ojo. ¿Es lo que veo lo que es o puede ser, o está manipulado? Los ojos, en este futuro,son los códigos de barra con el que se identifica a los ciudadanos (incluso la construcción de las carreteras aereas asemeja la forma abovedada de un ojo).
Por eso, Anderton tendrá que recurrir a extirpárselos e injertarse otros para que no lo reconozcan, que determina a algunas de las secuencias más turbias y más brillantes de la obra de Spielberg: las sórdidas secuencias en el arrumbado apartamento del cirujano, Solomon (Peter Stormare) y, en especial, cuando los robots arácnidos asaltan el edificio para identificar a sus habitantes. El conflicto ha surgido porque Anderton ha descubierto que los precocs (aquellos que tienen las visiones de crímenes inminentes; ya casi siempre pasionales, fruto del momento, porque nadie se atreve ya a planificar un crimen, ya que sería descubierto con mucha antelación) han 'diagnosticado' que va a realizar un crimen, sobre alguien que Anderton desconoce completamente. Su huida es a su vez la búsqueda del por qué, convencido de que no realizará lo determinado. Pero como en otras obras de Dick, el determinismo no es el de un abstracto destino sino el proveniente de la manipulación conveniente e interesada de los otros, las puestas en escenas capaces de crear la sugestión pertinente,como le ocurre a Anderton cuando se encuentra en la habitación donde se ha augurado su crimen, sobre la cama, con centenares de fotos de niños, y entre ellos su hijo, lo que pulsa la tecla de su visceralidad, ofuscando su voluntad, ya que se encuentra ante el que parece secuestró a su hijo e incluso le mató.
Más que su libre albedrío es su consciencia de que es una puesta en escena (el hombre reconoce que le han contratado para simular que es el secuestrador) lo que posibilita que no se vea impelido a realizar el crimen ( que sí se realiza es por accidente; cuando el hombre le agarra, la pistola se dispara; claro que ¿determinismo de un destino?). Hay otro singular espacio que se encarna como mordaz espacio especular: el invernadero de plantas de la doctora que trabajó originariamente con los precocs. Hay una sugerente asociación entre plantas y humanos, como con la idea de los 'implantes' en los humanos, implantes que determinan su percepción de la realidad, que les convierten en sumisos funcionarios vitales que realizan la tarea encomendada en la organización social, sin realizar preguntas sobre quiénes son, y por qué son así, o sobre la realidad que viven, un mundo de apariencias construido como realidad convenientes para quienes la dominan y tejen acorde a sus intereses.
Steven Spielberg realiza en 'Minority report' (2002) una de sus más brillantes obras, con una sutil complejidad,lejos de maniqueismos simplistas de alguna obra previa, y narrada con un vigor admirable. Si en su anterior obra, su obra maestra, 'Inteligencia artificial' (2001), un robot anhelaba ser humano, en ésta un humano descubre su condición de 'robot', de vida manipulada. Extraordinaria fotografía de Janus Kaminzski, y grandes prestaciones actorales de Max Von Sydow, Samantha Morton y Colin Farrell ( la estupenda, y sorpresiva, secuencia de su muerte, recuerda a la muerte del personaje de Spacey en 'LA Confidencial').
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