domingo, 1 de agosto de 2010
Vicky Cristina Barcelona
'Vicky Cristina Barcelona' (2008), es casi tan excelente como lo era la anterior obra de Woody Allen, la turbadora y no suficientemente reconocida 'El sueño de Casandra' (2007). Pienso que los árboles no han dejado ver el bosque, o incluso, algunos, un tanto susceptibles por no ver reconocido su espacio cotidiano, se han metido la aguja de la hoja del pino en el ojo. Se la ha condenado como una mirada que recrea sin rubor los lastres de los más adocenados y recurrentes tópicos de la visión del turista. Y haciendo sangre de los espacios seleccionados de ambas ciudades, espacios turísticos, ajenos a los que definen la realidad a ras de tierra de su vida urbana. Como si hubiera recolectado, meramente, una sucesión de postales, que tergiversan la verdadera imagen de lo que son ambas ciudades. Y, como puntilla, la música a la que se recurre como constante en el relato, el flamenco, ya no sólo porque esté relacionada con otra comunidad, la andaluza, sino que pareciera recrear la antediluviana asociación de España con flamenco y toros.
No, no es una mirada de postal la de Woody allen, lo es la de las dos protagonistas, Vicky (Scarlett Johansson) y Cristina (Rebeca Hall), que son, precisamente, dos turistas. Barcelona es una representación, para ellas, como lo son ambos personajes. De ahí el título del film, tres personajes, porque la ciudad o lo que simboliza es otro, que son representaciones en debate y conflicto. Y la cuestión no es otra que la mirada sobre el amor, o las relaciones afectivas. Su visión, la de las dos protagonistas, es tan poco realista, o consecuente, como el espacio arquitectónico más visitado (o referencial de la ciudad), el relacionado con la obra de Gaudi, poco tiene de realista, y sí más bien de fantástico. Y esa es la visión que tienen de Barcelona ( o España). Y no olvidemos aquel momento en que el novio de Cristina se pregunta si Juan Antonio (Javier Bardem) será torero al saber que Vicky tiene una relación con él. Cristina viene a estudiar la identidad catalana, pero es evidente que tiene poco conocimiento de lo que es. De la misma manera que va a descubrir que no lo tiene tan claro en cuestión de sentimientos y deseos, pese a que esté convencida de que tiene muy bien estructurado en su mente aquello que valora en un hombre y en cómo debe ser una relación, sostenido este aspecto sobre la previsión, el control, y la seguridad. Cree tener bien claro por qué se va a casar con quién ha elegido, como quien realiza un tramite que va a poner en marcha su vida con el piloto autómatico. Pero su estancia estos dos meses en España no harán más que tambalear sus rígidas presunciones.
Y Vicky no sabe lo que quiere, pero sí tiene claro lo que no quiere. Y durante el relato, fruto de esa indefinición, oscilará y cambiará sus elecciones, como quien se mueve por el antojo o como quien tantea en la oscuridad para ver con qué se topa, pero por mucho que palpe, desde luego, nunca da con el interruptor de la luz. El personaje de Bardem se convierte en una representación, en un resorte que pondrá en evidencia las inconsistencias o autoengaños de ambas. Y la aparición en el último tramo del relato de Maria Elena (Penelope Cruz), la anterior pareja de Juan Antonio no es sino el espejo, sin continencias, de su desequilibrio interior. Su volubilidad, su conducta bordeando lo extremo, incluido intentos de suicidio y crimen, no es sino una hipérbole de ese descentramiento afectivo de las protagonistas que velan con su conducta de formas correctas y visión esquématica o cuadriculada de la vida (o visión turística en plano general). Del mismo modo que el colorido y la cálidez de las imágenes de la película son engañosas, pues no es más que un espejismo que camufla la incompletitud e insatisfacción de los personajes. Como quedará refrendado en el final, porque si algo han aprendido las protagonistas, es que aún no han aprendido, o que aún no saben nada. E incierto si se han desprendido de sus imágenes predeterminadas y turísticas sobre la vida y el amor.
Los mismos personajes hispanos, Juan Antonio y Maria Elena, representaciones para ambas de lo que pudieran ser los iconos (ó imágen tópica) de Don Juan y Carmen, se ven desmontados en su cliché, como si se reventara esa misma imagen, y quedando como un desnudo resorte de una representación, evidenciada en su relación amorosa definida por una insatisfacción, la asunción de que su relación, por mucha pasión o atracción que haya, estará condenada al fracaso. Y así se revelan como el telón de fondo especular de ambas protagonistas. De hecho, hay una escena, o un personaje, que condensa el discurso de fondo de esta película. Cuando Juan Antonio y Cristina visitan al padre del primero, que vive retirado, o exiliado, fuera del mundanal ruido en el campo, Juan Antonio relata a Cristina el porqué su padre, al cual vemos al fondo del plano, siempre se ha mostrado remiso a querer publicar su obra poética: Porque piensa que desde los comienzos de la civilización el ser humano no ha aprendido a amar. Esta es la entraña de la película, lo que subayace al fondo de la narración, como en ese encuadre, mientras en la superficie la mirada turística se evidencia en su trama de espejismos y autoengaños.
Porque la misma Cristina se obceca en no asumir que Judy (Patricia Clarckson), por mucho que esta se lo advierta, es el espejo de su futuro, una relación de pareja construida ( o anquilosada) en la inercia y la incompletitud ( el aparente anverso de la tortuosa y pasional relación de Juan Antonio y Maria Elena, como los brochazos abstractos con los que pintan, y que se revelan convergentes en la misma insatisfacción). Esa imagen de Cristina con su novio contemplando una jaula de pájaros, que no saben si comprar para un amigo como regalo, se convierte en todo un detalle premonitorio. Y la música. De nuevo, la finalidad no es el verismo de retratar el color local. La música flamenca es el referente musical de la mentalidad turistica de ambas, como la arquitectura de Gaudi. Es la evocación del hechizo, de lo diferente, del espacio donde los sentimientos abandonan la cremallera del control. Es lo que representa para ellas. Y de ahí la fuerza expresiva de esa secuencia en la que Juan Antonio y Cristina acuden, en Oviedo, a un concierto de un guitarrista flamenco, en un atrio ( un espacio desubicado, fuera del tiempo), en el cuál Cristina bajará sus defensas y contradecirá sus presunciones, y se dejará llevar por el momento, por las sensaciones, besándose con Juan Antonio.
La forma de filmar ese instante es ejemplar, a base de encadenados de primeros planos de ambos que nos hacen palpar esa transformación de forma de sentir del personaje de Cristina, como si hubiera cruzado un umbral, del que no sabrá volver atrás, aunque siga con su ruta turística de la vida, esto es, el proyecto matrimonial, pero ya como quien ya se siente como un espectral mecánismo de resorte, y sigue sus pasos en la vida como un autómata, hasta que un día acabe tomando consciencia de modo manifiesto de lo que su amiga Judy le ha anunciado: Que no tomó las consecuentes elecciones, dejándose llevar por la inercia. No, al final de su viaje, por las coloridas tierras hasta entonces desconocidas de un mundo que tenían comprimido en su visión turística, pareciera que ambas protagonistas sigan donde estaban al llegar, en cuanto que aún no han aprendido a amar. Quizá aún sepan menos. Cristina no ha conocido realmente cuál es la identidad catalana, y vuelve conociéndose menos a sí misma, o más insegura de cómo realmente es, atrapada en una jaula de la que empieza a entrever sus barrotes. Y Vicky sigue sin saber lo que quiere, sólo lo que no quiere, sin saber si algún dia sabrá lo que realmente quiere.Quizá lo único cierto es que algo se ha deshilachado esa visión de la vida y el amor tramada sobre representaciones, que han dejado asomar sus fisuras. No, el error no está en la presunta mirada turística de Woody Allen. Sino más bien que, evocando el título de la obra de Shakespeare, nos ha regalado, bajo unos ropajes coloridos de un caramelo, una áspera y envenenada comedia de los errores. Aquellos que se cometen por no haber aprendido de qué está hecho realmente eso, que está tan enmarañado entre tópicos, brochazos de impulso y representaciones borrosas, llamado amor.
Vicky Cristina Barcelona' (2008) es una obra mucho más estimable de lo que se la reconoció. De hecho, levantó ampollas entre la crítica de este pais, Y sufrió varapalos, hasta con saña, por todos los lados, siendo considerado como uno de lo más clamorosos traspiés de su filmografía. Sin ver la densidad de su propuesta, el cuestionamiento de la mirada 'turista' de unos personajes que no saben amar, o que no han aprendido amar, como parece ser la tendencia del ser humano, ya sea por perderse en la tempestuosidad de las incontroladas emociones o por demasiado control y planteamiento cuadriculado, o por pura indefinición y volubilidad, según plantea Allen, y bien representado en los distintos personajes.
Una vez más, me has puesto el dedo en la llaga. Mis intuiciones se hacen ideas. A mí también me encantó. Me pareció contener una sola idea, una línea de mensaje muy clara, y todo está al servicio de esa idea, en ese presentar la ciudad como escenario, y a los personajes como arquetipos que quieren dejar de serlo
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