lunes, 23 de agosto de 2010

Monsieur Verdoux

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‎'Asesinar a una persona hace de uno un canalla, asesinar a millones un héroe. Las cantidades santifican'. Con semejante 'sentencia', que espeta el protagonista, Verdoux (Charles Chaplin), no es de extrañar, en agitados tiempos de posguerra, que esta 'comedia de asesinatos', 'Monsieur Verdoux' (1947), de Chaplin, no sólo no fuera muy bien recibida, sino que levantara ampollas y suspicacias. Y más aún cuando este prolífico asesino de mujeres es retratado con una naturalidad que desconcierta, ya muy bien perfilado en su presentación, arreglando su jardín, mientras el humo sale de la incineradora donde sabemos que quema los restos de una de sus esposas, pero se muestra delicado con una oruga en el camino, a la que recoge para que no la pisen. Como esa sonrisa radiante y desapegada, que no deja de poseer un inquietante y gélido toque perverso, que muestra Verdoux en esa escena, la narración adopta un tono distendido, que vela sus tenebrosas resonancias bajo una capa distendida, y que nos sumerge en sus vicisitudes por asesinar a alguna de sus esposas, o conseguir el dinero que necesita jugando perversamente con los mecanismos de identificación, incluso con toques de comedia. En este sentido está más cerca de Alfred Hitchcock que de Orson Welles gracias al cual se gestó el proyecto ( y consta en los títulos de crédito como autor de la idea).
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Welles, años atrás, le propuso interpretar a al famoso criminal Landrú en un proyecto de episodios que iba a dirigir. Para Chaplin era un cambio en su trayectoria, dejando de lado la comedia, y sólo implicándose como actor, pero que desechó cuando también se planteó que escribiera el guión. No es baladí el mencionar que ese mismo año, Hitchock rodaría 'La soga'. En esta envenenada forma de tratar al protagonista con simpatía, hay una poderosa carga de profundidad, que explicita en las últimas secuencias (como con la citada secuencia). Al fin y al cabo, Verdoux es un representativo producto de su sociedad. Trabajó durante 35 años como oficinista en un banco, hasta que un día la inercia de su vida se quebró cuando fue despedido de un día a otro, con las dificultades consiguientes a su edad de encontrar un trabajo, teniendo además esposa e hijo. De repente, le habían dejado fuera de la circulación, y decidió salir del paso con las estrategias de esa sociedad que la había formado: Casarse con diversas mujeres en distintas poblaciones, y heredar su dinero tras matarlas. Hay una ejemplar secuencia en la que se manifiesta cómo no ha entumecido su sensibilidad del todo aunque haya priorizado esa actitud pragmática, que funciona en él como un resorte educado en una sociedad pragmático donde el otro es una función. Me refiero a la escena en la que recoge a una mujer en la calle, que acaba de salir de la cárcel, para experimentar con ella un veneno, que pone en su vino. Tras crear un momento de 'envenenada' comedia con la suspensión de si ella toma o no el vino, Verdoux cambia de opinión cuando escucha su relato sobre cómo cuidaba compasiva de su fallecido marido, postrado en una silla de ruedas tras participar en la guerra (ese otro modelo legitimado).
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Chaplin desarrolla secuencias memorables como aquellas en las que infructuosamente intenta matar a una de sus esposas en una barca o poniendo veneno en el vino (que no sabe que es tinte, que ha cambiado accidentalmente la criada, que se quedará sin pelo), o cuando coincide con ella en la boda de otra sus futura víctimas e intenta eludirla del modo que sea. En las últimas secuencias, años después del crack del 29, vuelve a aflorar esa melancolía con sutiles trazos al reencontrarse con aquella mujer que no quiso matar, ahora adinerada porque se ha casado con un suministrador de armamento (como señala Verdoux, es a lo que debería haberse dedicado él), y que determina que acepte entregarse, reflejo de esa toma de consciencia que ha recuperado, ya fuera de juego, al verse en el pasado como si hubiera estado alienado (la misma alienación que había sufrido durante 35 años de trabajo legitimado en acciones consideras ilegitimas, aunque sólo varíen los medios).

‎'Monsieur Verdoux' (1948), de Charles Chaplin es una tan perversa como incisiva obra que fluctua entre drama y comedia, dejando en evidencia las inconsistencias de una sociedad estructurada sobre las inconsecuencias. Su actualidad puede verse reflejada si se la equipara con la reciente, y estimulante,'Arcadia' de Costa Gavras en las que un hombre que se ha quedado en paro tras años entregado a su labor (como funcional esbirro), se decide a matar a sus contrincantes en aspirar a otros puestos de trabajo. Tras realizar esta obra Chaplin ya se puso en centro del remolino de acusaciones diversas sobre su presunto comunismo por atacar y cuestionar los 'valores de la democracia y del país en que vivía', y optó por emigrar a Inglaterra.

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