jueves, 5 de agosto de 2010
James Mason, proyectos frustrados y los falsos pedigrees
Un bella imagen publicitaria de James Mason en la estupenda 'Larga es la noche' (1947), de Carol Reed. Su admirable interpretación supuso su salto al estrellato, y al otro lado del Atlantico, a Hollywood. Hay quien, por supuesto,vio ésto como una 'concesión', como si un aristócrata se mezclara con la plebe. No ayudó que ciertos proyectos con 'pedigree' no pudieran materializarse. En principio, Mason se involucró en un proyecto en el que interpretaría a Svengali, y quería que Jean Renoir lo dirigiese, pero no se materializó. Posteriormente, Renoir le ofrecería un importante papel para 'El río' pero Mason tuvo que rechazarlo porque se había comprometido para la adaptación de 'La duquesa de Langeais', que suponía el retorno a la pantalla de Greta Garbo. Pero el proyecto también se quedó en agua de borrajas, como el interpretar a Prospero en una adaptación de 'La tempestad' que quería realizar Michael Powell. En cambio, para esos esnobs del pedigree, parece que no tenía el mismo mérito el protagonizar al villano de 'El prisionero de Zenda' (1952) -¿ha habido más fascinante villano?-, a Rommel en 'El zorro del desierto' (1952), de Henry Hathaway o al holandés errrante de 'Pandora y el holandés errante' (1951), de Albert Lewin, todas esplendidas. Shakespeare podía tener más pedigree que Julio Verne, pero en 'Julio Cesar' (1953), de Joseph L Manckiewicz y '20000 leguas de viaje submarino' (1954), Mason estaba prodigioso, e incluso se podría decir sin rubor que la segunda es superior a la primera. Esta cuestión de los 'pedigrees' alcanzó a un cineasta que Mason apoyó en sus primeros años en Hollywood, Max Ophuls ( no es de extrañar que dos artistas tan exquisitos y refinados conectaran). Las dos obras que protagonizó 'Almas desnudas' y 'Atrapados' (1949), no tuvieron durante largo tiempo el mismo reconocimiento que otras obras de Ophuls, quizá porque carecían de ese pedigree literario que otorga distinción, lease Stefan Zweig, Arthur Schnitzler o Guy de Maupaussant, pero, desde luego, son obras del mismo calibre, en rigor cinematográfico y complejidad ( pero de discurso menos aparente o explicito, y ya se sabe que a partir de los 60 se valoraba ante todo el discurso o las pretensiones, las señas de identificación de un autor, y si era sutil o integrado en la narración no entraba en los altares de la crítica). Mason conectaría también después con otro cineasta de intensa y singular personalidad, Nicholas Ray, para quien interpretaría y produciría la excelente 'Más poderoso que la vida' (1954). Como las de Ophuls, no sería un éxito de taquilla. Pero las tres obras, cincuenta años después, se revelan adelantadas a su tiempo, cuyas aristas críticas no han perdido actualidad, y demuestran que el cine más poderoso que la vida no tiene que ver con el pedigree sino con el talento de unos cineastas que hacían cuerpo dramático del discurso con su sutil y elaborado estilo. Como el asombroso talento de Mason.
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