domingo, 1 de agosto de 2010
Con la muerte en los talones
En 'Con la muerte en los talones' (1959), de Alfred Hitchcock, Roger (Cary Grant) es publicista, vive en un mundo regido por las apariencias, y no sólo el que recrea en su trabajo. El título original de 'Con la muerte en los talones' es 'North by northwest', una dirección que no existe en la brújula. Define su desorientación cuando se vea sumido en un trance donde la realidad se convierte en movediza. Nada es lo que parece, ni él mismo. Para el mundo será otro, quizá reflejo de esa falsificada realidad en la que vivía sostenida sobre construcciones de identidades intercambiables. Ahora es una figura vulnerable en la intemperie. Y quienes le rodean son enigmas, rostros que discernir y descifrar. Y quizás así encuentre la autenticidad perdida.
'Con la muerte en los talones' (1959), de Alfred Hitchcock es una de las más salaces y jubilosas reflexiones sobre los difusos y frágiles tabiques sobre los que se construye la noción de realidad, o su percepción y vivencia, como si se cruzara un umbral más allá del espejo donde todo está más que invertido convertido en incierta incógnita, donde no hay dirección predeterminada, sino encrucijadas que enfrentan a lo incierto (emblemática al respecto es la admirable secuencia, trazada con tiralineas, en la que en lugar perdido, sin nombre, en la carretera, espera a un hombre que no existe- ya que es un trampa- y es atacado por la avioneta; hasta el cielo es un espacio amenazante).
Y qué gran creación realiza James Mason como 'villano'. En la memorable secuencia de la subasta, qué prodigioso momento aquel en que se percata de que entre Roger y Eve (Eve Marie Saint) hay un sentimiento que no es precisamente ese aparente rechazo que se muestran. Su expresión refleja en unos segundos ese discernimiento (qué asombroso actor).
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