jueves, 1 de julio de 2010
Air doll
En su anterior obra, la extraordinaria 'Still walking' (2008), Hirozaku koreeda delineó, con sutiles trazos, las distancias sobre las que están edificadas las relaciones en un nucleo familiar, en donde el peso del pasado, incluido el de una tradición cultural (los roles genéricos, una rígida jerarquía, la tendencia a no expresar o articular lo que se siente por no ser conveniente), condiciona un espectro de relaciones en donde lo no dicho coagula la conciliación y la proximidad, y lo dicho redunda en la esquiva distancia camuflada en ritualizaciones que son mascaradas vacías. Ahora en la bellísima 'Air doll' (2009) amplifica ese espectro al conjunto social, enquistados en vacios interiores y desencuentros comunicativos, a través de una cálida a la vez que desazonante fábula, de entraña fantástica ( con qué sutilidad altera nuestra percepción de la realidad, de lo normal, a través de la mirada del Otro), cuya guía narrativa, a la par que emblema, es una muñeca hinchable, Nozomi (magnífica Bae Doona), cuyo dueño, Hideo, desconoce que tiene la particularidad de tener corazón. Qué hermoso ese instante en que las gotas de agua caen sobre la mano de la muñeca y ésta adquiera corporeidad humana. Como corrosivo el detalle de que el primer vestuario que ella adopte sea el de una sirvienta doméstica (el téjido de relaciones sostenido sobre la subordinación).
Si vivimos en un mundo de imágenes, de virtualidad de relaciones, de apariencias, cómo no Nozomo comenzará a trabajar en una tienda de alquiler de películas. En la que se enamora de Junichi, el dependiente, con el que se siente identificada cuando él dice que es como ella, al descubrir que es una muñeca ( claro que ella no comprende que es por qué por dentro se siente vacío, un muñeco en una sociedad de autómatas). Pero la cautivadora belleza de esta alegoría, que incide en la interrogante de por qué si la naturaleza tiende a que todo se complemente, a que las relaciones sean una suma, una serie de conexiones, por qué los humanos no saben hacerlo, por qué no son capaces de articular esa conexión con el otro, reside en su cautivadora atmósfera, en su musicalidad de una delicadeza exquisita (es asombroso cómo se conjuga la duración de planos y secuencias con la hermosa banda sonora). La ternura cohabita con el extrañamiento (el cuál no está exento de un humor excéntrico), resaltando en esos pasajes de montaje alterno con distintos personajes ( cada uno con el extravío de su soledad). Nozomo anhela el poder ser mortal ( la secuencia del cumpleaños de la niña en el restaurante, que ella sueña al fina como si fuera la destinataria de la celebración) pero los demás parecen atrapados en una inmovilidad en el tiempo. Qué bello es el fragmento en que Nozomo parece levitar con los globos, que representan planetas, en la habitación. Kore-eda logra armonizar una equilibrada armonía entre las partes, y a la vez hilvanando fragmentos que en sí se elevan como Nozomo, en una epifanía del instante.
'Air doll' (2009), de Hirozaku Kore-eda es un cautivador y conmovedor prodigio, una mágica y doliente fábula cuya narración es pura música, como admirable es la banda sonora compuesta por World's end girlfriend.
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