sábado, 15 de mayo de 2010
Las consecuencias del amor
La huidiza entraña de esta estimulante y sorprendente obra ( y bien que es dificil hoy en día sorprenderse) 'Las consecuencias del amor' (2004), de Paolo Sorrentino, se acompasa a la de su personaje protagonista, Titta Di Girolamo (un esplendido Toni Servillo), que, en el primer tramo de la obra, asemeja a una máscara entre lo impertérrito y un esquivo cansancio, una aparente indiferencia por lo que le rodea, como si ya nada fuera con él, o, como quien va dejando asomar cierto flecos, como si ya no supiera habitar el mundo, concedida una prorroga en una especie de exilio. Su primera frase alude a lo dificil que es afrontar la soledad cuando no tienes imaginación. Estos aspectos, como la eliptica y estilizada realización de Sorrentino, incide en una atmósfera abstracta, como en un exilio fantasmagórico, que le acerca, o en la que se aprecian ecos, de la espectral abstracción de las últimas obras de Jean Pierre Melville (como la interpretación de Servillo puede evocar la del Jean Servais de la extraordinaria 'Riffi' (1955), de Jules Dassin), una realidad hecha de rituales que insinúan una intemperie existencia, unos escombros vitales bajo esa superficie elusiva, entreverada de enigmas y fisuras ( cada miércoles de la semana a las diez de la mañana se inyecta heroina; el intercambio de miradas con Sofia (Olivia Magnani), la camarera del bar del hotel, y su reticencia a responder a sus saludos).
Titta, en un momento dado, ante el intento de conversación de otro cliente de hotel, responde que la verdad es aburrida. Durante este primer tramo poco se sabrá realmente sobre su identidad, sobre qué es, o por qué lleva dos años reservando habitación en ese hotel,siempre esquivo a cualquier acercamiento, o por qué se niega a devolver los saludos a Sofía. Las visitas de su hermano, de aspecto tan disimil a él, instructor de surf, al que achaca su superficialidad, o la distante conversación telefónica con su familia, van más que completar piezas de un puzzle acrecentando esa sensación de deriva y reserva vital. El acercamiento de Sofía coincidirá con el resquebrajamiento de ese estatismo que cada vez asoma lo que tiene de pesadumbre, a la vez que la aparición amenazante de ese pasado que le confinó en ese ausencia de vida, como un a pétrea víctima de la Medusa de la vida. La violencia estallará seca, del mismo modo que el rostro de Titta deja de ser una máscara para agrietarse por los temblores de la vulnerabilidad y la indefensión. Aunque aún reserve la firmeza del gesto para rebelarse ante un fatum que parece irrevocable en sumirle en el cemento de la ausencia en vida.
La magnífica 'Las consecuencias del amor' (2004), de Paolo Sorrentino, es un fulgor en una cinematografía como la italiana que parecía décadas sumida en la carencia de títulos destacables, dejando a un lado a Gianni Amelio, o el primer Moretti. Una obra estilizada, llena de inventiva, con un elaborado trabajo sobre los gestos, los espacios y las acciones como puntas de iceberg de unas complejas profundidades. Y con una admirable narrativa elíptica y sintética.
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