jueves, 13 de mayo de 2010

La hierba errante

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Ya se sabe que la vida puede ser un escenario de marañas dramáticas más intenso y complicado que el teatral, como que hay hierbas que prefieren estar bien enraizadas y otras que erran, o flotan,en las aguas de la vida. Lo distintivo, o admirable, es cómo Yasujiro Ozu , en esta extraordinaria 'La hierba errante', teje con su proverbial sabiduría y sensibilidad narrativa otro relato que, sin dejar de mostrar recovecos sombríos ( y aquí, en ciertos pasajes, de los más descarnados de su cine), transmite una esplendorosa plenitud, como si el discernimiento con la mirada justa comportara la catarsis, la consecución del equilibrio. En la primera secuencia, tras unos planos que nos situan en una población costera, unos pasajeros y unos trabajadores de la empresa, mientras esperan la llegada del barco, conversan sobre la próxima representación teatral de una compañía ambulante, con buena fama de calidad, que lleva ya doce años actuando. Se llaman, precisamente, 'Las hierbas errantes' , y recalan en el barco que arriba a puerto. El calor domina el ambiente, de modo acusado, como remarcan algunos, y ya anuncia la serie de conflictos entramados por la pasión, por las emociones desbordadas. Y, por otro lado, varios también señalan que de nuevo el barco llega con retraso. Como en el relato quedará en evidencia que hay decisiones que se han retrasado demasiado, como la del director de la Compañía, Kimajiro (Ganjiro Nakamura), quien se reencuentra, en el pueblo, con una mujer, Oyoshi (Haruko Sugimura), con la que tuvo un hijo casi veinte años atrás, Kiyoshi (Hiroshi Kawaguchi).
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La cuestión es que ha preferido que el hijo no sepa que es su padre, haciéndole pensar que éste ha muerto, y ha 'actuado' durante todos estos años como si fuera su tío, ya que es mejor,según él,un padre muerto que un mal padre (lo que no deja de ocultar cierta conveniencia para su preferencia de 'hierba errante'). Ese 'ocultamiento' propiciará una cadena de conflictos, cuando la que es ahora la mujer en su vida, la primera actriz de la compañía, Sumiko (Machiko Kyo), descubra su 'secreto' y reaccione airadamente (magnífica la secuencia en la que discuten, mientra llueve, uno enfrente del otro a cada lado de la calle). Sumiko, despechada, propondrá a una compañera que seduzca a Kiyoshi, propiciando, imprevistamente, que ambos de verdad se enamoren. La reacción de Kumajuro será furiosa, incapaz de ver, en primera instancia, en los demás lo que al fin y al cabo hace él, actuar solapadamente, y sin saber advertir lo auténtico, ya que, por mecanismo reflejo, piensa que los demás actúan como él. Ozu crea situaciones de tensión, incluso de ciert crudeza, con esa aparente liviandad de su sobrio estilo, desprovisto de cualquier sobrecarga de afectación o sobredramatización. Y con detalles puntuales, de cierto humor, que ejercen irónico contraste: Véase al respecto la secuencia en la que los componentes de la compañía sufren, de modo manifiesto o en silencio, la adversidad de que uno de los actores se haya fugado con el dinero, y ciertas pertenencias de valor, de la Compañía. Tras una sucesión de planos sobre los diversos componentes,remata la secuencia con un plano de uno de los niños comiendo felizmente una sandía (en la secuencia posterior, hilará más fino: el abuelo baja al piso de abajo, dejando a los otros componentes, para llorar por la disolución de la compañía; el nieto baja tras él, preguntándole repetidamente qué le pasa, hasta que también comienza a sollozar).
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Al respecto de esa mirada distendida (que es no recargar de tensión accesoria), señalar la música, de toque ligero, que recuerda a la de las películas de Jacques Tati (y que se puede escuchar en otras obras de Ozu de este periodo). Si cuando se habla de Ozu se suele hablar de su estilo transcendental, asociándole, como hizo Paul Schrader en su afamado estudio, con el cine de Bresson o Dreyer, particularmente establecería un singular vínculo de mirada con el cine de Tati (empezando por su uso de las transiciones). Por último, admirable como resuelve, en el espacio que abría la película, cerrando el círculo, la reconciliación entre los que son inevitablemente afines, tras que Kumajiro haya tenido consciencia de su escaso discernimiento, o conveniente egoísmo ( y su responsabilidad en los hechos desencadenados, que antes achacaba a otras, a Oyoshi y su compañera).

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